No podemos darnos el lujo de invertir recursos públicos y de proyectar un gran sueño regional basado en el desarrollo académico para luego comprometerlo con una idea positiva de espíritu pero que aún resulta compleja en la práctica.
El anuncio de la creación de una universidad estatal en la región de O’Higgins ha dado pie a una serie de discusiones en torno a los distintos lineamientos que deben plantearse en la etapa previa a su concreción; de ellos, uno de los puntos de mayor discordia ha sido el lugar geográfico en que se situará.
Hay quienes promueven su instalación fuera de la capital regional – situándola en San Fernando, Rengo o Santa Cruz – con el argumento de la descentralización como fin mayor, lo cual no es negativo en esencia, pero debe precisarse con tal de no comprometer la factura del proyecto. Considerando la dificultad que implica consolidar un proyecto como éste, la ubicación, inicialmente, fuera de la capital regional sería una decisión que pudiese arruinar todo el proceso que ha precedido al actual momento.
¿Por qué Rancagua y no otro centro urbano regional?
Sin duda, que los inicios de una institución universitaria no son fáciles, y menos aún en un territorio en que siempre la alternativa de educación superior ha estado marcada por la migración hacia ciudades como Santiago, Valparaíso, Talca y Concepción. Por lo mismo, una universidad en la Región de O’Higgins y proyectada para estudiantes de todo el país debe cumplir con una infraestructura mínima y servicios asociados de libre disponibilidad que aseguren la sustentabilidad del proyecto. Conectividad y movilización continua, una densidad poblacional que asegure la posibilidad de innovación y el flujo de ideas, cooperación público-privada de importancia, disponibilidad de personal docente y una mirada puesta en el futuro son sólo algunos de los puntos que debiesen ser considerados en esta discusión y que hoy sitúan a Rancagua por sobre el resto de las urbes regionales.
La descentralización ha sido el argumento principal de la contra argumentación en este punto. Y ésta como base para un proyecto así siempre es positiva, ahora bien, debemos acercarla al terreno de la realidad y visualizarla según nuestras propias posibilidades. Pensar en una universidad inicialmente instalada en la capital regional para que luego que ésta se encuentre bien asentada y estabilizada diversifique su opción estudiantil a través de sedes en distintos puntos regionales es pensar, a mi juicio, en el futuro con un objetivo claro y el pragmatismo necesario.
No podemos darnos el lujo de invertir recursos públicos y de proyectar un gran sueño regional basado en el desarrollo académico para luego comprometerlo con una idea positiva de espíritu pero que aún resulta compleja en la práctica. En el futuro y siguiendo esta lógica, una vez que hayamos construido las mejores bases posibles de la nueva institución con tal de asegurar un proyecto sustentable, podremos entregarle esa mirada amplia, regional y, en esencia, descentralizada que hoy se demanda.
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