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El debate sobre la música chilena

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En otras palabras, el problema de los artistas chilenos no es que la gente no los quiera escuchar o que sus producciones sean peores que las que habitualmente suenan en las radios locales, el problema es que ellos no logran acceder a los espacios de difusión y no están en igualdad de condiciones para competir en un mercado dominado por industrias globalizadas.

El 20 de noviembre de 2007 el diputado UDI Enrique Estay ingresó un proyecto para modificar la Ley 19.928 de Fomento de la Música Nacional, que establecía la obligación de emitir un porcentaje mínimo de 20% de tiempo para la música nacional en la radiodifusión chilena. Tras tres años de debate, en agosto de 2010 el proyecto fue votado favorablemente por una mayoría transversal de diputados de la Alianza y de la entonces Concertación, pasando a segundo trámite constitucional en el senado, donde se encuentra hoy para su discusión.

Algunas voces se han levantado criticando este proyecto por considerar que atenta contra la libertad de programación de las emisoras radiales y reprocha un eventual sesgo intervencionista o de dirigismo cultural que estaría implícito en una legislación de esta índole. El ex Presidente Piñera y el ex ministro de cultura se opusieron al proyecto, pero reconocieron el problema al proponer como alternativa la creación de un fondo que premie a las radioemisoras que programen más de un 20% de música nacional.

El debate que debiese darse sobre este tema en el senado es de gran importancia para el futuro de la música chilena y de las industrias culturales del país, y amerita un seguimiento cercano por parte de la opinión pública, ya que implica valores y conceptos relevantes para el desarrollo cultural de Chile. Veamos cuáles son las principales cuestiones implicadas.

En nombre del libre mercado y el derecho a elegir, se defiende el status quo actual donde solo el 8% del tiempo se utiliza para difundir música chilena, entendiendo por esta lo que entiende la Ley, es decir, “toda expresión del género musical, clásica o selecta, popular, de raíz folclórica y de tradición oral, con o sin texto, ya sea creada, interpretada o ejecutada por chilenos”. La explicación que dan los programadores radiales es que ellos ponen al aire lo que sus audiencias quieren escuchar. Dicha explicación merece un comentario

Todos sabemos que la industria discográfica está globalizada y se estructura en torno a grandes compañías multinacionales. Estas son responsables de la producción y distribución del 71,2% de la música que se escucha en el planeta. En el mercado mundial de la música, el año 2000 Universal tenía una cuota de participación del 25,5%, Sony-BMG del 21,5%, EMI del 13,4% y Warner del 11,3%. Mientras, en el mercado chileno, al año 2006 la situación era aún más concentrada: entre las cuatro grandes multinacionales se llevabann el 81,2% del mercado.

Dado este escenario de concentración monopólica, parece un poco ingenuo sostener que lo que las radios difunden es lo que la gente quiere escuchar. Lo que ocurre es otra cosa: las radios programan respondiendo a las presiones de las multinacionales que quieren dar a conocer sus producciones y a sus artistas, de manera de mejorar su participación en un negocio que cada año mueve la suma de 36 mil millones de dólares a nivel global . Los músicos chilenos, salvo contadísimas excepciones, están excluidos del lobby y de las presiones que ejercen estas grandes compañías, ya que la música chilena no forma parte significativa de su producción, pues esta se realiza principalmente en compañías nacionales independientes, las que producen el 77% de la música compuesta, interpretada o ejecutada por artistas chilenos.

En otras palabras, el problema de los artistas chilenos no es que la gente no los quiera escuchar o que sus producciones sean peores que las que habitualmente suenan en las radios locales, el problema es que ellos no logran acceder a los espacios de difusión y no están en igualdad de condiciones para competir en un mercado dominado por industrias globalizadas.

