Luego de 28 días de competición el mundial de fútbol organizado por Qatar llegó a su fin, entregándonos una apasionante final que enfrentó a las potentes escuadras de Francia y Argentina. Francia llegó con un equipo reforzado, como ya es habitual, por la jerarquía deportiva afrodescendiente, proveniente de Camerún, Malí, Benín y Argelia, en el marco de un conocido resabio postcolonial, siendo Kylian Mbappe su principal exponente. En paralelo, la sociedad gala y el mundo entero ha lamentado la ausencia de Karim Benzema, “el argelino”, actual ganador del balón de oro, la más importante presea individual que puede ganar un futbolista. Argentina por su parte, fue liderado por las figuras de «Lio» Messi y Julián Álvarez, llegó con el apoyo de una hinchada que añoraba romper más de tres décadas de fracasos mundialistas. Para el pueblo maradoniano este mundial tiene un sabor especial, pues es el primero que se juega sin la presencia del máximo ídolo de “todos los tiempos”, mientras el país se encuentra inmerso en un complejo panorama económico resistiendo a una severa inflación que supera el 92%.
El mundial de Qatar es, hasta el momento la gesta deportiva de mayor inversión en la historia: 220.000 millones de euros. Se trata de una cifra exorbitante si consideramos los 11.600 millones que costó el mundial de Rusia 2018 o los 15.000 millones invertidos en Brasil el año 2014. Impacta, más aún esta cifra, cuando a 1124 km al noreste de Doha, su capital, un país en guerra, Yemen, posee un PIB de unos 21 mil millones, es decir casi una décima parte del valor del magno evento planetario.
Aun así, lo que distingue a esta nueva versión del certamen, respecto a sus predecesoras, no es solo la inversión o que sea el primer torneo disputado en tierras árabes. La génesis y su contexto socio geopolítico, marcan, sin duda, un antes y un después en la historia deportiva mundial.
Era el 2 de diciembre del año 2010 y la FIFA daba a conocer a los dos anfitriones de los mundiales correspondientes a los años 2018 y 2022, Rusia y Qatar. Cabe mencionar, que una situación similar solo había dado una vez en el pasado: en 1966 la entidad futbolística mundial daba a conocer las localías de los próximos tres certámenes: Alemania 1974, Argentina 1978 y España 1982. Regresando al 2010, un detalle importante: el competidor de Qatar era EEUU.
El fracaso económico del mundial sudafricano del 2010 y el profesado “maracanazo económico” del 2014 en Brasil, eran parte del escenario al momento de las concesiones de la FIFA. Un largo y conocido historial de gestas deportivas que no entregan las retribuciones esperadas dieron pie al mayor escándalo deportivo conocido en la historia.
Tras la denominación de Qatar como anfitrión para el mundial, comenzó a escalar un conflicto, mediado por los intereses norteamericanos trastocados con las decisiones de la FIFA, que marcará un punto de inflexión en su historia, pues fue evidente para la opinión pública internacional, que la elección de Qatar constituía una decisión absolutamente anómala. De esta forma es que el 2015 el gobierno de EEUU iniciara una ofensiva legal liderada por la fiscal general Loretta Lynch, invocando a la ley R.I.C.O (“Racketeer Influenced and Corrupt Organizations” – Ley de «Chantaje Civil, Influencia y Organizaciones Corruptas») que había sido promulgada en 1970, con el fin de combatir a los capos de la mafia neoyorquina. Más de 150 millones de dólares en soborno a través de lavado de dinero en instituciones financieras estadounidenses justificaban, según las autoridades, la intervención. Así fue como el 27 de mayo del año 2015 el FBI allanaba la sede de la Confederación de Fútbol de Norte y Centroamérica, Concacaf, en Miami Beach. El resultado: documentación probatoria que llevaría a juicio a la cárcel a 14 dirigentes latinoamericanos, incluyendo al chileno Sergio Jadue. Todo este entramado de corruptela fue bautizado como el caso Fifagate. Muchos otros dirigentes han sido apresados, están en libertad condicional o bajo fianza y otros tantos tienen orden de captura internacional. Otra operación en Zúrich culminaría con otros tantos dirigentes detenidos.
