He terminado de leer «La sombra de lo indescifrable», del autor penquista Iván Valeria, un libro autobiográfico purificador; un obligado aterrizaje en el duro suelo de la realidad del ser humano que desde que nace se ve distinto a la gran masa conducida por la simple sobrevivencia de quien no deja huellas existenciales porque no sabe de ser.
Se conjugan historia de vida, liberación de los fantasmas del rechazo familiar, social y cultural, la vivencia política de los ochenta en Concepción, el intelectual arrojado heideggerianamente al simplismo de la sobrevivencia y la confrontación con las decisiones personales, el habitar social del ser, en este caso, es el choque cultural entre el intelecto y la negación del mismo a través del protagonista que se mira a sí en el zigzagueo de los flash back narrativos, como un proceso histórico de imposible linealidad; como el sujeto que ha de probarse como tal para elevarse en el vuelo de la empírica consistencia del sí mismo, el hombre que logra encontrarse tras duras vicisitudes que lo erigen con la madurez del que no debe dejarse sorprender por el exitismo, sino por el aporte ético, moral, político y espiritual del Hombre Nuevo que no incurre en discursos facilistas, sino en la propia transformación crisálida que necesariamente es dolorosa.
Valeria nos transporta a las realidades de muchas familias en la historia del Chile dictatoriado, desde la mirada del joven ingenuo y extraño, el otro de los otros, sorprendido de la brutalidad de la cotidianidad de la vida proletaria inorgánica, sin conciencia de clase, dedicada a la sobrevivencia más primaria para su condición intelectual, un devorador de bibliotecas inútil para el trabajo forzado por la necesidad del hambre, e inutilizado por las vicisitudes de sus opciones.Esta novela marca el disparo definitivo de la carrera literaria del autor, ex alumno de Filosofía de la Universidad de Concepción y actual Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, con título de Administrador Público de la misma institución. El título bien lo señala, la sombra aquella que persigue a los incomprendidos del sistema suele ser indescifrable, pero éste gira y cambia de posición inevitablemente.
Ahí radica el choque cultural, el conflicto centrifugador existencial que lo hace reconocer el efecto de sus propias decisiones en las etapas de la lectura, donde se ve obligado a aprender sabiamente de la astucia del silencio, el aislamiento, la soledad conflictiva del incomprendido, a re-conocerse en su propio valor humano; el hombre culto que desciende a los niveles de la mano de obra barata, no para ser humillado, como parece concluir en muchos pasajes de su obra, sino para aumentar la estatura y horizonte de la mirada del escritor que, sin darse cuenta incluso, deambula entre Sartre, Sencillo, Heidegger, Luhmann, aportando con su obra no sólo su propia liberación espiritual del rechazo, sino que educa desde su experiencia y desconsuelo a otros aislados que el sistema social y humano precisa para mantenerse en equilibrio.
El recorrido por la zona argentina describe con lenguaje amable la realidad de cientos de chilenos que deambulan buscando mejor destino en tierras vecinas; la crueldad de la condición humana en las expresiones de la sexualidad, que en el libro busca un centro de respuesta a la propia soledad del protagonista y su condición de extraño para las mujeres comunes, con sus propias exigencias éticas y estéticas, muy propias de la socialización familiar, en la antítesis determinada y decidida a lo vivido desde la niñez. Podemos reconocer el Chile de los ’80, la Universidad de Concepción, y la ciudad misma, salvaguardando la memoria histórica de los hitos de la cotidianidad estudiantil y ciudadana, la fotografía sociocultural local descrita con la misma limpidez del niño que sale del enfrascamiento lector ante el ruido de la crisis fenoménica del país.
Mención especial merece el espacio dedicado al hombre abandónico y egocéntrico (pg. 147-181), un libro aparte casi injertado en el contexto de la obra, imprescindible para la comprensión del ejercicio liberador del protagonista y del autor, un interesante ejercicio narrativo en la novela experimental que nos presenta Iván Valeria, totalmente necesaria para aplicarla de espejo quienes pertenecemos a las generaciones ochenteras. Esta novela marca el disparo definitivo de la carrera literaria del autor, ex alumno de Filosofía de la Universidad de Concepción y actual Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, con título de Administrador Público de la misma institución. El título bien lo señala, la sombra aquella que persigue a los incomprendidos del sistema suele ser indescifrable, pero éste gira y cambia de posición inevitablemente.
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