Con esta columna no pretendo que lloremos por las víctimas de la masacre en Palestina como lloramos los fanáticos del fútbol junto a Medel. Tampoco es la idea que llenemos nuestros muros de Facebook con imágenes de la matanza. Tan sólo que no seamos indiferentes y que desde nuestras trincheras, por muy sencilla que esta sea, hagamos algo
El fútbol me encanta. El fútbol me apasiona profundamente. Despierta en mí emociones que, a veces pienso, estaban un tanto dormidas. Con ilusión esperé esta reunión de astros del balompié en Brasil, cada cual defendiendo los colores de sus respectivos países, y que pronto llegará a su fin. Me entretuvieron varios partidos. Con otros afloraron unos cuantos bostezos. Aún así, intenté seguir cuanto encuentro pudiese.
Pero con Chile la cosa es distinta. Fui inmensamente feliz con el primer gol de Alexis Sánchez ante Australia. Quedé con el pecho inflado de orgullo cuando despacharon al campeón vigente en la fase de grupos. La impotencia surgió con la derrota ante Holanda. Ya masticada la derrota, sentí que sólo se trató de un tropiezo en el camino. Desde mi casa, vibré con todas y cada una de las jugadas de aquel partido en el Estadio Mineirâo de Belo Horizonte. Con el gol del empate, me ilusioné y sentí que la gloria estaba al alcance de la mano. Ya en el tiempo suplementario, me estremecí con el rabioso derechazo de Pinilla en el travesaño. Junto con el pitazo final, creí que ya no podía más de tantas y tantas emociones fuertes experimentadas en 120 minutos. Aún así mantuve la esperanza. Una vez consumada la tragedia, lloré junto a Gary Medel y a miles o millones de chilenos. “Pateé la perra” por varios días. La Copa del Mundo continuó su camino, y sin olvidar la desdichada eliminación de Chile, hoy ya no aguanto las ganas de saber quién resultará vencedor en la final entre argentinos y alemanes.
Pero no quiero engañarlos. Originalmente, ésta no es una columna sobre fútbol. Quiero expresar mi rabia por los ataques indiscriminados e injustificados cometidos por el Gobierno de Israel ante la indefensa población palestina en la Franja de Gaza. Han sido tres días consecutivos. Tres días en los que se ha intensificado el hostigamiento existente, que ya data de varias décadas, con bombardeos que acabaron con las vidas de 81 personas, más de 60 de los cuales eran civiles, y dejaron a más de quinientos hombres, mujeres y niños con heridas de diversa gravedad. Y peor aún, no me cabe duda alguna que esas dolorosas cifras seguirán en aumento con el pasar de los días. A mí me da una rabia, pena e impotencia, a esta altura, indescriptible.
¿Y qué carajo tiene que ver el fútbol con aquel cruento e impune genocidio?
Lastimosamente, siento que como sociedad hemos perdido sistemáticamente nuestra capacidad de asombro y que son pocas las oportunidades en las que nos llegamos a conmover o a expresar cualquier tipo de sentimiento. Así como nos alegramos con un Mundial, con algún “lujito”, con la entrega de uno o varios jugadores, con algún gol en particular o con la ansiada clasificación, también podemos llegar a aprender como disfrutar mejor con simples y pequeños momentos, como la sonrisa de tu hijo o hija, un día soleado después de varios de lluvia, un atardecer con la persona que amas o un almuerzo familiar un domingo cualquiera
Pero también nos debiese dar mucha rabia las injusticias e infortunios tanto al interior de la cancha como fuera de ésta. Además, saber canalizarlas y expresarlas. Hacer algo, por pequeño que sea, pues que lo sepas muy bien nunca estará demás. Informarse de verdad y no quedarse sólo con los medios tradicionales que nos inundan pantallas y páginas con mucho “pan y circo”, pues ya sabemos qué es lo que persiguen desde influyentes y oscuros sillones de poder. Pero por sobre todo, no perder nunca la capacidad de asombro, para bien o para mal, pues así como protestamos junto a los estudiantes por una educación gratuita y de calidad o cuando nos suben los precios del combustible y del transporte, por dar unos ejemplos, también indignémonos por injusticias que no necesariamente tocan a nuestro bolsillo, pero que sí nos deberían afectar a nuestros sentidos y remover nuestras consciencias.
Del balompié y otros deportes podemos aprender muchas cosas que quizás habíamos olvidado en nuestro propio derrotero hacia la deshumanización. No por nada Albert Camus afirmó, a modo reivindicatorio, que “todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, al fútbol se lo debo”.
En definitiva, con esta columna no pretendo que lloremos por las víctimas de la masacre en Palestina como lloramos los fanáticos del fútbol junto a Medel. Tampoco es la idea que llenemos nuestros muros de Facebook con imágenes de la matanza. Tan sólo que no seamos indiferentes y que desde nuestras trincheras, por muy sencilla que ésta sea, hagamos algo.
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Comentarios
12 de julio
«solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente…»
Gracias por compartir y seguir haciendo conciencia!
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