En este contexto, los esfuerzos estadounidenses estarían orientados a impedir la realización del próximo mundial en territorio ruso y relocalizar el mundial del 2022 a EEUU. Sin embargo la correlación de fuerzas internas en la “nueva administración FIFA” y el contexto geopolítico internacional impondrían nuevas condiciones que redefinirían el diseño táctico de EEUU y sus aliados.
El año 2014 se había iniciado en Ucrania una crisis social que escalaria durante 7 años y que implico la anexión de la región de Crimea por parte de Rusia y el inicio de la Guerra del Donbass, esta ultima de particular importancia, en tanto movilizo a múltiples fuerzas antifascistas del mundo para defender la democracia popular frente a la ofensiva del renaciente y fortalecido movimiento “banderista” heredero de la nazificación de la década del 40. Era la génesis de un conflicto en escalada que culminaría con la actual guerra ruso-ucraniana, que ha puesto en jaque a todo el continente europeo por la dependencia que se tiene del gas respecto a la zona en conflicto.
En paralelo, la joven nación qatari, independizada en 1971, y gobernada por la dinastía wahabista Al -Thani, lleva a cabo un proceso de modernización, que no solo ha implicado realizar, durante las últimas tres décadas, grandes inversiones en tecnología, servicios e infraestructura, gracias a las reservas petrolíferas y la exportación de gas, sino que también va de la mano con el desarrollo de una ambivalente y/o pragmática política internacional. Por un lado, Qatar se ha configurado, desde el año 2001, como un importante soporte de las maniobras de las potencias occidentales, particularmente de EEUU, quien tiene emplazada la base militar Al Udeid, la más grande en medio oriente, precisamente en territorio del golfo pérsico qatari, desde donde se han desplegado fuerzas imperialistas en los diversos conflictos acaecidos en la región. Es fundamental recordar, además que más del 20% del petróleo destinado a EEUU pasa a través del estrecho de Hormuz localizado en las costas del golfo a 500 km de Qatar, constituyéndose así en una zona de vital importancia geoestratégica para EEUU. El apoyo a las potencias occidentales no solo se ha restringido a los norteamericanos sino que además se extiende a fuerzas británicas y australianas.
La final del mundial no solo puso a prueba el intenso trabajo y el talento de dos selecciones que agrupan a parte de los más destacados futbolistas del planeta, sino que deja de manifiesto cómo el deporte rey se ha puesto a disposición de una compleja maniobra geopolítica a dos frentes
Como contraparte, la política exterior qatari ha sido fuertemente criticada, en tanto existirían antecedentes que vinculan a la dinastía Al-Thani con organizaciones musulmanas consideradas como estructuras terroristas, tanto por occidente como por sus aliados regionales, tales como Hamas, los Hermanos Musulmanes, Al Qaeda en la Península Arábiga, los Talibanes y el Frente al Nusra. Es por ello que Arabia Saudita, Bahréin, Egipto, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Maldivas y Mauritania habrían decidido romper relaciones con la monarquía wahabbista. -Cabe advertir, eso sí que el complejo y dinámico escenario de alianzas en el mundo árabe no permite definir con claridad la veracidad de esta argumentación.-
Así es como Qatar y su territorio se ha configurado como un Estado de gran importancia geoestratégica en vista de la lucha por la hegemonía internacional, que pone en escena las tensiones entre las potencias occidentales, China y Rusia.
En este marco de cosas, cabe mencionar algo que ha pasado casi como una anécdota en medio de la intensa competencia deportiva y es que mientras la selección alemana sorprendía por su bajo rendimiento al ser eliminado por el pujante elenco japonés, su gobierno firmaba un contrato para adquirir gas qatari, en el marco del inminente racionamiento que aquejaría, desde el 2023, al viejo continente, producto de las tensiones generadas por la guerra ruso-ucraniana. Todo ello en vista de los acuerdos de la Unión Europea de no pasar a la baja la barrera del 30% de reservas de gas en el continente.
