El viernes 22 de diciembre, a solo días del balotaje presidencial, pasó casi inadvertida la segunda entrega, de las cuatro contempladas, de resultados del censo 2017. La importancia de esta segunda entrega se haya en que -a diferencia de la información preliminar proporcionada en agosto recién pasado- corresponde a resultados definitivos de variables básicas, tales como detalles regionales, provinciales y comunales de población, grupos etarios y vivienda, entre otros aspectos.
Las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), de acceso público en www.ine.cl, nos dejan varias reflexiones que impactan de una u otra manera en las decisiones de política pública que se adopten o modifiquen en los próximos años, y en particular, durante los siguientes dos lustros, hasta que se materialice un nuevo censo, tal como debiera ocurrir de acuerdo a la ley.
[texto_destacado]En principio, en una primera mirada del informe y algunos datos entregados por el INE, es posible sacar algunas conclusiones en tres aspectos. En primer lugar, la tasa de crecimiento de la población, el que se observa moderado. Menor que lo esperado, pero a tasas aún insuficientes para alcanzar una relación óptima entre población activa laboralmente e inactiva, en particular tercera y cuarta edad.
Un segundo aspecto, dice relación con la composición etaria de la población, en donde llama, particularmente la atención, el envejecimiento de nuestro país y la baja tasa de reemplazo de la misma.
Por último, el censo aporta una serie de antecedentes, latos de analizar, relacionados con la disponibilidad de viviendas, y especialmente, la proporción de habitantes por vivienda que se puede inferir con estos datos.
La tasa media anual de crecimiento, el INE, la consigna en 1,06%, el cual, de acuerdo a estimaciones estadísticas del Banco Mundial se encuentra en línea con las tasas que muestra América Latina (1,0%), en general y los países de ingreso medio (1,1%). Por otra parte, nuestra tasa media se haya muy por sobre lo que muestra la Unión Europea (0,4%), países OCDE (0,7%) y América del Norte (0,7%).
Si bien, según propias estimaciones del INE se esperaba constatar más de 18 millones de habitantes en el censo, la menor cifra de 17,57 millones de habitantes, y el crecimiento implícito en ella, nos deja como primera interrogante si ¿la tasa de crecimiento es producto de una modificación significativa de las tasas de mortalidad y de fallecimientos, o bien, de los procesos migratorios?, que corresponden a las variables que componen el indicador.
La hipótesis razonable de plantear por el momento, en tanto se materialice la tercera y cuarta entrega de información del censo, programadas para abril y junio de 2018, es que la población chilena se encuentra en tránsito respecto de sus expectativas de vida, así, la tasa de fallecimientos en el período ha de haber disminuido proporcionalmente a la tasa de nacimientos. Luego, hay que reconocer que en Chile se ha vivido un proceso migratorio intensivo en los últimos años, proveniente –principalmente- de países de la región.
Los fenómenos descritos llevarán necesariamente a, en primer lugar, un incremento del Producto Interno Bruto (PIB) Per Cápita del país al disminuir la base de desagregación. En segundo lugar, el aporte productivo de las personas mayores y los inmigrantes, poseen un efecto favorable –o al menos neutro- en el crecimiento económico del país, en la medida que la tasa media anual de crecimiento no sea superior a la tasa de crecimiento del PIB total; por lo demás, siendo estrictos con la teoría económica, es posible inferir que gran parte del crecimiento del PIB obedece justamente al crecimiento de la variable trabajo o fuerza laboral, la cual está determinada por el incremento de la población.
Los niños entre los 0 y 14 años, representaban en 1992 el 29,4% de la población, hoy representan solo el 20,1%. Esta es una disminución muy significativa, si consideramos que en un máximo de 15 años, y desde ahí por los próximos 50 años, este grupo etario será el componente sustantivo de la fuerza laboral.
Claramente, tenemos un problema no menor en las potencialidades de crecimiento de nuestra economía, en la generación de riqueza. Los efectos se harán nítidos, a tasas actuales a partir del año 2025 en adelante, bajo una estimación lineal; es decir, una vez concluido el segundo gobierno de Sebastián Piñera.
Sin duda, debemos estar abiertos a incrementar la fuerza de trabajo laboral disponible en nuestra economía. Para eso es necesario e importante incrementar la tasa de natalidad, o bien, incentivar la llegada de migrantes, que pareciera ser la medida más a la mano y de efecto más inmediato.
