En el mito griego de Ulises y las sirenas, según el canto XII de La Odisea, mientras Ulises vuelve con su tripulación a Itaca desde donde se había ido, en un momento tenían que atravesar el lugar donde se hallaban las sirenas. Se desconoce la forma que tenían las sirenas, algunos dicen formas de animal con plumas, otros mitad de cuerpo de pez y cuerpo femenino. Más allá de esto, lo que hacían las sirenas era cantar un canto que atraía a los navegantes y los hacía fallecer, porque chocaban contra de unos arrecifes al entrar en un frenesí embobados por el sonido del canto de las sirenas. Entonces, Ulises, que era un héroe muy conocido por sus ardides, ordena que toda la tripulación se tape los oídos con cera para no escuchar el canto y él decide escucharlo amarrado al mástil. Ulises escucha, siente el éxtasis del canto y a pesar de frenesí que experimenta, está atado y así logra experimentar el goce.
Este mito tiene varios elementos que han sido pensados por distintas personalidades. Uno de ellos es el intelectual francés Maurice Blanchot quien lo interpretó del siguiente modo: que el canto es la literatura y el arte y el goce que proponen. Ve a Ulises como un héroe de la decadencia, dice que es el tipo que no quiere pagar el precio del goce y entonces utiliza un ardid; una técnica para no pagar y al resto le tapa los oídos, privándolos del goce que él sí se permite, pero sin ningún tipo de pérdida.Podemos identificar el robo o la receptación de obras de arte, como una alegoría de aquello que suele pasar a diario, que está normalizado y normativizado y no nos representamos.
A su turno, Adorno y Horkheimer, hicieron una lectura alegórica. Señalan ellos que Ulises es el burgués que hace que todos trabajen y que no puedan gozar del arte. Se ata y hace que el arte no contenga ningún peligro ni una contemplación desinteresada del arte y el resto, esto es el proletariado que serían los tripulantes, se quedan en esta situación vinculados a lo pragmático, al trabajo y el burgués puede estar vinculado al arte, en el sentido de la contemplación y el goce estético.
Actualmente podemos ver cómo ciertos sectores sociales se apropian de ciertos conceptos del arte para posicionarse no sólo económicamente, sino también simbólicamente, con exposiciones o intervenciones que no tienen que ver con el fortalecimiento de nuestro territorio, ni del lugar y su identidad y que muchas veces no tienen gran valor estético ni significancia. Así es como muchos de nuestros talentos locales deben ejercer el oficio artístico de modo marginal y sin apoyo de fondos privados ni estatales, a pesar de contar con obras contundentes.
De este modo, podemos identificar el robo o la receptación de obras de arte, como una alegoría de aquello que suele pasar a diario, que está normalizado y normativizado y no nos representamos.
Vivamos siempre con la fe puesta en que esto cambiará. Ya decía Nietzsche «El arte y nada más que el arte. Tenemos el arte para no morir de la verdad.»
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