“¿Quieres café mi vida?
¡Pues sírvetelo!”
Sonidos de Manu chao
Hoy, cuando muchos se jactan por los supuestos avances de nuestro país; justamente hoy, cuando las mujeres tenemos más participación en la esfera pública, ocurren hechos que nos vienen a recordar que el machismo aún pervive, que a veces es solo una bestia dormida y que cuando se levanta, lo hace con toda brutalidad, sin escrúpulos y sin culpas.
Pero, ¿por qué sigue existiendo?, ¿qué lo sustenta?
El machismo hoy funciona como un fenómeno soterrado que naturaliza miles de situaciones cotidianas tan pueriles que parecen insignificantes, pero que no lo son. Y no lo son principalmente porque son tantas y tan continuas, que tienen un efecto atronador en nuestras mentes y en nuestras vidas. La consecuencia de esos pequeños sucesos cotidianos termina horadando nuestra salud emocional, o psíquica. Pero no solo eso, la suma de esas situaciones cotidianas constituyen también el colchón y el respaldo, sobre el cual descansan abusos, mucho más graves y más violentos.
Por eso, cuando se nos impone una conducta, apelando a una tradición; cuando se nos prejuzga, aludiendo a una supuesta norma, lo primero no es obedecerla, lo primero es cuestionársela.
Partiendo por el momento en que alguien nos dice que debemos comportarnos como “señoritas” o que debemos ser “femeninas” y, a partir de allí, cumplir con nuestro rol como mujeres, esposas o madres.
Lo femenino está constituido por diversos elementos que se fusionan en un todo complejo, caótico, inestable. Una masa en constante movimiento, sinérgica y potente. Por eso, no puede ni debe obedecer a un simple manual creado desde el logos masculino.
Pese a ello, llama profundamente la atención cómo se enquistan en nuestra sociedad ciertas costumbres tan arraigadas, que parece imposible arrancarlas de cuajo. Vuelven a nacer una y otra vez, incluso pese a traspasar la barrera de los actos inconscientes. Continuamos acatando exigentes y absurdos modelos de belleza, y paralelamente, asumiendo labores que aumentan exponencialmente nuestro cansancio (cocinar, planchar, lavar… o servir café) obedientes a los mandamientos provenientes de una súper entidad abstracta y todopoderosa que nos ordena cumplir con una serie de tareas, para legitimarnos ante sus ojos.
Ese molde de relaciones sigue jugando con nuestros sentimientos-pensamientos culposos.
Pareciera una relación forzada, ¿qué vínculo directo puede existir entre las múltiples exigencias a las mujeres y la violencia machista? La relación es mucho más estrecha de lo que parece; los machos que abusan viven en una cultura, una cultura que los empodera y los avala e incluso les perdona sus “pequeños exabruptos”.
Duele esta sociedad, duele su desgaste y su decadencia. Incluso algunos de los que se muestran horrorizados, no hacen sino fomentar este estado de cosas, a través de sus actos cotidianos e incluso reivindicarlos, con un “sentido del humor” que apesta.
Por muy disidente que sea su postura, seguirá siendo cómplice, mientras no exista un cuestionamiento profundo a las prácticas que afianzan no solo una desigualdad, sino todas las desigualdades, en todos los ámbitos, creciendo y resonando como ecos estridentes.¿Qué vínculo directo puede existir entre las múltiples exigencias a las mujeres y la violencia machista? La relación es mucho más estrecha de lo que parece; los machos que abusan viven en una cultura, una cultura que los empodera y los avala e incluso les perdona sus “pequeños exabruptos”.
Por eso, una situación particular no puede ser sacada asépticamente del resto de la cultura, como si no tuviera contacto alguno con ella. Cada hecho, cada suceso forma parte de un entramado mayor.
Mientras escucho las noticias, pienso…
Es urgente preguntarse, ¿cómo desmantelar el machismo?; ¿cómo romper por fin con las cimientes de su violencia?
Y no encuentro otra respuesta: desobedeciendo sus órdenes. No queremos conducirnos por la vida ciñéndonos a ciertas normas, no solo porque no creamos ser capaces de cumplirlas, sino porque, desde la propia reflexión, las conversaciones, desde la propia experiencia… sentimos con mucha fuerza que por ningún motivo, queremos cumplirlas. No queremos acatar el viejo manual implícito de lo que es políticamente correcto, ese mismo que busca homogenizarnos. No queremos convertirnos en un estereotipo, ni hacer de nosotras un maniquí, precisamente porque sabemos que esos estereotipos son el caldo de cultivo para los hechos de abuso y de violencia.
Comentarios
30 de mayo
Esta reflexión que nace del contacto cotidiano con una realidad que pretende invisivilizar y acallar las posturas críticas desde y hacia el ser mujer, en un mundo que cambia vertiginosamente, pero que se niega a dejar atrás viejas prácticas tan destructivas como el machismo (en sus niveles macro y micro) recoge lo que tantas hemos querido expresar y no lo hemos hecho por temor, vergüenza o falta de herramientas que nos lo permitan.
Urge repensarse, es el momento preciso para hacerlo, no lo dejemos pasar.
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