En las últimas semanas, el debate sobre la naturaleza del matrimonio y el rol del Estado en él se ha tomado la agenda. Así es como tanto las marchas a favor como en contra del matrimonio homosexual han tenido gran repercusión y presencia mediática, al punto incluso de que ya no es políticamente correcto hablar de matrimonio gay sino que el nuevo término es el de "matrimonio igualitario".
Sin embargo, la mayoría de las veces el debate gira puramente en torno a los elementos valóricos o a las creencias personales, y ahí caemos en un profundo error. Primero, porque es imposible llegar a algún mínimo punto de encuentro cuando lo que estamos poniendo sobre la mesa son nuestras particulares creencias -en este caso sobre cuestiones tan íntimas como la divinidad o la sexualidad- y segundo, porque en ese ámbito cada persona es absolutamente libre de pensar lo que quiera y de agruparse con otros que piensen parecido para conformar una creencia o religión. Llevando el argumento al absurdo, yo perfectamente podría pensar en la necesidad de que el matrimonio sea entre un hombre y una jirafa.
El debate debe centrarse en el rol del Estado como garante de que todas las personas, sin distinción, podamos desarrollarnos en libertad de derechos. Porque cada uno puede pensar lo que quiera, cada iglesia puede tener su propia concepción de vínculo, pero el estado no puede apropiarse de ninguna de esas visiones particulares, buscando siempre mantener la neutralidad y la equidistancia entre los valores de todos los ciudadanos.
Según el Código Civil, el matrimonio es un vínculo o contrato que se celebra entre un hombre y una mujer. Lo primero que podemos extraer es que el matrimonio es un contrato firmado frente al Estado. Entonces, ¿por qué sólo pueden firmarlo algunas personas y no todas? La única explicación razonable es que ciertamente nuestra cultura -influida por la Iglesia Católica y otras instituciones- ha entendido durante mucho tiempo que este vínculo sólo se celebra entre hombres y mujeres. Sin embargo, hoy día, cuando la Iglesia se separó del Estado hace 86 años, cuando de hecho hay muchas parejas homosexuales conviviendo y generando familias, cuando cada día hay más legislaciones en el mundo que avanzan hacia el matrimonio igualitario, vale la pena preguntarse si existen razones de peso para mantener dicha discriminación.
A todas luces, no hay ninguna. Exigir que el matrimonio civil siga estando solo al alcance de un hombre y una mujer es como exigir que solo algunas escuelas reciban la subvención pública o que solo determinadas personas puedan atenderse en los hospitales. Los valores y creencias deben desarrollarse en la conciencia de cada persona y colectivamente en los credos. El Estado no puede imponer creencias a la población, debe garantizar que todos puedan disfrutar de las suyas, salvo que pasen a llevar a otras personas, cuestión que no está en discusión en este caso.
Saldado este punto, retomo la idea de que cada credo es libre de tener una posición particular respecto del vínculo entre dos personas. De esta forma, si el problema -como algunos plantean- es que se pase a llevar la palabra o el concepto "matrimonio", estableciendo una nueva sigla para las uniones homosexuales (por ejemplo "unión civil"), debemos debatir sin tapujos sobre quién es el dueño de la palabra matrimonio, pero no podemos permitir que el Estado discrimine y establezca dos formas distintas de establecer el vínculo para diferentes personas. Sería como retroceder al tiempo de los hijos legítimos e ilegítimos, y no hay que darse muchas vueltas para comprender lo dañino que sería para nuestra sociedad.
Efectivamente, el término "matrimonio" tiene sus orígenes en la Iglesia Católica, es un sacramento de ella y fue introducido por medio de la costumbre y de la utilidad práctica a nuestro ordenamiento legal. Si el problema es ese, creo que estamos a tiempo incluso de devolverle a la Iglesia el concepto de matrimonio y pensar en un nuevo término para el vínculo civil, siempre y cuando sea igual para todos.
No hay razones para que el Estado siga discriminando. O "matrimonio civil" para todos o "unión civil" para todos. No estamos para medias tintas ni discriminaciones forzadas.
Comentarios
01 de agosto
Muy buena reflexión.
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04 de agosto
interesante
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