La crisis energética que hasta hace poco sólo manifestó en el cambio climático se instaló con rudeza y tragedia en el suministro domiciliario que deja como saldo un cuestionamiento agudo a la matriz energética en Chile. Parece una paradoja cruel pensar en que nuestro país, líder en el desarrollo de energías no convencionales, sufra en su médula ciudadana de fuertes alzas y carestías en el suministro de energía.
El Estado en su diseño de la política energética para el siglo veintiuno contempla trasladar la generación de nuevas fuentes de energía desde las convencionales a las no convencionales. Este largo proceso que naturalmente como ha ocurrido en la historia de Chile, ha sido impulsada por el sector productivo ligado a la minería extractiva en los sucesivos ciclos que ha requerido una serie de impulsos modernizadores en el ámbito energético a fin de cubrir las necesidades de extracción y venta de minerales. Este hecho basal en la historia económica del país ha dejado como saldo que el consumo energético de la población del país se vea beneficiado en algunos espacios geográficos con mayor énfasis que otros, pero no solucionado a cabalidad al presente mostrando forados ostensibles desde la sustentabilidad.Es imperativo levantar una gestión real en los municipios chilenos que apunte a concretar medidas respecto a la carencia y alto costo de la energía en nuestro país
Sin embargo, a fines del siglo XX y con los cambios sucesivos que ha experimentado la matriz energética mundial, Chile ha comenzado lentamente transitar este proceso, pero en la transición en que nos encontramos la situación en torno al consumo de la energía para la red domiciliaria se ha vuelto un fenómeno complejo y lleno de obstáculos que dificultan un horizonte a corto plazo.
Municipios energizados
Uno de los elementos que burocratizan mayormente hoy en el estado las políticas energéticas es la escaza bajada que se hace a entidades territoriales, gestión en el territorio y ausencia de dichas políticas. Es en este contexto que los municipios son los socios claves en el proceso. No es que hoy sólo tengan el desafío de hacerse eco de las políticas energéticas estatales del gobierno central, eso ya fue una tarea agotada en el siglo XX, sino que deben hacerse parte en la gestión territorial de dichas políticas energéticas en todas las esferas que ello involucra. La tarea es hoy imperativa ya que el encarecimiento y privaciones que presenta en el horizonte la esfera energética son apremiantes.
En la gestión del territorio los municipios tienen una serie de potestades que pueden implementar y hacer extensivas a la comunidad local. Una de las principales “bajadas energéticas” al territorio es la iniciativa implementada y auspiciada por el Ministerio de energía y por la Agencia de Sostenibilidad Energética denominada “ Comuna Energética” que si bien se ajusta a una medida primaria, inicial, es insuficiente hoy para los grandes desafíos que presenta de cara al siglo XXI. Su implementación ha sido un tránsito lento y está orientada al derrotero de las comunas rurales que si bien la necesitan con urgencia, no causa el impacto deseado en comunas y municipios populosos ajenos a una masa crítica orientada a valorizar las energías no convencionales.
Es imperativo levantar una gestión real en los municipios chilenos que apunte a concretar medidas respecto a la carencia y alto costo de la energía en nuestro país. En este contexto, la comuna como un ente articulador está llamada a crear con las organizaciones territoriales disponibles una red de instalación de energía solar, expresada en parque y paneles fotovoltaicos. Este nodo crítico destinado a propagar la energía de bajo costo debe ser capaz de articular en los amplios sectores urbanos una solución real destinada a la instalación, habilitación y conexión a la red domiciliaria.
La clave está en la alianza entre las organizaciones territoriales y los operadores de energía que no necesariamente son compañías privadas y van en una amplia gama de instituciones que engloban también al sector minero. La medición de entidades estatales como los municipios en un rol activo es fundamental, ya que permite focalizar las demandas y encauzar el flujo de medidas a implementar de una manera eficiente y con acompañamiento de las organizaciones territoriales. Es el efecto deseado para que muchas de las medidas de mitigación englobadas en el cambio de matriz energética puedan tener una efectividad real en las comunidades. Este panorama de cambios no está completo sin la presencia de la educación a nivel territorial y a batería de estrategias didácticas que debe permear en todas las capas del territorio para crear el efecto deseable de que la energía en el territorio, y especialmente las energías no convencionales, son deseables y cumplen una función estratégica en la vida de las comunidades.
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