Siete años en búsqueda de la inclusión

Los primeros años de mi hijo  fueron muy difíciles, llamaban las tías de los jardines para que lo retiráramos por sus conductas “disruptivas”, ¡odio esa palabra! Que gritó, que mordió a un niño, que tiró escupo, que botó un mueble, que no hace caso, que se escapa al patio, que le pegó a un niño, que no quiere comer, etc. ¡y yo desesperada! Como si otros niños y niñas neurotípicos “normales” no hicieran eso también.

Tenía un pequeño en mis brazos, al que amo con todo mi corazón, al que quieres proteger a toda costa y no entiendes qué pasa con él, con los jardines, ni se asoma por tu mente que puede ser autista, te sientes en el más absoluto desamparo.

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En muchos colegios dicen “aquí hemos tenido varios niños autistas”, casi como si eso los hiciera expertos, pero en su ignorancia no saben que las y los autistas, así como el resto del mundo son diversos y sus formas son diversas

Llegamos a un jardín con cámaras, ahí las tías fueron más intuitivas y me dijeron que creían que algo no andaba bien con él, me dije: “problemas otra vez” ya estaba traumada, a pasar de que me enojé con ellas, les hice caso y lo llevé a un psicólogo. El psicólogo nos dijo que podía ser asperger y el psiquiatra que no, entonces fuimos a dar a una neuróloga que dijo que es autista y lo envió a terapia.

El problema en los jardines es el mismo de los colegios, mallas curriculares universitarias con casi cero educación sobre necesidades especiales, entonces claramente egresan Educadoras y Docentes con cero capacitación o casi nula, y al salir  no pueden o no se quieren educar al respecto y deben trabajar con algunos sostenedores que derechamente no capacitan a su personal o lo hacen someramente y ¡para que hablar de algunos colegios privados!

Mi hijo estuvo en un colegio particular de “integración” y la directora me dijo ¿por qué no te lo llevas? Acá no lo podemos tener, la frase típica “no hay recursos”.  Sentí una apuñalada que me atravesó el corazón.

Nos quedamos sin colegio en Kínder, a medio semestre, encontramos liceo y alcanzó a ir el segundo semestre donde lo acogieron con mucho amor y cuando pasó a primero básico ¡empezó la pandemia!

Al  volver a  la presencialidad, ¡estábamos tan ilusionados! Pero poco nos duró porque al tercer día de clases me llaman para decirme que mi hijo le pegó a tres niños “porque no quería que prendieran la luz” ¿Cómo a nadie se le ocurrió que a un Autista le podía molestar la luz, por qué no alejaron a las y los niños para que no lo colapsaran aún más y lo sacaron con calma de la sala? Claro,  nadie supo reaccionar, ya que no tienen experiencia concreta y capacitación en manejo de niños y niñas autistas en aula. Otro día me llamaron porque “estaba gritando”, sí, no es broma, yo llego y los auxiliares de la educación, desesperados, no los culpo, otra vez falta de experiencia. Entonces les digo, “se está autorregulando” y le pregunto ¿amor por qué estás gritando?, y me responde: Es que estoy muy feliz porque cuando suena el timbre tú me vienes a buscar.

Aquí el problema es que a pesar del decreto 170 que crea el PIE, la Ley de Integración que otorga financiamiento extra por cada alumno con necesidades especiales, en los colegios, ya sea por desconocimiento de la implicancia que tiene, o quién sabe, quizás por ahorrarse unos pesitos, contratan personal que no está suficientemente calificado para trabajar en un proceso de inclusión de niñas y niños autistas, quizás tienen el conocimiento profesional, pero no la experiencia tangible, esa que les permite adelantarse y saber cómo reaccionar, cómo contener, comunicarse con ellos, ejecutar un proceso real de inclusión involucrando a las y los compañeros (para evitar el  bullyng) al personal auxiliar, profesoras y profesores. En muchos colegios dicen “aquí hemos tenido varios niños autistas”, casi como si eso los hiciera expertos, pero en su ignorancia no saben que las y los autistas, así como el resto del mundo son diversos y sus formas son diversas, no hay uno igual a otro y eso es lo que un profesional preparado sabe identificar, para potenciar y como dije,  lograr una verdadera inclusión.

Si en el mundo de la educación no se entiende esto, vamos a seguir vagando de colegio en colegio, de jardín en jardín con nuestros niños y niñas, porque a pesar de la existencia de una ley, no en todos los centros de educación hay capacitación al personal educacional y eso debe venir desde el sostenedor,  que a su vez debe  tomar conciencia y comprometerse  con la inclusión, porque de lo contrario está obstaculizando su camino y abriendo las puertas al Bullyng.