Quienes me siguen por Twitter saben que tengo un hijo. De hecho, muchos de mis “Twitter-amig@s” me preguntan por él, le envían saludos.
Hoy, fue uno de esos días, dado que amaneció enfermo y todo mi timeline fue informado del hecho (me guardé los comentarios relacionados con su virus estomacal, fui generosa con los que me leen).
En mi día de teletrabajo y Florencia Nightingale, aprovecho de conversar con mi hijo sobre temas varios. Uno de esos temas, el derecho que tienen (o no tienen, según unos cuantos de nuestros legisladores y del Presidente de la República) los homosexuales a casarse en nuestro país. Esta conversación se llevó a cabo después de que yo viera
estos videos, preparados por la Fundación Iguales.
Mi hijo, observando de soslayo mis tecleos y clicks, realizó la consulta (lógica)
-“Mamá, ¿cómo se van a casar dos mujeres?”
Antes de contestarle, procedí a mostrarle el video de los dos hombres. Ahí, con una mueca de cierto horror (sí, debo ser sincera) me preguntó:
– “Mamá. ¿Dos hombres?! ¿Son gays?!”
(Entre paréntesis: Aparentemente es más “aceptable” que dos mujeres se amen… ¿o que se tomen de la mano?)
Un poco preocupada (ojo, preocupada por lo que percibí como pequeña muestra de ¿intolerancia?) procedí a preguntarle que sabía sobre “ser gay”. En toda la inmensa intelectualidad de sus siete años (ya, ok… cumple ocho a fines de agosto), me contestó:
– “Es cuando a los hombres les gustan los hombres y a las mujeres las mujeres”.
Procedí con cierto tacto en esta conversación:
– “Y a ti… ¿Qué te parece eso?”. “Es su vida, mami”, me respondió.
Tragándome mi inmenso orgullo por esta preclara respuesta y contenta con el hecho que mi hijo no fuese un intolerante, seguí con la conversación.
– “Yo creo lo mismo, y creo que deberían tener el derecho a casarse.”
– “¿No tienen derecho a casarse?”
Ante mi repuesta negativa, me contrapreguntó
– “¿Y por qué no?”.
– “Porque la ley no se lo permite”, argumenté.
– “Menos mal que no soy gay”, sentenció él.
Recuerden que mi hijo aun no cumple los ocho años, ya que lo anterior, sólo mejora.
– “Tú conoces a algunos carabineros, mamá. ¿Por qué no hablas con ellos y les pides que cambien la ley?”
– “Los carabineros no hacen las leyes, Xabi”.
– “Y entonces, ¿quiénes las hacen?”
– “Los legisladores. Diputados y senadores“.
– “Tú conoces a algunos de ellos. Twitteas con algunos de ellos. Pídele a ellos que cambien la ley.”
– “¿Tú crees que deba hacer eso?”
– “Sí, mamá. Ellos tienen el mismo derecho de casarse si están enamorados.”
Señores legisladores y señoras legisladoras, mi hijo que asiste a colegio católico y mixto, que solo tiene siete años, que tiene como mascotas un perro y una perra y entiende sobre la reproducción, me ha solicitado que les diga que él, al igual que yo, cree que los homosexuales tienen el mismo derecho que los heterosexuales de expresar su amor frente a un juez del registro civil. Algo que es tan simple de entender para él, ¿es tan difícil para ustedes?
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Comentarios
23 de junio
Ma.Francisca, a riesgo de parecer ciútica,me emocionaste con lo que escribiste.
Como mamá de un joven de 18 años me he empeñado la vida entera por enseñarle de tolerancia y de respeto hacia quienes aman de modo diferente, afortunadamente, he cosechado en terreno fértil.
Los ciudadanos tenemos obligaciones y derechos, entre los segundos existe el poder establecer un lazo civil, en primera instancia, con quien deseamos compartir nuestras vidas. No veo el problema que existe para que dos personas del mismo sexo puedan casarse y tener hijos; el ser homosexual no desvaloriza a la gente, no son ciudadanos de segunda categoría y en muchas oportunidades, son mejores seres humanos que muchos de los heterosexuales que se creen con el derecho a apuntarlos con el dedo y de mirarlos por sobre el hombro.
Yo estoy a favor del amor, y si «María y Julieta» se quieren casar, las apoyo.
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24 de junio
Impresionantes los niños! Anoche comentándole a mi hijo menor que iremos a la marcha el sábado y tener una conversación bastante similar a la que describes…Su respuesta fue la misma: ¿y por qué no? Sin embargo, me temo que no es la respuesta de todos los niños. Estas respuestas están condicionadas por el lenguaje familiar. Si la jerga familiar es discriminatoria, contaminas a los niños, bueno, se llama crianza… Si no, preguntémosle al niño pastor, pobrecito. Felicitaciones por mantener tu hogar y vínculos libres de discriminación. Los niños finalmente son la prueba de la blancura familiar en este sentido.
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