Son las 15:30 del día 17 de septiembre, José se encuentra en uno de los centros comerciales de la Ciudad de México ubicado en avenida Reforma 222. Ahí, a sus 9 años vende paletas. Son los contrastes de la desigualdad económica y social que se vive en México.
Este día es caluroso, el verano se aferra a no cederle el paso al otoño. Horas antes en avenida Reforma, ciclistas, personas en patines o trotando, disfrutaron su paseo dominical. El Gobierno de la Ciudad de México habilita algunas avenidas principales para que eso ocurra; promotores entregan información en cada alto, otros dan talleres para reparar la bici o reglas principales a conocer por ciclistas. Pero, no todas y todos estuvieron ahí, faltó José y otras niñas, niños y familias más. «Los gritos atrajeron a José. Sabiendo cientos de personas en el lugar al mismo tiempo, aprovecha la ocasión; estando cerca de una mujer manifestante le ofrece una paleta»
Temprano, él ya había salido de casa, llevaba colgado un morral gris con detalles de colores, contiene una torta y un cuento. En compañía de su padre viajó en transporte público desde la zona periférica, geografía al que migran familias desde diferentes comunidades. Al llegar a reforma 222, José conversa algunos minutos con su padre. Este, de tez morena y piel quebrantada, le entrega una cantidad de paletas, brinda recomendaciones; a pesar de las pocas expresiones de cariño, en esos momentos, acostumbra tocarle el hombro, símbolo de cariño y preocupación. Se despiden. Caminan en sentido contrario.
A esa hora, en avenida Reforma ha concluido una manifestación de mujeres, “las están matando”, fue el tema motivo de congregación. Iban vestidas de morado y negro. En su trayecto, fueron acompañadas por una mariposa amarilla, lepidóptera solidaria. Sus gritos exigían libertad, fin a la cultura machista y justicia para Mara, joven violada y asesinada días antes.
Minutos después un grupo de mujeres se encuentran dentro del centro comercial en avenida Reforma 222. Gritan, ¡suelten al violador! Alguien lo identificó durante la manifestación, fue acorralado. Los gritos atrajeron a José. Sabiendo cientos de personas en el lugar al mismo tiempo, aprovecha la ocasión; estando cerca de una mujer manifestante le ofrece una paleta, la mujer le dice no gracias; aprovecha aclarar su curiosidad con ella, pregunta, ¿para qué es todo eso? Ella responde, ¿qué cosa? ¿Por qué están aquí todos?, le cuestiona. La mujer un poco complicada, busca palabras adecuadas para decirle a un niño que ahí hay un violador escondido y requieren su captura. José queda atento, con sus ojos negros como la noche.
La mujer respira, -estamos aquí porque hay hombres que son malos con las mujeres- ella responde. Pensativo y no conforme, José plantea nueva pregunta, ¿Pero, qué hacen aquí? mientras señala en dirección donde la multitud congregada exige entregar al violador. La mujer intenta responder nuevamente, -estamos aquí porque un hombre le hizo daño a una mujer y queremos que lo lleven a un lugar para que se haga responsable de sus actos- José no dice más, da media vuelta y continúa ofreciendo sus paletas, sabe que de ello depende tener algo de dinero para comer junto con su familia, en ella, tal vez una mujer.
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