En la comuna de Santiago, el ‘mecanismo policial’ ha sido altamente visible como política pública ante el comercio ambulante (Meiggs, Metro, Paseo Puente). Hace unos días, se realizó una estrategia de ‘copamiento policial’ en sectores críticos de Concepción. Y lo mismo en Talcahuano. Todos bajo la misma línea: echar mano a la ‘herramienta policial’.
Segundo, días atrás, en las redes sociales del municipio de la ciudad capital, se hablaba de la necesidad de «eliminar» el comercio ambulante, así sin más.
Ante estos dos hechos, un dato y una recomendación.
El dato. El desborde de las veredas de los centros de las grandes ciudades, producto de un comercio ambulante desmedido, es un fenómeno común que viene siendo un problema hace años. En 2017 la Cámara Nacional de Comercio realizaba un estudio en distintas comunas para caracterizar y realizar recomendaciones sobre cómo abordar este problema.Cualquier política de «eliminación» directa o indirecta del ambulante de las calles de alguna ciudad, hace que este comercio se traslade a las calles de alguna ciudad vecina, o en ciudades grandes a otros barrios.
Las conclusiones eran bien distantes a las que hoy predomina en el sector oficialista. Según el estudio, la erradicación del ambulante y las medidas punitivas son estrategias poco eficaces, que consiguen lo contrario a lo que pretenden buscar y terminan propiciando mejores tácticas para evadir la fiscalización. El estudio recomendaba realizar medidas de formalización con las instituciones locales y generación de acuerdos entre todas las actorías.
Era la misma CNC quien instaba salir del foco de la política sancionadora y persecutora para abordar el fenómeno ambulante (no porque sí sino porque empíricamente no consigue buenos resultados) y priorizar acciones de formalización, de delimitación, de trabajo conjunto y compromiso ciudadano.
Una estrategia, dicho con palabras simples, de ordenamiento (en cogestión) y no de copamiento (policial).
¿Quiere decir eso que la vía del ordenamiento reemplazaría al control policial? No. Quiere decir que la acción policial (desde la multa al decomiso) deben ser la última herramienta que se active cuando las demás vías hayan sido agotadas. El copamiento policial no debe ser la primera herramienta, mucho menos la única.
En plena pandemia se dio una situación que puede servir mucho para graficar un efecto perverso que trae la estrategia de «eliminación».
Cuando se decretó confinamiento total en las comunas de Valparaíso y Viña del Mar, el comercio ambulante (que ya venía siendo una problemática importante para el Gran Valparaíso) creció exponencialmente en Quilpué y Villa Alemana. Porque, claro, la fase 1 enfocada en limitar la circulación masiva de personas en las calles generó de manera indirecta una «eliminación» circunstancial del ambulante, pero trasladándolo a otros lugares.
¿Qué enseñanza nos deja esto? Que cualquier política de «eliminación» directa o indirecta del ambulante de las calles de alguna ciudad, hace que este comercio se traslade a las calles de alguna ciudad vecina, o en ciudades grandes a otros barrios.
Porque copar con policías el centro de alguna ciudad puede producir alguno de estos 4 efectos: 1) que los ambulantes aguarden escondidos mientras la policía se retira, para posteriormente volver (correteo); 2) que los ambulantes se trasladen a otros barrios de alto tránsito, dentro de la misma ciudad; 3) que los ambulantes se trasladen a una ciudad vecina, donde no haya copamiento policial. Y común a todas las anteriores, 4) el enfrentamiento. Todos efectos contrarios a los que se busca producir. Ninguno lo erradica definitivamente.
Peor aún, es evidente que la herramienta policial no puede ser sostenible como política pública permanente. Tal como no hay policías en cada micro para que paguemos el pasaje, ni hay un policía por semáforo para que crucemos con verde. El pacto social, la legitimidad, el sentido de una política, no emana nunca desde lo represivo.
La actividad comercial ambulante persiste a las estrategias de erradicación y punitivas porque es un fenómeno complejo, que responde a factores estructurales, principalmente por la crisis de desigualdad, de empleo, de salarios (y ahora de precios) que caracteriza a nuestro país, no es una mera fuente de empleo a la que se opte. Y como siempre, aunque no sea aliviante escucharlo: los problemas complejos requieren necesariamente una política pública también compleja, integral si se quiere.
Partamos de la base que nadie quiere solucionar el problema de un lugar, trasladándolo a otro. Si queremos buscar alguna vía medianamente exitosa de ordenamiento al comercio ambulante es fundamental salir del paradigma sancionatorio, punitivo. Es importante recorrer alternativas sociales, institucionales, dialogantes, integrales, para hacer frente a un fenómeno que a todos nos incomoda y sin embargo la mayoría fomentamos con nuestras compras.
Es verdad que la práctica del comercio desde la informalidad y la precariedad, conlleva en ciertas situaciones la venta de productos reducidos, falsificados y de contrabando; mafias, violencias, inseguridades; produce competencia desleal. Este es justamente el síntoma de un fenómeno sistémico de vulnerabilidad que por lo mismo debe ser abordado sistémicamente, porque la gran mayoría de ambulantes se gana la vida de la forma más correcta posible.
Mirar las experiencias de aquellas ciudades donde se están explorando métodos distintos puede ser una vía, no quedarse con la solución más rápida y altamente televisiva. Partir por la cogestión y el trabajo multi-actoral es la clave.
Comentarios