El aborto terapéutico es un paso que nos acercará al aborto libre. Este debe ser seguro y garantizado por el Estado a través de la gratuidad en los servicios de salud públicos
En Chile, las mujeres hemos logrado vencer espacios viciados por el machismo, desde nuestro derecho a sufragar en elecciones municipales y posteriormente presidenciales; nuestro derecho a estar en puestos en el Congreso Nacional; hasta la demanda “igual trabajo, igual salario” propuesta en la Unidad Popular, donde se buscaba acercarnos a la igualdad de género en el ámbito laboral.
Aunque, sin duda, hemos logrado avanzar considerablemente en la conquista de nuestros derechos, aún la sociedad, el Estado y la familia tienen deudas históricas con la mujer. Una de ellas se expresa en el Servicio Maternal Obligatorio y la interrupción voluntaria del embarazo, que, por lo demás, fue legalizada en nuestro país en 1931, como una mera medida de sanidad pública, y comenzó a ser sancionada bajo la figura de aborto en 1975, tras el golpe militar, a pesar de los casos de muerte, falta de medidas ante la inviabilidad fetal y embarazos no deseados a causa de violación sexual.
En sus últimas declaraciones, la derecha chilena no cambia su discurso, y como siempre olvida que vivimos en un Estado laico, intentando convencernos que la moral machista del Vaticano debe primar. El 25 de julio recién pasado declaró ante los medios que “es un tema secundario”, junto a una carta de total rechazo a discutir siquiera sobre aborto. Ignoran, una vez más, que las mujeres pobres o de “clase media” (como les gusta llamarnos), debemos abortar en condiciones paupérrimas, de las cuales la mayoría termina en hospitales, para luego ser llevadas ante la justicia, por culpa de un Estado incapaz de hacerse cargo del respeto y cumplimiento de los derechos sexuales y reproductivos.
Como bien se expresó en los años 30’s, el aborto inducido sin tratamiento médico adecuado produce miles de muertes anuales en Chile y, a pesar de que en el presente las medidas de higiene han aumentado, la interrupción del embarazo se desarrolla de igual forma, a través de infusiones de hierbas, venta de misotrol, agresiones y daños autoinflingidos, entre otras formas. Como consecuencia de la ilegalidad y precariedad de estas prácticas, no existe claridad respecto al número de abortos que se desarrollan en nuestro país. Sin embargo, las cifras oficiales nos hablan de 20 mil casos al año, llegando a ser el país con la tasa más alta en Latinoamérica: en 2004 por ejemplo hubo 40 mil abortos, aunque se estima que esta cifra podría ser mayor, pues sólo se contabilizan los casos que resultan en muerte, arresto o internación hospitalaria, tras una complicación en el procedimiento, de la mujer.
A pesar de la constante invisibilización por parte de los Medios de Comunicación, en el último tiempo ha crecido el revuelo sobre este tema, ante el anuncio de Gobierno, que propone un avance significativo a la legislación sobre interrupción voluntaria del embarazo, proponiéndose el aborto terapéutico bajo las siguientes causales: Inviabilidad fetal extrauterina e inviabilidad fetal y materna; riesgo de la vida de la madre; embarazo en caso de violación sexual. Me gustaría ser enfática en que son circunstancias apegadas totalmente a la voluntad de la mujer que será sometida al proceso, por lo que nadie podrá obligar a abortar a una mujer como vociferan quienes sólo buscan coartar nuestros derechos.
El aborto terapéutico es un paso que nos acercará al aborto libre. Este debe ser seguro y garantizado por el Estado a través de la gratuidad en los servicios de salud públicos, el cual es la real necesidad de la sociedad chilena, debido a que la situación de las mujeres que mueren cada año no es abarcada por las 3 causales del aborto terapéutico, sino que sus razones son impulsadas por la interrupción de su proyecto de vida, fallas en los métodos anticonceptivos, falta de conocimiento respecto a la educación sexual, entre otras.
Sin embargo, no basta con necesitarlo, sino con generar las condiciones para que el aborto pueda ser adoptado sin prejuicios por nuestra cultura, ni sea una oportunidad para escapar de las consecuencias de nuestras propias irresponsabilidades. Lo que debemos construir es educación sexual en cada colegio, escuela, liceo o instituto, sin lenguaje ni herramientas que satanicen y castiguen ésta, de igual forma, la entrega de la Píldora del Día Después y sobre todo potenciar la soberanía sobre nuestros cuerpos, para que todos sepamos que realmente nos pertenece y que decidir sobre nuestro cuerpo es decidir sobre nuestra salud y en fin, sobre nuestra propia vida, logrando que el estado garantice nuestros derechos sexuales y reproductivos.
—
Imagen
Comentarios