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La leyenda de San Saru

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En las escrituras del pensador Confucio se menciona a los tres monos sabios, Mizaru, Kikazaru e Iwazaru, que   representaban las actitudes de no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal, sin embargo con los siglos se transformó en el no querer mirar lo que ocurre a tu alrededor, no escuchar las verdades evidentes y no opinar al respecto.

A la industria del espectáculo la están observando los que no quieren mirar, quienes no la quieren oír y los que evitan emitir opinión que genere compromisos políticos. La industria relegada, discriminada y olvidada que alimenta a más de doscientas mil personas y sostiene ochocientas PYMES, de las cuales el 30% está a punto de desaparecer. Una industria que a su vez incentiva otras industrias, generando negocios para la gastronomía, hotelería, transporte y otros servicios, puede morir en paz y en silencio.


La industria del espectáculo ofrece una metodología de trabajo que ninguna otra industria ha ofrecido. Para empezar, trazabilidad 100%. Cada espectador será identificado con nombre, RUT, teléfono, correo y el asiento que ocupó

Ante la presión, Mizaru se destapa los ojos y da una mirada rápida, Kikazaru escucha el clamor y ambos autorizan a  Iwazaru a decir algo. Está bien, dice este último, abran los teatros con una persona cada cuatro metros cuadrados, es decir, autorizo a que hagas lo que quieres, pero las consecuencias serán tu muerte, pues con un aforo calculado de esta forma, no podrás pagar ni la luz. Al final, los monos sabios de San Saru vieron, escucharon y hablaron. Salvaron.

La industria por su lado, ofrece una metodología de trabajo que ninguna otra industria ha ofrecido. Para empezar, trazabilidad 100%. Cada espectador será identificado con nombre, RUT, teléfono, correo y el asiento que ocupó, de manera que estará ubicado en un lugar preciso del recinto y se conocerá la información de todo su entorno. Si a los días después del espectáculo se produce un contagio, se podrá saber por las bases de datos si asistió a un evento, cómo ubicarle y cómo ubicar a sus contactos cercanos para advertencia y control. Se garantiza además que habrá al menos un metro de distancia entre espectadores y que se tomarán todas las medidas complementarias como temperatura, mascarillas, desinfección de manos, etc. ¿algo más? La venta será 100% por internet para que no haya ninguna fila que presente un potencial peligro. Todo que sea racionalmente exigible se ha ofrecido.

De esta forma se pueden abrir los recintos con un sesenta a setenta y cinco por ciento de su capacidad y la industria comenzaría a producir, más de cuarenta mil hogares tendrían sustento otra vez y se evitaría el cierre de más de doscientas empresas en peligro. Pero para eso se requieren acciones en vez de silencio, se requiere análisis por parte de quienes conocen como funciona la industria por sobre quienes lo hacen mirando desde un escritorio, se requiere diálogo constructivo en vez de decenas de reuniones y conversaciones que no han llevado a nada. Porque finalmente, lo que se requiere es voluntad.

Pareciera ser que el entretenimiento es una bomba virulenta a punto de explotar y no es así. El tema finalmente es político. Nadie quiere firmar una autorización que, de ocurrir un solo contagio, se le pueda revertir en una solicitud de renuncia, en una acusación o en el descrédito de haber sido impulsor de una actividad muy deseada otrora, pero actualmente vetada. La postura política es no caminar cerca del patíbulo, mirar para otro lado y no hablar. La industria no puede garantizar que no habrán contagios, pero no se le puede catalogar a priori como el mayor peligro para la salud de la sociedad. No se tiene en cuenta que esto no comenzó en Marzo 2020, sino con el estallido social, donde la actividad se fue a menos del 40% en cuatro meses, para pasar a cero desde el primer encierro. Las historias que se conocen de artistas que han muerto en condiciones paupérrimas y han sido sepultados por la solidaridad de sus pares, no son fábulas como San Saru, son realidades horribles y desgarradoras.

La primera condición para salir adelante es la voluntad de hacerlo. Hasta ahora no la hay.

TAGS: #Coronavirus Industria Espectáculo

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paolo

28 de agosto

El arte y la música no son como el pan, no son de consumo diario, si dejas de comerlo no te vas a morir, pero son como la fruta o el chocolate, si no los comes de vez en cuando te enfermas, te deprimes (y puedes morir). En ese sentido son necesarios, y ni el chocolate ni la fruta han dejado de venderse en los supermercados. Hay una distorsion con la actividad artistica, un desprecio que está a la vista de todo el mundo. Recién leía a un pelotudo en un diario, hablar del «arte de la politica» (siempre cuando quieren ejemplificar algo nefasto o malévolo ocupan la palabra «arte», el «arte del engaño», «el arte de la corrupción», etc). Incluso quienes dicen respetarlo y apreciarlo es puro eslogan, de la boca para fuera. Durante generaciones la unica funcion aceptada para el arte en este pais ha sido la politica. En ese sentido, poco o nada puede importarles que cierren los teatros o las salas de música, si ellos mismos lo dicen: «la música no debe ser un espectáculo» (y qué debe ser entonces?, la música es un arte escénico y siempre ha sido un espectáculo). Otros mas pateticos, que no son pocos, asocian el arte con «el homosexualismo», por tanto no hablan de arte, sino de «cultura». Ahora es el ministerio «de las culturas», son los mismos que dicen «soy un artista, pero un artista politico», porque a la palabra «arte» le tienen tirria. En este pais la actividad artistica sufre un desprecio transversal, completo, es un sector subsumido y subyugado por una manga de pelotudos.

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