Durante estos meses hemos tenido que resucitar un hábito que se nos olvidó producto de la velocidad con la que vivimos hoy, el uso de bolsas “reutilizables”. Esto debido a que se cumplió un ciclo con las bolsas plásticas, un ciclo que finalizó de una manera poco elegante.
El “fin” de las bolsas plásticas trae al menos 4 consecuencias inmediatas:
- Reducción de daño por contaminación (la más utilizada para respaldar la ley)
- Reducción de energía por fabricación, transformación, transporte y obtención de materiales
- Exploración de nuevas formas de degradación acelerada del plástico para su utilización en bolsas (Innovación)
- Recuperación de hábitos amigables con el medio ambiente, en el uso de 1 bolsa para más de 1 compra.
En un ámbito más reflexivo, hace unos 30 años al menos, teníamos costumbres que hoy nos son obligadas, como ir por el pan en una bolsa de malla, comprar leche en carrito repartidor con botellas de vidrio y en una experiencia más personal, en una familia ligada a la costura, fueron cercanos para mí artefactos muy complejos como la máquina de coser y otros no tan complejos pero útiles como la caja de galletas donde se guardaban los hilos y agujas que se ocupaban. En este artículo es donde me detengo ahora, ya que guarda un secreto sencillo pero trascendente: el de vivir más allá de el uso para el cual fue concebido. Quienes fabricaron este envase, lo hicieron para que proyectara la imagen de galletas, desconociendo quizás que su posterior uso sería aún más reconocido…el de costurero.Sin duda que algunos de estos cambios en la industria y en nuestros hábitos nos permitiría utilizar la energía de forma eficiente
La idea del “costurero” esta más vigente que nunca, ya que experimentamos un “segundo cambio” en la cultura de los envases; el primero fue cuando cambiamos el vidrio y otros materiales por el plástico, debido a que es un material muy versátil, resistente y reciclable; sin embargo, como en muchas cosas “nos pasamos de la raya” y transformamos una de las principales fortalezas que tiene el plástico (su durabilidad), en su principal debilidad.
Hay un factor común entre el envase de las galletas y los envases de plástico; es que en ambos se utiliza energía y materiales para su fabricación. Es aquí en donde finalmente debemos plantearnos desafíos:
Uno de ellos es que los diseñadores industriales piensen en los envases como artefactos “trascendentes” y se establezca aquí una competencia, donde gana aquel que sea capaz de generar un producto de 1 consumo para más de 1 uso. Para el consumidor, que al igual que las Abuelitas le daban a la caja de galletas una segunda vida, antes de botar los envases pensemos en cómo podríamos darles un segundo uso (sin caer en el mal de Diógenes, claro está).
Otro desafío es para las empresas de bebidas gaseosas, es que exista una homologación de sus envases plásticos retornables (resulta inoficioso hoy diferenciarse de la competencia en un envase plástico) y la eliminación de los desechables; el impacto que generaría es similar al del fin de las bolsas plásticas indicado al comienzo.
Sin duda que algunos de estos cambios en la industria y en nuestros hábitos nos permitiría utilizar la energía de forma eficiente, y cuando me refiero a la energía no es solo la que las industrias consumen para fabricar los envases que utilizamos, también la que se utiliza para transportar estos envases y almacenarlos; y una vez consumidos, transportarlos nuevamente y reciclarlos si es que se puede.
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