Jamás he tenido sed de venganza. Oh, mi Señor, tú has guiado mi corazón por senderos de tranquilidad. Sobre los desteñidos valles polvorientos he pateado latas y mi alma ha crecido en tu serenidad, que se basa en los tropas que lanzarás contras mi enemigos. Pase junto a ti por los valles de sombras. Eres ese Dios de los ejércitos.
Yo los he escuchado murmurar, tal abeja en un panal, sobre cómo vendrán por mí en las noches calurosas mientras mi ojo desviado mira la puerta. Lo sé…, ellos vendrán para cobrar cuentas viejas. La paranoia no es mi estilo…, para nada.
Terribles pesadillas me aquejan y despierto sudando. Mi esposa me mira con desconfianza y medito sentado con un cigarro entre mis dedos temblorosos la posibilidad que ella sea parte de esta conspiración sacada de los viejos baúles. Ella no sabe nada de mi condición. He sido inteligente al esconder las pruebas de mis oprobios a la sociedad.Llenaré sus casas de mi hedor que al respirar sentirán un extraño dolor. Pondré los vicios sobre sus senderos de sus hijos amados. Animaré la lujuria sobre sus hijas. Llenaré de dudas sus apacibles vidas…
Mi Señor, dame las armas para combatir. Me he arrodillado frente a tu altar exigiendo que me pagues mis buenas obras del pasado. He sido un hombre ejemplar. Todos los domingos estoy en tu presencia golpeando mi pecho. Es el momento que hagas algo milagroso para detener a estos intrusos, quienes quieren lo mío.
Si te contara, aunque sé que todo lo conoces, las humillaciones de las cuales he sido objeto comprenderías mis acciones. Ellos se escondían mirando como fieras al acecho mi vida. Fueron contra mí y levantaron calumnias. Yo no pude soportar tales incitaciones. Guardé los secretos durante años. Pruebas de sus bajezas y un día las mostré en la plaza en medio de la feria de verano de la forma más directa a los espectadores. Tú sabes que en un pueblo pequeño las verdades vuelan como las plumas en el viento. Logré apaciguar a esas hienas, aunque ahora, me llegan ecos de venganza.
Oh, mi Señor, te puedo escuchar en las líricas de las canciones del centro comercial. Me dices: Ellos te deben un grito. Tienes razón. Me lo deben. Un sórdido y desesperado grito de terror.
El terror me liberará de sus intenciones malditas. El terror alimentará mi odio hacia esos impíos y paganos. El terror me hará libre. Solamente que debes estar conmigo cuando inicie la obertura del dolor en contra de estas huestes de traidores a nuestra causa.
Tiembla mi cuerpo de la emoción al poder visualizar sus gritos en la oscuridad. Me regocijo, en mi helada cama de madera, al sentir su nauseabunda respiración de espanto al mirar mis huecos ojos posados sobre los de esas míseras almas.
Mi alma confundida por decenas de años ya no lo está para nada. Recuerdo aquellos días cuando caminaba por las calles envueltas en grandes sauces. Tiempos llenos de vida, risas y sonidos. El silencio produce en mí esta sensación de total desesperanza de ver la segunda venida. Sé que comprendes mi inquietud. Mi imaginación no murió como la carne. Soportar tan cruel destino y vivir sobre nubarrones de recuerdos no es digno.
Yo sé sobre sus burlas mientras beben vino y bañan fresas en la crema. Acarician a sus pequeños hijos y piensan en el futuro hermoso que les espera. ¡Cómo no sentir una abismal rabia desde este cajón corroído por los gusanos! ¿Dime?
Tu respuesta fue dada como una sentencia. Iré por cada uno de ellos. Llenaré sus casas de mi hedor que al respirar sentirán un extraño dolor. Pondré los vicios sobre sus senderos de sus hijos amados. Animaré la lujuria sobre sus hijas. Llenaré de dudas sus apacibles vidas al mirar a los ojos a sus aburridas esposas.
¿Compasión? ¿Tolerancia? No lo puedo sentir en mi corazón, pues ya no existe más. La oscuridad quedó acá y solo imágenes abaten mis pesadillas eternas. Me despiertan noche tras noche y mi amada esposa me mira sin nada que poder decir. ¿Te conté que hasta de ella dudaba? Te lo dije. Han pasado años que hablo contigo desde este hueco sobre el mismo tema.
Me preparo con mis mejores vestiduras. Estoy listo para ir por esos paganos, pues la venganza rompe las barreras de la muerte cuando tú me das la fuerza de las sombras negras condenados a los abismos para regresar del nicho a cobrar los ultrajes en nombre de la bendita. Quiero oírlos gritar.
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