Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han tenido que enfrentar las inclemencias de la naturaleza. Así, en respuesta a caminos intransitables, las tribus trashumantes debieron diseñar un objeto que les permitiera caminar por lugares tortuosos para subsistir; necesidad que se traduciría en el surgimiento del calzado o prenda que permitirá cubrir y resguardar el pie.
Siglos después, el zapato sigue siendo un accesorio imprescindible en nuestro vestuario, cuya elaboración artesanal ha sido reemplazada por una producción industrial, lo que ha perjudicado a la industria nacional. Sin embargo, aún perduran pequeños productores de calzado que mantienen viva la tradicional zapatería, especialmente, en barrios emblemáticos de la Región Metropolitana. Este es el caso de Millaray Quezada, una joven zapatera que, más que la competencia, le importa confeccionar un producto “con alma”.
A pesar de la crisis que atraviesa la industria de calzado nacional, cada vez son más los chilenos que se reinventan para lograr competir con los productos extranjeros, sobre todo, los que provienen de China.
Millaray Quezada es una joven santiaguina que se dedica desde los 22 años a la elaboración de zapatos artesanales de su propia marca: Milla Árbol, en una céntrica calle de Santiago. Pero lo que más le preocupa es la fabricación de un producto con alma; calzados que comunican a través de sus diseños con aguayos otros estados de la conciencia, y que vende, sobre todo, a los jóvenes en diferentes ferias artesanales de la Región Metropolitana.
Millaray ha estado toda su vida ligada al rubro del calzado, pues, su padre es zapatero y dueño del mismo taller –ubicado en calle Ñuble, Santiago Centro– en donde hoy ella confecciona, en sintonía con la espiritualidad y la naturaleza, exclusivos zapatos artesanales.
Y a pesar de la crisis que atraviesa la industria de calzado nacional, cada vez son más los chilenos que se reinventan para lograr competir con los productos extranjeros, sobre todo, los que provienen de China.
En ese sentido, Millaray se desmarca de esa competencia porque “son productos sin alma”. “Uno disfruta de su trabajo cuando tiene alma. Al incorporar en mis diseños el aguayo –material que siempre ha sido utilizado en Perú y Bolivia–, lo que estoy haciendo es entregar un producto con alma, porque el aguayo sintoniza con otras energías y responde a otros estados de la conciencia, conectando al ser humano con la naturaleza”, señala Millaray.
En el taller en donde trabaja Millaray es posible observar las distintas etapas de la elaboración del calzado. Primero, se trabaja el pie de cuero y, cuando el “corte” está listo, se procede al descarnado para continuar con el aparado –cocido– y el armado del “corte”. Más tarde, se coloca la planta o “tapa” para finalizar con el proceso de envasado. “Yo no hago zapatos para mis clientes; hago zapatos para mis hermanos”, afirma la joven artesana.
Comentarios
29 de septiembre
Los Zapatos de Millaray son hermosos y de excelente calidad, efectivamente si haces las cosas con amor, se nota y se pueden apreciar en sus modelos.
+2
30 de septiembre
en qué momento habremos pasado de la pata al pie? el zapato hizo nuestro pie aún más debil?
+1
07 de junio
Yo tengo el privilegio de conocer los zapatos de Millaray y doy fe de lo bien confeccionado y lindo que son, hace un trabajo excelente que transmite su amor por lo que hace, a través de sus lindos diseños, buenas terminaciones y muchos detalles, felicidades para ella…
0