La primera infancia, y los cambios de sentido en la formación de los sujetos infantes en Chile, ha experimentado un conjunto de definiciones en una sociedad en tensión que aspira, por un lado, a la equidad e inclusión educativa, y por otro, mantiene los sistemas en estatus quo para atender al orden social. La inequidad, segregación y desigualdad dentro de los sistemas educativos Latinoamericanos que experimentan niños y niñas, levanta una arista de estudio a la Justicia curricular.
Así desde la perspectiva de Bolívar (2005), un sistema educativo será más equitativo que otro si las desigualdades en el ámbito educativo son ventajosas para los más desfavorecidos y, además, se cuestiona de forma continua cómo mejorar la condición de los peor situados. Estas realidades, se tornan menos opacas cuando surgen experiencias innovadoras como semilleros de resistencia en la generación y puesta en marcha de currículos democráticos (Apple y Beane, 2005; Schultz, 2007).La justicia curricular puede orientarse a la generación de condiciones para que una comunidad construya marcos de selección de conocimientos y defina su identidad, establezca sus campos de conocimientos, promueva el diálogo y el aprendizaje situado y contextualizado.
Este solo escenario, interpela a la primera infancia y al currículum oficial de este nivel educativo. Sus nudos críticos estarían referidos a dos fuentes de tensión; por un lado, la selección arbitraria de contenidos que no atienden a la necesidad y la riqueza del contexto geográfico de las infancias invisibilizando la diversas de las aulas infantiles y la homogeneización de prácticas docentes, aprendizajes e instrumentalizaciones infantiles se enmarcan como elementos de distinción. Sin embargo, la justicia curricular desde la perspectiva de Rawls (1997) estaría dada por el establecimiento de los contenidos basales y consensuados para el aprendizaje infantil garantizando igualdad de acceso en un segmento amplio de la población latinoamericana; situación que en parte respondería a los problemas de justicia curricular.
Autores como De la Cruz Flores (2016) señalan que el currículum en general responde a decisiones de orden político sobre lo que se espera de los sistemas educativos y sus actores y su complejidad en tanto el currículo expresa y traduce parte de los conocimientos y valores culturalmente seleccionados; situación que inevitablemente en los sistemas latinoamericanos develan los vacíos e inconsistencias epistémicas en la formación y construcción del sujeto niño-niña. De este modo, la justicia curricular puede orientarse a la generación de condiciones para que una comunidad construya marcos de selección de conocimientos y defina su identidad, establezca sus campos de conocimientos, promueva el diálogo y el aprendizaje situado y contextualizado.
El currículum para la primera infancia en Chile, hace una declaración explícita del sujeto infante a formar. Sin embargo, los ejes nucleares en la formación se diluyen en declaraciones humanistas valorables, pero que no resuenan en la formación de los educadores, en las prácticas de los educadores en ejercicio ni en las experiencias de aprendizaje de niños y niñas reduciéndolos a elementos estéticos de discurso; que no se materializan en la implementación curricular ni en las prácticas educativas para la generación de aulas respetuosas, equitativas e inclusivas.
Es urgente, por tanto, y espcialmente en el momento histórico en el cual nos encontramos resituar el concepto de Justicia curricular. En este sentido, Teregi (2008) nos propone a la base de este enmarque, un sentido profundo sobre el acceso de todos a los aprendizajes, como derecho esencial para niños y niñas.
Para resolver este dilema, no bastan currículum oficiales, racionalidades especificas, sino abordar el tema de la justicia, desde un entramado complejo que incluya y redefina este concepto en las aulas infantiles; o al menos en un primer paso tan solo las visibilice.
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