La educación pública está muriendo, pero no muere por el ranking, muere porque está descuidada, muere porque le llegan migajas. Muere porque hasta los cobijados por la misma educación pública la olvidan y la abandonan, tal como a sus mismos compañerxs.
Últimamente nos hemos fijado en cómo nos afecta el famoso ranking de notas y cómo nos ha sacado el más profundo chovinismo y amor incondicional a nuestro colegio para luchar contra él. Pero, ¿alguien se ha preguntado qué pasa con la educación pública? Sólo hemos agotado nuestros esfuerzos para intentar terminar con este ranking ya que afecta la más anhelada aspiración de la clase media: entrar a la educación superior, para sacar un título, ser mejores que nuestros padres, vivir cómodamente y tener un autito con la insignia del glorioso Instituto Nacional José Miguel Carrera, el que tanto nos brindó cuando éramos jóvenes.
Pero claro, con el ranking todas esas palabras y sueños se truncan, ya que probablemente terminemos como jóvenes con grandiosos sueños frustrados por su culpa. Recordemos las palabras de algún vicerrector lolein que recién salió: “El enemigo aquí es Juan Manuel Zolezzi”.
La educación pública está muriendo, pero no muere por el ranking, muere porque está descuidada, muere porque le llegan migajas. Muere porque hasta los cobijados por la misma educación pública la olvidan y la abandonan, tal como a sus mismos compañerxs.
Nuestro glorioso Instituto Nacional, el que amamos porque nos preparará para la universidad teniendo un nivel de exigencia muy superior a cualquier establecimiento público, está cayendo, pero sus mismos alumnos, que lo aman, que dejan al descubierto el asqueroso chovinismo propio de los emblemáticos cantando el armonioso y emocionante himno institutanoen cada marcha convocada por el magnífico rector (subrogante), están pasando a llevar a sus compañeros, los que veremos este barco con nuestro pasaporte al ascenso social, hundirse.
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