Un plan que instale a cultura desde un imaginario distinto, consolidando visiones y aplicaciones que pongan en valor el territorio, su gente, su patrimonio, su diversidad cultural, natural y social.
Que atienda desde la “gestión municipal y ciudadana”; una nueva gestión cultural basada en el rol del municipio como articulador de las acciones de muchos y facilitador de tantos más: artistas, gestores, comunicadores y activistas (ellos existen de sobra en Valparaíso, la articulación de esfuerzos para objetivos comunes visibles, no).
Cada tantos años, en nuestras ciudades —metrópolis y ciudades medianas especialmente, pero también ciudades pequeñas y territorios rurales— se discute la necesidad de planes estratégicos y la cultura, en el mejor de los casos, es parte de ello. Un plan que aglutine, conduzca, abra ruta y movilice esfuerzos, porque para eso es un plan: para dibujar futuros, para anticiparse, generar acuerdos, sumar actores y recursos, construir presente, reconociendo las experiencias e imaginando nuevos futuros.
Entender un plan de cultura como un instrumento estratégico para la ciudad resulta fundamental. En esto Valparaíso tiene hoy una oportunidad. El plan municipal de cultura de la ciudad acaba de llegar a su fin y cabe plantearse —evaluación y aprendizaje mediante del proceso pasado— una nueva gestión de la “alcaldía ciudadana” como la conductora de un nuevo “plan de cultura”, ya no solo de un “plan municipal” sino de uno “comunal”, uno estratégico para la ciudad; un plan y una gestión municipal que articule y facilite procesos:
- Que atienda las necesidades amplias en las que pueda aportar el sector cultural, expresión, diversidad, creatividad, convivencia, proyecto común, calidad de vida.
- Que se construya con los actores ciudadanos organizados y no organizados: artistas, redes, festivales, universidades, mujeres, colectivos de jóvenes, juntas de vecinos, movimientos barriales.
- Que mire las urgencias, los incendios, el sobrepoblamiento canino, la basura y sus consecuencias en medioambiente que habitamos a diario y en nuestra calidad de vida.
- Que atienda desde la “gestión municipal y ciudadana”; una nueva gestión cultural basada en el rol del municipio como articulador de las acciones de muchos y facilitador de tantos más: artistas, gestores, comunicadores y activistas (ellos existen de sobra en Valparaíso, la articulación de esfuerzos para objetivos comunes visibles, no).
- Que se reúna con patrimonio y turismo mínimamente y se articule con desarrollo comunitario, económico y medio ambiente. Entenderlos separados —un plan de cultura puede aportar a vivir aquí— no tiene sentido para la ciudad Patrimonio de la Humanidad, universitaria, con un potencial económico basado en la artes y economía, creativa y colaborativa y con un histórico capital social organizado.
- Que se conecte con procesos de planificación en curso: Pladeco, Plan Regulador, Patrimonial, etc.
- Que mire desde Valparaíso hacia el interior y conecte el otro puerto, fortaleciendo el diálogo urbano rural tan propio de nuestra región, con tradiciones y prácticas artísticas contemporáneas que conviven y se potencian, con el patrimonio cultural y natural comprendido como activo movilizador económico, cultural y ambiental para procesos de desarrollo sostenibles.
Articular y poner en diálogo acciones, procesos y recursos hará la diferencia para un plan estratégico que se piense y aporte a la ciudad desde el cerro arriba al Plan, Placilla-Curauma, Playa Ancha y Laguna Verde. En esto, la Comisión de Cultura Municipal mucho puede aportar y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes acompañar. En Valparaíso existe hoy la oportunidad de pasar de un plan municipal que mira hacia adentro a uno estratégico del territorio Valparaíso, anexos y conexos, a un plan que se acompañe de una nueva gobernanza, que atienda a un proyecto participativo y de convivencia para espacios de transformación.
En el tiempo del Festival de la Artes, este es uno de los muchos temas que podríamos debatir y compartir.
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