En este contexto llama la atención que los cuestionamientos mediáticos al desarrollo del mundial en Qatar se hayan reducido a las conocidas prácticas y políticas segregacionistas de género y homofóbicas, eludiendo todos los temas expuestos anteriormente. Junto a ello se encuentra el asunto de la impresentable cifra de muertos y heridos que deja la organización de la magna fiesta del fútbol. Según un informe del British Guardian, 6.750 trabajadores de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán han muerto en Qatar en los 10 años desde que se adjudicó la Copa del Mundo. Amnistía Internacional calculó que más de 15.000 ciudadanos extranjeros de todas las edades murieron entre 2010 y 2019. En el 70 por ciento de estos casos, se desconocía la causa de la muerte (world socialist web site, 25 noviembre 2022).
En definitiva, la final del mundial no solo puso a prueba el intenso trabajo y el talento de dos selecciones que agrupan a parte de los más destacados futbolistas del planeta, sino que deja de manifiesto cómo el deporte rey se ha puesto a disposición de una compleja maniobra geopolítica a dos frentes, que muestra, por un lado la abierta hipocresía de las potencias imperialista occidentales, quienes no solo emplazan sus fuerzas, en el marco de la disputa de la hegemonía mundial, sino que tensionan la estabilidad local entre países del mundo árabe. Esto constituye, por otro lado, una abierta contradicción que enfrenta a los variados discursos progresistas, con una evidente alianza instrumental con un estado cuya ambivalente posición internacional, si bien podría ser expresión de una sólida propuesta de soberanía, aprovechando su privilegiada posición en el nuevo escenario mundial, podría también ser una concertada maniobra que permita fortalecer a las organizaciones y estados de la “orbita terrorista”.
Mientras tanto Loretta Lynch trabaja ahora para la FIFA, a través del buffet de abogados Paul, Weiss, Rifkind, Wharton & Garrison, el FBI coordino con los cataríes la seguridad en el mundial y el gobierno de EEUU aprobó, tras el triunfo por 1-0 del elenco de USA a su par iraní, una venta de armas por U$ 1.000 millones a la dinastía Al-Thany. Por su parte, la bandera de Palestina quedara en la retina de los millones de espectadores, tras la destacada participación de Marruecos en el mundial, evocando a la hinchada del Raja Casablanca, aunque el estado marroquí seguirá con su política colonial en la República Árabe Saharahui. En Irán, el jugador del Tractor Sazi FC Amir Nasr-Azadani, sigue condenado a pena capital por “traición a Dios” y el mundial 2026 se jugara en EEUU, México y Canadá. Así, con todo la FIFA seguirá siendo un importante actor en el marco geopolítico internacional y las pelotas de futbol rotaran en todos los rincones del planeta, llenado de ilusión a millones de niños que sueñan con ser como sus ídolos y ganar algún día la Copa del Mundo en cualquier latitud del planeta. [1]
[1] Dedico este artículo a mi hijo Gaspar Gavril quien contribuyo entregándome datos claves de selecciones, jugadores, nacionalidades y anécdotas, y quien a sus 8 años sueña con jugar y ganar un mundial.
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Alex arevalo
Atrás quedaron los mundiales austeros en donde el anfitrión demostraba sus ganas de realizarlo
Desde el momento en que los países organizan los mundiales ,el aprovechamiento político y geo estratégico dejó de ser para las tropas y entró el juego la política
Y el privado el cual vía lobby ,pagos y coimas ,nos llevan a ver cómo al torre se derrumba pero por esta vez
Nos encontraremos con más mundiales así con dinero en la mesa y en donde el fútbol pasa a ser irrelevante
El fútbol amateur se revuelca en su tumba ,sin recursos ni localidades,mientras el planeta fifa ,despilfarra millones a río revuelto ,pues l ganancia a río revuelto ,es siempre para el pescador
Nicolashed
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Felipe Olivares
Excelente texto.. un análisis más q importante y diferente de un mundial cargado de «polémica» ( por decir algo).