Los proyectos de izquierda en el mundo occidental han retrocedido, dejando el espacio político “formal” a la derecha más rancia, reaccionaria, xenofóbica, machista, sexista y corporativa. Lo más paradójico (o quizás no tan paradójico) es que este desplome de la izquierda se debe, principalmente creo yo, debido a dos cosas: Primero, la poca sensatez de algunas personas que ocupan cargos de poder dentro de los distintos partidos políticos o de representación popular y lo segundo es la falta de un reajuste, tanto de un diagnóstico como de los proyectos políticos que se proponen.
El problema con esto es que algunas organizaciones acaban siendo maquinarias electorales, conflictos de egos y caudillos internos y finalmente se pierde el camino que se quiere plantear y luego construir. Voy a reflexionar e intentar remitirme a dos ejemplos concretos de diagnósticos ambivalentes y actitudes poco sensatas de dirigentes políticos de “izquierdas” en el Chile y la España actuales.
En Chile la formación muy joven del Frente Amplio logró irrumpir en las elecciones del 2017 en el Congreso con 20 diputados/as y un senador. Una coalición que alberga a distintas sensibilidades políticas, desde liberales, los verdes hasta libertarios. El planteamiento principal que se tiene es intentar superar a la Fuerza de la Mayoría y Chile Vamos y al neoliberalismo como estructura socio-política y económica imperante. Pese a que esta nueva formación tiene presencia parlamentaria y también con algunos/as concejales y alcaldes, la derecha obtuvo un porcentaje importante de victoria, siendo esta la segunda vez en la primera mitad del siglo XXI chileno que gana elecciones por ventaja amplia.El populismo, si es de derecha o de izquierdas, no es la respuesta a la crisis de las democracias liberales, sino un síntoma
A mí modo de entender, la izquierda no tradicional del país, dícese del Frente Amplio, yerra el diagnóstico con una retórica muy antigua y que se ajusta poco al cambio más importante que ha tenido Chile en los últimos 20 años: Parafraseando a Carlos Peña, ha habido un acelerado proceso de modernización del acceso y la mejoría en las condiciones materiales de la población. Personas que antes no tenían aquél poder, ahora sí lo tienen. Por ende, ha surgido una clase media más autónoma, más individualizada, más “orgullosa” de que en base a su esfuerzo ha logrado surgir. Personas que no se sienten identificadas con organización o partido político alguno, sino que confían solo en sí mismas. Y quieren ser reconocidas como tal, como un sujeto político empoderado. Por lo tanto, la izquierda no tradicional, con un discurso algo nostálgico del pasado y redentor de la explotación de los más desamparados sumidos en la vorágine de la modernidad, no calza con la (auto) apreciación de las personas del Chile de hoy.
Por otro lado, tenemos a España. En el 2014 se fundó Podemos, a raíz indirecta del movimiento de Los Indignados del 2011. Esta formación política, que se hizo un espacio relevante tanto en el Congreso de los Diputados y en algunas comunidades autónomas como Madrid o en Cataluña en Barcelona, ha tenido muchísimos problemas internos. El actual secretario general de este partido político, Pablo Iglesias, ha pecado de soberbia profunda con los enormes problemas de comunicación política sobre las ambivalencias en el posicionamiento que tiene la formación sobre los/as independentistas en Cataluña, la compra de su chalet –habiendo él mismo afirmado hace tiempo que cualquier persona con cargo político con chalet era susceptible de ponerle en cuestión- y ahora el desastroso resultado que obtuvieron en las recientes elecciones en Andalucía, donde, nuevamente, resurge la ultraderecha, Vox en este caso.
El populismo, si es de derecha o de izquierdas, no es la respuesta a la crisis de las democracias liberales, sino un síntoma. Citando a Éric Fassin, un pensador y politólogo francés, argumenta que los populismos solo se detienen en identificar el binomio “casta, elite” versus “pueblo, la gente” y en crear un sujeto político que legitime al partido solo con vistas electorales, en período de campaña. Más no tienen un proyecto político, válido tanto para las derechas como para las izquierdas.
La izquierda tiene que ser capaz de reinventarse, ser más creativa, dejar de lado el discurso de «buenos» vs «malos», ajustarse a los tiempos actuales, mostrar más humildad. Manteniendo esa actitud, solo dejará el camino más despejado para las derechas.
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