Se nos dice que no se puede hacer nada frente a esta realidad. Un pequeño país como Chile, signatario de acuerdos de libre comercio con grandes economías de la orbe, estaría obligado a no intervenir en los mercados y dar a todos los bienes, cualquiera sea su origen, un trato no discriminatorio. La verdad, sin embargo, es que Chile puede implementar medidas de protección de su producción cultural, pues así está establecido en las llamadas excepciones culturales instituidas en los propios tratados comerciales y en la Convención Sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, suscrito por Chile en la UNESCO el año 2005 y ratificado por el Congreso Nacional. No hay tampoco impedimentos de constitucionalidad para aprobar una medida de protección como la comentada, ya que es similar a la que favorece a la producción audiovisual del país, con la obligación que tienen los canales de televisión de poner al aire un 40% de producciones televisivas nacionales. Se trata entonces de una cuestión de voluntad política que la sociedad chilena puede y debe decidir soberanamente.

Es legítimo entonces que de manera democrática, a través de una Ley emanada del Congreso Nacional, los ciudadanos chilenos quieran proteger la creación y producción cultural de sus artistas y es natural también que imponga obligaciones a los concesionarios chilenos y extranjeros que se benefician de bienes públicos nacionales limitados, como son los espectros de radiofrecuencia.

En efecto, muchos países han adoptado legislaciones destinadas a abrir cuotas de participación de la producción artística nacional en las pantallas y en las ondas radiofónicas. Se trata de medidas que buscan impulsar el desarrollo de las industrias culturales nacionales, una de las proclamadas intenciones del anterior y del actual gobierno, pero que en este caso puede quedar en palabras. En América Latina, Brasil fija un 50% de cuota para la música nacional, mientras que  Argentina y Uruguay un 30%. En Francia, los porcentajes varían desde un 35% a un 60% y en Canadá, la cuota alcanza un 35%. Siempre estas cuotas de mercado han debido imponerse contra la presión del país de origen de las grandes multinacionales del entretenimiento y la cultura.

Las industrias culturales, por su capacidad de difundir masivamente los bienes culturales con carácter simbólico, cumplen un papel fundamental en la construcción de la identidad de un país. Este rol lo juegan a pesar de ser, quizás, el  campo donde con mayor fuerza se hace sentir la globalización: no solo la música, sino también el cine y la industria editorial tienden a niveles crecientes de concentración a nivel planetario. Justamente por esa razón los países defienden su derecho a tomar medidas que permitan participar en la cultura universal a partir de sus propias particularidades, a partir de su lengua, sus tradiciones, sus creaciones, su música, su literatura, sus imágenes. No se trata de fijar como una estatua la identidad nacional en un momento determinado o de cerrarla a las influencias creativas de otras latitudes, sino de darle a la creación chilena los espacios necesarios para interrelacionarse con otras culturas y no sólo con la que nos emiten cuatro compañías con fines de lucro.

Aplaudimos la decisión del senado de seguir adelante con este proyecto y la manera activa en que los artistas chilenos se movilizan por su aprobación. Resulta reprobable, en cambio, la campaña en contra del proyecto que se escuda en defender una supuesta libertad de los auditores, en circunstancias que, como es obvio, las audiencias y las propias radioemisoras están capturadas por las grandes distribuidoras globales.

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22 de abril

Por supuesto que es necesario obligar a las radioemisoras a programar a lo menos un 20% de música chilena. Esto no menoscaba la libertad de programación de las emisoras y estimula la creación nacional y su difusión. Tenemos grandes talentos y muchos de ellos deben luchar para darse a conocer.

22 de abril

Pueden escribirse montones de articulos al respecto repitiendo los mismos topicos sobre lo del 30% en Canada o el 50% en Brasil. Pero el hecho es que estamos pasando de manos de la tirania del lobby discografico extranjero a la tirania del lobby discografico chileno, o lo que queda de eso, porque una parte de los musicos chilenos que ahora escuchamos no son de sellos chilenos, sino de sellos extranjeros que seguiran diciendonos qué musicos y que estilo musical debemos escuchar.

