En general, la mayoría de los profesores nos formamos en un sistema academicista, en el que el docente debe ser quien enseña, el estudiante el que aprende y lo que debe aprender son los contenidos que el currículum nacional establece
Tod@s quienes estamos de alguna manera ligados y/o involucrados con los procesos educativos formales en Chile vemos cómo ha venido cambiando en la macro estructura, que abarca desde el sistema de financiamiento, hasta los enfoques más particulares como lo reflejan las orientaciones y políticas que emana el ministerio de educación, la búsqueda de asegurar educación “de calidad”, con equidad e inclusión.
Se pide a las escuelas que se apropien y empoderen de los enfoques educativos que como país buscamos. Esto implica ir más allá que simplemente un cambio en la forma en que se debe gestionar el currículum nacional. Requiere remover las estructuras más complejas, se requiere un cambio de paradigma frente a lo que por décadas tenemos incorporado en el inconsciente colectivo como concepto de educar.
En general, la mayoría de los profesores nos formamos en un sistema academicista, en el que el docente debe ser quien enseña, el estudiante el que aprende y lo que debe aprender son los contenidos que el currículum nacional establece y que el docente tiene que enseñarle, esto aún cuando por años el currículum define claramente como objetivos de aprendizaje algo mucho más profundo que una simple transmisión de conocimientos.
Cuando iniciamos conversaciones referidas a estos temas, rápidamente surge en el discurso de l@s profesor@s aquella defensa de que “siempre hemos formado en valores”, “los objetivos fundamentales transversales están desde siempre y no hay nada nuevo en todo esto”. Sin embargo, cuando uno lee en un segundo nivel de lectura las leyes que impulsan estos cambios, las políticas del ámbito de la convivencia y formación social y ciudadana, las bases curriculares, el modelo de gestión para el mejoramiento continuo, etc. y los lee en un entramado que los articula, nos damos cuenta que sí hay un enorme cambio desde «dónde» debemos enfocar los procesos formativos y educativos de nuestr@s estudiantes.
Un dolor punzante en los equipos directivos y docentes de nuestras escuelas, es encontrar cómo articular todo lo que el sistema le demanda y cómo hacerlo carne en su día a día.
Sólo un cambio de enfoque con un abordaje de las políticas y el currículum de manera sistémica apoyado en aquel ejercicio que Sócrates trabajaba y que hacía profundizar en los sentidos de conceptos que tenemos arraigados en el inconsciente, para hacerlos emerger y visualizar en ello los reales orígenes de aquellos nudos que traban la gestión de las personas que trabajan en la escuela, que repercuten en la gestión realizada en la escuela, iniciarán un real impacto y mejora en lo que nuestr@s estudiantes deben aprender.
Existe un cómo para lograrlo que desarrollaré más adelante, sin embargo es irresponsable buscar un cómo, cuando el qué no se tiene del todo claro, es aquí donde debemos iniciar nuestro proceso de cambio en las escuelas, desde el núcleo de cada establecimiento educacional, pues no existe «pastillita mágica» que desde fuera me traiga la solución.
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