La pandemia ha generado opiniones erróneas sobre la industria del entretenimiento y especialmente sobre la música. Cuando se muestran los esfuerzos de entidades como el Consejo Nacional de Fomento de la Música por destinar recursos para apoyar a músicos, autores, investigadores y productores se oyen voces escandalizadas que estiman, incluso afirman, que es un sector que produce muchísimo dinero y que bien puede soportar un período de restricciones con lo que ha generado en años de abundancia, estimando que parece irracional y poco solidario destinar recursos para apoyarlo. Pareciera que existe una enorme confusión entre lo que es un músico, un artista y la industria que genera espectáculos. Nadie pensó por un segundo que empresas que parecen tan monstruosas como, Cirque Du Soleil, por ejemplo, pudiese llegar a declararse en quiebra producto de la pandemia y dejar, en una primera pasada, a tres mil personas en la calle.
En Chile hay teatros, prestadores de servicio, músicos, técnicos, profesores y un sinnúmero de profesionales cuyo sustento no llega desde Octubre de 2019 y que ve el horizonte demasiado lejano como para pensar con tranquilidad cómo alimentará a su familia la semana próxima. Más del 90% de las personas que trabajan en alguno de los muchos segmentos profesionales que componen la industria son independientes, sin seguros médicos, sin previsión, sin garantías. Más del 90% de los empresarios que generan los espectáculos que la gente acostumbra a ver son medianas y pequeñas empresas cuyas reservas se acabaron con el estallido social. Ni hablar de la pandemia.Más del 90% de las personas que trabajan en alguno de los muchos segmentos profesionales que componen la industria son independientes, sin seguros médicos, sin previsión, sin garantías
Cuando usted va al teatro Municipal a ver a la Filarmónica, no puede imaginar que la mayoría de los músicos que la componen tienen doce años o más de estudios, que comenzaron a los nueve o diez años de edad y que cuando fueron a hacer un postgrado en Alemania pasaron la mitad del tiempo tocando en una plaza por monedas. Tampoco imagina que el exitoso cantante que usted va a ver al Teatro Caupolicán, con un extraordinario soporte de sonido, luces, vestuario y autos de lujo, para llegar allí tocó por años en bares de mala muerte donde decomisaban los cuchillos a la entrada y volvía a su casa a las tres de la mañana en micro. Ni menos podrá usted imaginar que el empresario que hay detrás de ese show alguna vez tuvo un traspié con un concierto que no tuvo buena convocatoria y al día siguiente se vio obligado a poner la casa en venta para saldar sus deudas y volver a reinventarse.
Es el terrible mito de que músicos, artistas, prestadores de servicio y el resto de la industria ganan millones en nueve de cada diez años. No se suele recordar que en Pitrufquén, Pozo Almonte, Achao y otras cien localidades lejanas hay profesores viviendo de enseñar música folklórica en comunidades marginales, investigando nuestras raíces sólo por vocación, ya que sus trabajos nunca serán comerciales, y que sus casos son igual de lamentables y tristes al de un músico que toca trombón en la orquesta que usted mismo puede haber contratado para el matrimonio de su hija, y que como todos, desde Octubre no recibe un peso.
Sólo como una muestra gráfica quisiera regalar una imagen. Fue creada por American For The Arts y originalmente realizada para teatro. Esta es una adaptación para exponer la cantidad de personas y sus distintos roles en la producción de espectáculos masivos. Posiblemente la figura que está al tope sea un exitoso, famoso y millonario personaje, pero le invito a calcular cuantas personas hay desde la cima hasta el fondo de la pirámide, que sumarán trescientos o más, y que están pasándola mal, muy mal, y que lo tenga en cuenta cuando escuche opiniones sobre los millonarios de la industria y sobre la asignación de recursos para mantener a flote a los músicos. Sin ellos, no hay más.
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