El lunes 4 de julio, el Día de la Independencia de Estados Unidos, se entregó al Presidente Gabriel Boric el texto definitivo de la propuesta de nueva Constitución. Aquella que se plebiscitará en dos meses: el 4 de septiembre de 2022. A exactos 52 años desde que Salvador Allende Gossens se impusiera por sobre Jorge Alessandri Rodríguez en las elecciones de 1970.
Chile ha sido pionero a nivel global en múltiples aspectos. Procesos que han hecho camino al andar y que, para bien o para mal, luego han sido transitados por otros pueblos y naciones.De aprobarse el texto, Chile sería el primer país del mundo en reconocer en su principal marco normativo el que ha sido definido como el mayor desafío de la humanidad: la crisis climática
Pero como en las fake news a las que nos ha acostumbrado una parte de la política nacional, en complicidad con cierta ciudadanía, tenemos mucho de mito también. Esteros de chovinismo fluyen también por nuestra idiosincracia, eso se sabe y se nota.
Ejemplos hay varios.
Como la historia de que la bandera chilena, en alguna ocasión, en algún lugar, habría obtenido el primer lugar de entre todos los emblemas de planeta. Un relato que fue creciendo luego que en 1907 una familia criolla, de vacaciones en cierta ciudad belga, obtuviera el primer lugar en un lúdico concurso playero. El Mercurio se encargó de dar credibilidad al recuerdo.
O que nuestro himno, según se comenta, habría salido segundo en un improbable certamen de canciones nacionales donde sólo fuimos superados por la Marsellesa. ¡La marsellesa poh! De lo cual, claro está, no hay rastro alguno.
Pero de otros logros mundiales sí que hay certeza.
El Presidente Salvador Allende Gossens efectivamente fue el primer socialista en llegar al poder electo democráticamente. Y como si de un país bipolar se tratara, fue Chile el primer país en que se adoptaron a rajatabla las directrices de Milton Friedman con los Chicago boys: gracias a una dictadura sin oposición fuimos la cuna del neoliberalismo, que luego replicaran la Gran Bretaña de Margaret Thatcher y los Estados Unidos de Ronald Reagan.
Pasaron los años y el proceso constituyente también trajo estrenos.
La Convención Constitucional fue inédita en garantizar en su proceso eleccionario no sólo paridad de entrada (similar número de candidatos hombres y mujeres), sino también de salida mediante mecanismos de corrección tras la votación.
Hoy ya contamos con el texto definitivo de propuesta de nueva Constitución. Y esta es la oportunidad de hacer historia, nuevamente.
Partamos por el principio.
Es la primera vez en que la naturaleza y el medioambiente aparecen en un lugar privilegiado de una Carta Fundamental chilena.
“Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológico” reza el Artículo 1 de la propuesta. Y el número 2 agrega: “Se constituye como una república solidaria. Su democracia es inclusiva y paritaria. Reconoce como valores intrínsecos e irrenunciables la dignidad, la libertad, la igualdad sustantiva de los seres humanos y su relación indisoluble con la naturaleza”.
Y si hablamos de estrenos, hay varios más.
El Artículo 129 estipula:
“1. Es deber del Estado adoptar acciones de prevención, adaptación y mitigación de los riesgos, las vulnerabilidades y los efectos provocados por la crisis climática y ecológica”.
“2. El Estado debe promover el diálogo, la cooperación y la solidaridad internacional para adaptarse, mitigar y afrontar la crisis climática y ecológica y proteger la naturaleza”.
De aprobarse el texto, Chile sería el primer país del mundo en reconocer en su principal marco normativo el que ha sido definido como el mayor desafío de la humanidad: la crisis climática. Que nuestra Constitución se haga cargo de ello nos dejaría en mejor pie para tomar las decisiones relacionadas con la necesaria adaptación/resiliencia de los chilenos y chilenas ante la incertidumbre. Drásticas medidas, de interés colectivo, en materia de agua, energía, alimentación, clima, salud pública y cuidado de ecosistemas serán necesarias y sólo un cuerpo normativo robusto lo harán posible.
Los artículos 148 al 150 entregan directrices sobre la Defensoría de la Naturaleza, entidad inexistente en otras constituciones: “Un órgano autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio”. Y cuyo rol será impulsar la “promoción y protección de los derechos de la naturaleza y de los derechos ambientales asegurados en esta Constitución, en los tratados internacionales ambientales ratificados y vigentes en Chile, frente a los actos u omisiones de los órganos de la Administración del Estado y de entidades privadas”.
Incorpora también el Estatuto de las Aguas (Arts. 140 al 144) y un acápite sobre los bienes comunes naturales (Arts. 134 al 139), además de múltiples otras normas asociadas al cuidado de la naturaleza y las comunidades que de ellos dependen: seguridad y soberanía alimentaria (Art. 154), el libre uso e intercambio de semillas por parte de campesinos y campesinas (Art. 55), el mínimo vital de energía asequible y segura (Art. 59), y una sección específica sobre la protección de la ruralidad (Arts. 241 al 243).
Pero como obviamente la Constitución ecológica no sólo se escribirá con artículos ambientales, son múltiples los otros aspectos en que aporta a cambiar el paradigma extractivista que nos ha legado zonas de sacrificio, pasivos ambientales e inequidad, mucha inequidad.
Son éstos sólo algunos breves contenidos de la propuesta de nueva Constitución. Una que el 4 de septiembre decidiremos como país, si queremos o no adoptar.
Para tomar la mejor decisión, léala. Revísela. Compárela, que por cierto la libertad es posible plasmarla en un texto legal, pero la primera, la esencial, es la de informarse en propiedad para discernir sobre el futuro que nos daremos como sociedad.
El texto, lo puede encontrar acá.
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