El pasado 28 de mayo fue el día internacional del juego. 20 años han pasado desde que se dispuso tal celebración.
¿Qué hicimos en ese día, que hiciste en tu comunidad? Sí, aún en esta etapa adulta, ¿Qué hicimos? Es más, ¿te dejaste contagiar por alguna niña, niño, adolescente o joven?
Jugar, pero hacerlo en la calle, nos invita a ejercer varios derechos. En el caso de la niñez, favorece los relacionados con tener tiempo al esparcimiento, uso del espacio público, moverse con libertad, ser feliz y reunirse.
Diferentes convocatorias alrededor de nuestro planeta circularon por las redes sociales, situación que antes sería impensable enterarse. Algunos implementaron actividades de un día, otros durante una semana y hay quienes se dedican a que el juego sea parte de la vida diaria.
En mi caso, me di a la tarea de dibujar un avión con gises; cuadros, rectángulos y números dieron el contenido. Un avión algo colorido para posibilitar que los pies le dieran uso. La acción me llevó algunos minutos. Su lugar, una banqueta.
Mientras lo hice, recordé aquellos tiempos en que jugaba con mis familiares y vecinos en la cuadra del barrio donde pasé mi infancia. Lo que no recordé fue las reglas a seguir para jugar al avioncito. Caí en cuenta hasta que me dispuse a jugar con una niña de 9 años. ¿Cómo era el asunto? internamente me cuestioné, no quería parecer ignorante. También reflexioné en si niñas y adolescentes de hoy lo sabían. Esto último aplica considerando que los intereses de juego en la actual generación de niñas y niños están muy alejados de generaciones atrás.
Salté y lancé el papel mojado para ubicar el lugar al que debía avanzar. Despúes de un rato, me senté y seguí pensando en cómo era posible olvidar las reglas de un juego resistiéndose a desaparecer.
El avioncito, con siglos de historia y decenas de nombres en todo el planeta tierra, tiene su base en la rayuela que a lo largo de su historia ha sufrido adaptaciones hechas por quienes les dan vida y en relación con sus culturas. Al final del día, son ellas y ellos quienes definen las reglas y el destino que le quieran dar.
También observé varios pies alternarse entre número y número, ¡fue genial! Me alegró haber modificado, aunque sea por un instante (aunque al parecer será más) las rutinas de niñas y niños.
Jugar, pero hacerlo en la calle, nos invita a ejercer varios derechos. En el caso de la niñez, favorece los relacionados con tener tiempo al esparcimiento, uso del espacio público, moverse con libertad, ser feliz y reunirse. Además, el juego en sí mismo, el que involucra movimiento corporal, favorece su salud física, su creatividad para llegar a acuerdos, la sociabilidad, entre muchos otros factores;
Así que les diré, salté un buen rato, lo cual me alertó en que me hace falta estar más en movimiento. Ahora, les invito a llenar de juego nuestras calles, en particular de los barrios permeados por prácticas que les limitan o niegan su derecho: inseguridad, trabajo infantil, concepción de pérdida de tiempo, insensibilidad sobre la importancia del juego, pobreza, falta de plazas con juego, etc.
Un gran agradecimiento se llevarán, sonrisas en sus rostros por ver a la niñez ejerciendo su derecho y por colocar detalles importantes en sus historias de vida. Eso sí, involúcrense, celebren, no los miren a la distancia, no nos miremos a la distancia, aún hay tiempo para jugar.
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