Lo que realmente debio pasar es que el mercado radial realmente fuera competitivo, en que no se obligara a un 20% de musica chilena sino que se redujera a un 20% la influencia del lobby discografico sobre la programacion. Que se obligara no a las radios, sino a las telenovelas a tener solo musicos chilenos en su banda sonora (como lo vemos en las telenovelas brasileñas), porque no son las radios sino las telenovelas lo que se exporta y es la musica en las telenovelas las que la gente aprende a conocer. Que TVN internacional dejara de emitir basura y dedicara programas de difusion de musicos chilenos, algo asi como un MTV unplugged semanal con musicos chilenos. Habia muchas otras cosas que hacer para realmente difundir la musica chilena, no hacer algo que otros paises hicieron hace como 50 años, y que esos mismos paises ahora se cuestionan si debe seguir.

Esta medida no ayuda a los musicos chilenos que tocan musica chilena porque esos musicos seguiran estando excluidos de las radios. Esta medida es para las Myriams Hernandez, o los Americo, Luchos Jara o los Aisack, que sí, son chilenos, pero no cantan ni componen musica chilena o siquiera con una pizca de chilenidad, salvo alguna que otra palabra chilena. Solo son populares, tocan musica facil de vender, facil de digerir, y que no es para nada polemica o controversial o molesta para nadie. No es una medida para los Hector Pavez, ni para los hermanos Yañez, ni para los Congreso, ni para los Francisco Astorga y los Victor Jara que seguiran teniendo mas de la mitad de su repertorio censurado (porque la mayoria de las radios no van a tocar Movil Oil Special ni aunque se las obligue por ley). Y aun cuando hagamos el ejercicio de poner que musica chilena es toda musica interpretada por chilenos, no nos hagamos tarugos: Coprófago o Criminal seguiran siendo relegados a la ultima fila. Y un monton de otros musicos, como por ejemplo los que tocan jazz. ¿Por que? PORQUE ESTE PROYECTO DE LEY NO OBLIGA A CAMBIAR LA LINEA EDITORIAL DE LA EMISORA. Y la mayoria tiene una linea editorial que excluye a muchos musicos chilenos que con ley o sin ella seguiran fuera de las ondas radiales.

Y aunque por ley se obligara a ese cambio en la linea editorial (que no lo hace porque no puede hacerlo) seamos realistas, esto es lo mismo que se intento hace como 70 años en que se legislo sobre la emision de musica folcklorica y las radios las tocaban a las 6 de la mañana. Y tambien seamos honestos: hay radios que ya tocan mas del 20% de musica chilena y otras que tendran que hacer malabares al respecto. Radio Concierto toca todos los dias en su programacion a musicos chilenos de los 80’s y 90’s (Aparato Raro, Los Prisioneros, Nadie, Alvaro Scaramelli, etc todos los dias, a toda hora). Pero ¿como lo podria hacer la radio Beethoven? Ni aunque emitiera grabaciones de las operas del Teatro Municipal y discos de Claudio Arrau, Roberto Bravo, u operas interpretadas por Veronica Villarroel o Ramón Vinay o Rayén Quitral logra cubrir un 20% de un estilo musical que en Chile no tiene muchos exponentes.

Y si es tan relevante proteger a los musicos chilenos, ¿por qué la multa para las emisoras que no cumplan sera de 5 y 50 UTM (de $186.000 a $1.860.000, aproximadamente) y que este monto se duplicará en caso de reincidencia? Joder!!! sale mas caro botar basura en lugares prohibidos. ¿Asi se defiende la musica chilena, con multas que cualquier radio, hasta la del pueblo mas perdido de la cordillera puede pagar?

Ni una busqueda de proteger la identidad musical, ni respeto por el radioescucha… la verdad, es que yo, como chilena, no veo las bondades de un proyecto que llego 40 años tarde, cuando sí teniamos musicos que tocaban musica chilena con raices de verdad chilena y teniamos sellos discograficos chilenos de verdad preocupados por difundir musica chilena. Y llego mas de 6 años tarde, cuando aun teniamos radios que pertenecian a chilenos. Yo no tengo ningun problema en, como chilena, «proteger la creación y producción cultural de sus artistas», pero esta ley no hace eso y me parece que se nos quiere hacer comulgar con una rueda de molino.

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