«Siembra vientos EE.UU., bajo diversas administraciones, y lo hace hoy en el mundo árabe extenso lugar de violentas contradicciones»
“Siembra vientos y cosecharás tempestades”, reza el viejo refrán.
Los Estados Unidos de Norteamérica son los mayores sembradores de vientos de la historia humana. Así lo certifican sus abundantes intervenciones en las naciones que se han empeñado en considerar como su “patio trasero”: esta América nuestra que al decir de Rubén Darío, “aún cree en Jesucristo y aún habla en español”, y acerca de la cual concluía preguntándose, orgulloso de su lengua como una expresión de identidad y soberanía, “¿tantos millones de hombres hablaremos inglés?”
Habría que agregar otros “escenarios” del despliegue de su innegable poderío: todas y cualquiera región de la Tierra.
En los últimos tiempos, el gran espacio de su accionar diplomático y militar –con “asistencias” varias incluidas- han sido los territorios del petróleo, combustible hasta hoy irremplazable para el funcionamiento de su monopolizada y monopolizante economía.
Siembra vientos EE.UU., bajo diversas administraciones, y lo hace hoy en el mundo “árabe”, extenso lugar de violentas contradicciones, hogar de reyezuelos, príncipes y jeques insolentemente multimillonarios y variados liderazgos tribales. Pero también mosaico de acendradas creencias religiosas, hábitos fundados en milenarias tradiciones y hogar de la más alta cultura, pues de lo que estamos hablando es nada menos que de lugares en que se radicó en sus albores la civilización humana.
En sus afanes de hegemonías sin contrapeso, los EE.UU. han puesto y derribado gobiernos y gobernantes, han levantado y luego destruido –como lo hicieron con Al Qaeda- sus grandes “combatientes por la libertad”. Todo ello, a la medida y ritmo de su permanente cruzada contra “el comunismo”, es decir, contra todo movimiento independista, de soberanía de naciones y pueblos, y de derechos de las grandes masas explotadas y sometidas directamente o a través de sus fieles compañeros de ruta.
Alguien podría, a estos respectos, levantar la tesis de que “los vientos” sembrados por el imperialismo yanqui lo han sido en contra de su voluntad, ya sea por irreflexión, improvisación o una suerte de “amateurismo”, como si se tratara en su caso de aprendices de la historia.
Otros, más suspicaces o tal vez mejor informados y de memoria más larga, aducirán que nada de ello es o ha sido gratuito: que la sembradía de los vientos de la cólera, los disturbios y terrorismos es la táctica consciente de quien invierte en vientos porque está en su más estricta conveniencia la cosecha de tempestades. Las que sabrá administrar con sabiduría y abundantes dividendos.
En la actualidad vivimos en un mundo en el que una alianza guerrerista -la OTAN- subsiste y fortalece su activismo intervencionista a pesar de haberse quedado, tras el derrumbe de la Unión Soviética, sin un enemigo visible y confeso.
Hoy, el gran sembrador de vientos se dispone a cosechar sus tempestades a propósito de una sospechosa cruzada protagonizada por el autodenominado Estado Islámico.
Todo esto no sería sino otro episodio de la gran estafa del “enemigo fiel de los pueblos”, si no fuera porque esta vez, como en muy pocas ocasiones a lo largo de su lamentable historia -la de los EEUU- la humanidad entera corre el riesgo de tener que cosechar una tempestad para la cual no sembró los vientos.
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Foto: perlavision
Comentarios
26 de septiembre
No solo en Estados Unidos sino que por lo general en todos los países que se dicen desarrollados la economía ilegal- como el tráfico de drogas o la prostitución- eleva considerablemente el PIB mostrándonos una falsa recuperación en este período de crisis. Lo digo para denunciar el hecho de que a nivel global los mayores negociados son los que se encuentran fuera de la ley porque en esencia, más en esta etapa imperial, de dominio sin límites ni consideraciones, el capitalismo es depredador, muy violento y reaccionario.
Los centros globales del poder, manejados por una serie de clanes familiares anglo- americanos y sionistas que a su vez controlan el mundo, se sostienen en la venta legal o ilegal de armas, en el narcotráfico, en la guerra, en la trata de personas sea para fines de explotación laboral o sexual y en el saqueo, todas actividades sumamente «rentables» para el capital. Luego ese dinero mal habido se legaliza en los paraísos fiscales para reingresar al sistema financiero. Por lo anterior, las bolsas de New York, de Londres, de Tokio y tantas otras están manchadas de sangre, con el sudor y el sacrificio de millones de personas que con su vida pagan por las irracionalidades de los neoliberales.
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