Otro aspecto significativo en cuanto al envejecimiento de la población, según la información que arroja el Censo 2017, es el incremento desde un 6,6% a un 11,4% de las personas mayores de 65 años. Es casi la duplicación de este grupo etario.
Pareciera, por vez primera en nuestra historia, que el histórico déficit habitacional que se observó en nuestro país, se ha revertido o al menos ha disminuido de manera significativa.
Los efectos del incremento de la población de tercera edad, y cuarta también, poseen el mismo efecto que la disminución de los niños entre 0 y 14 años. La diferencia es que si bien se pueden tomar medidas inmediatas con la carencia de mano de obra, por ejemplo, no es posible fomentar la emigración de individuos de tercera y cuarta edad; no son exportables. Por lo tanto, las medidas sobre esta materia deben ser serias e implementadas con la suficiente anticipación.
Pareciera inevitable, entonces, postergar por más tiempo la discusión previsional, en cuanto a incrementar y homologar –o al menos incentivar- la edad de jubilación de la fuerza laboral acorde a las expectativas de vida. Atendido que los efectos también debieran hacerse particularmente nítidos al término del segundo mandato de Sebastián Piñera y el gobierno que le siga, en tanto se discuten las reformas previsionales o más aún los sistemas previsionales, habrá que recurrir a la política migratoria para sostener el nivel de crecimiento y la dependencia demográfica en la composición de la población.
6,5 millones de viviendas para 17,5 millones de habitantes. La proporción de habitantes por vivienda es de 2,7 habitantes por vivienda. Sin embargo, en éste ítem de carácter social, es importante incluir en el análisis la distribución territorial de los inmuebles junto con la densidad poblacional al mayor nivel de desagregación posible.
A nivel regional, como sondeo de la distribución de individuos por vivienda en el país, la región de Antofagasta es la que posee el mayor índice, alcanzando 3,1 individuos por unidad. Le siguen de cerca, la región Metropolitana, de Arica y Parinacota y, de Tarapacá.
Llama la atención la región del Biobío y de la Araucanía, que habitualmente lideran los índices de pobreza nacional, con un marcado énfasis étnico. En las cifras del censo, se observa bajo el promedio nacional, en la disponibilidad de viviendas. Será necesario analizar con detalle las denominadas comunas mapuches, para verificar los antecedentes de pobreza según los parámetros que nos hemos definido.
Pareciera, por vez primera en nuestra historia, que el histórico déficit habitacional que se observó en nuestro país, se ha revertido o al menos ha disminuido de manera significativa. Será necesario que los especialistas en la materia, profundicen más al detalle los antecedentes, para un diseño más efectivo de políticas públicas relacionadas con ésta materia.
Por ejemplo, es importante replantearse en lo inmediato los planos reguladores regionales, pues el costo fiscal de explosiones significativas de las conurbaciones, puede orientarse a otras materias más sentidas por la población. El costo fiscal indicado, está dado por materias tales como las inversiones en infraestructura, conectividad, educación pública, salud pública, e indirectamente también, en los costos asociados al cambio del uso de suelo que suele alejar, con el respectivo costo de transporte, la producción de alimentos de los centros de consumo.
Otra situación importante de analizar, es aquella relacionada con la regulación de las viviendas sociales y básicas. Con esto me refiero a metros cuadrados por núcleo familiar o habitacional, dependiendo de su composición, regulación de accesos y zonas que permitan el desarrollo social de los habitantes (áreas verdes, recreación, carabineros, bomberos, etc.).
Si se desea crecer más, debemos abrir las puertas de nuestro país…
En cuanto al crecimiento y composición de la población, y en particular del comportamiento que ha experimentado, y experimentará en el futuro inmediato, la fuerza laboral será necesario sincerar una política migratoria que permita sustentar la capacidad de crecimiento del país. Si se desea crecer más, debemos abrir las puertas de nuestro país, y así como países que ya han vivido experiencias similares en el pasado, ofrecer mecanismos de desarrollo e inserción a nuestra cultura, de los menores de 15 años hijos de inmigrantes.
Desafíos que chocarán con algunos paradigmas de larga data presentes en nuestro país, pero que es necesario reformular si deseamos alcanzar un nivel de desarrollo aceptable.
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