Iniciada la temporada de preemergencias ambientales en la capital, nuevamente es protagonista abrumador el humo emanado por las chimeneas domiciliarias a leña del barrio alto.Abundando el clamor por «mano dura» y «pena de muerte» contra la delincuencia en el sector sociopolítico transgresor, contrasta la pasividad del Gobierno al abandonar el problema sin propuesta de política pública efectiva, dejándolo a merced de la autorregulación de la ciudadanía y su casi inexistente denuncia ante instancias estatales, en vez de promover coherentemente el refuerzo de la fiscalización y el aumento severo de penas hacia quienes atentan contra el medioambiente, lesionando significativa y rebeldemente la salud pública y la actividad económica.
Así como para el narco, la mera multa es un gasto menor para quien ya dispone de recursos holgados para su estilo de vida y patrón de consumo en calefacción. ¿Es justo descansar en que los pobres, intoxicados por el humo en los barrios más bajos, deban volver a atravesar media ciudad para vigilar y denunciar la juerga ecológica y socialmente criminal de los sociópatas de sus patrones? Ya quisieran para sí, de parte del Estado, similar atención, dignidad y enfoque en sus causas sociales al momento de abordar el flagelo de la droga y la delincuencia.La mera multa es un gasto menor para quien ya dispone de recursos holgados
La tributación agresiva, clausura, demolición y aflicción punitiva disminuirían las emisiones presta y definitivamente, más efectivamente que todas las restricciones vehiculares juntas. La delincuencia en el barrio alto está desatada y no da para más.
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