Al leer un artículo sobre el Proyecto Drawdown que aporta importantes datos que nos tienen que hacer pensar y actuar. Información que nos dice que entre el 30% y 40% de los alimentos que se producen globalmente terminan en la basura, situación que genera otros impactos negativos, que no solemos tomar en cuenta y es el despilfarro de tiempo, energía, recursos y dinero que se destinaron para producirlos, procesarlos, empaquetarlos y transportarlos. Sin olvidar la contaminación y el daño medioambiental que se causa en todo el proceso.
Para dimensionar cuanto se pierde, piensen que cada segundo se desecha el equivalente a 2.860 contenedores de basura, de esos mismos que diariamente se vierten en el camión de la basura que pasa por nuestros hogares. Otro dato, en carne se pierde el equivalente a 65 vacunos por minuto (si gusta de las cifras, podría calcular cuánta comida se despilfarró en el tiempo que leía este breve artículo). Una de las cifras más sorprendentes se da con las frutas y verduras, el año 2020 se produjeron 2.365 millones de toneladas y de ellas, se desechó el 54%.Hay que dedicarse a reducir el despilfarro de comida y rescatar esa tercera bolsa es una tarea urgente e indispensable para enfrentar y vencer el desafío del hambre de millones de seres humanos.
Lo que hacemos es comparable a ir de compras al supermercado y a la feria, regresar a casa con tres bolsas de alimentos y botar una en el basurero antes de entrar.
El costo económico, ambiental y social a nivel global de desaprovechar tanto alimento es algo que tenemos que solucionar y no solo se pierden recursos, también se generan emisiones innecesarias de gases de efecto invernadero, desperdiciando al mismo tiempo agua y tierra, lo que afecta negativamente a los diferentes ecosistemas globales. Teniendo presente además, que hay más de 800 millones de seres humanos que diariamente pasan hambre.
Por este motivo, más que aumentar la producción de alimentos ante el incremento de la población mundial, hay que dedicarse a reducir el despilfarro de comida y rescatar esa tercera bolsa es una tarea urgente e indispensable para enfrentar y vencer el desafío del hambre de millones de seres humanos. Siendo también de gran utilidad para ahorrar agua, conservar la tierra cultivable y reducir los gases de efecto invernadero. Tengan presente que un tomate que se pudre en el campo produce menos gases de efecto invernadero que las sobras de un plato preparado que se tira al basurero.
La forma en que se desaprovechan o pierden los alimentos destinados a consumo humano varía de país en país dependiendo de su situación económica. En los de bajos ingresos ocurre en las primeras etapas, es decir, durante el cultivo, la crianza y el almacenamiento. En los de altos ingresos el derroche sucede en las etapas finales, o sea, en supermercados, restaurantes y en los hogares.
Es obvio que no existen soluciones mágicas ni que ocurran por si solas, aquí debemos actuar todos, desde agricultores, ganaderos, comerciantes, cocineros y obviamente los consumidores. Entre todos podemos y tenemos que reducir la perdida de alimentos. De lograrlo, podremos sostener a la humanidad a pesar del incremento de población hasta el año 2050 sin la necesidad urgente de aumentar la superficie de tierra para actividades agropecuarias y al mismo tiempo, daríamos un gran paso para erradicar el hambre y disminuir la emisión de gases de efecto invernadero.
Ninguna de las soluciones se logrará de un día para otro y menos si para ello deben ir aparejadas con el cambio de hábitos alimenticios, pero, ya es tiempo de comenzar y lo primero, es ser responsables en lo que compramos, consumimos y desechamos. Tenemos que convertirnos en consumidores consientes, responsables e informados para así, ser parte de la solución y dejar lo antes posible y antes que sea tarde, de tirar a la basura esa tercera bolsa.
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