Hay una serie de elementos que se constituyen en sujeto de análisis en el contexto de “crisis social” que se desarrolla en nuestro país, los cuales merecen atención y me atrevo a decir –en varios de estos- admiración. Desde ahí proviene la presente reflexión, presentando como objetivo posibilitar vislumbrar y destacar símbolos que se han gestado y, bajo ninguna circunstancia parece pertinente, pasar por alto.
Los símbolos -culturalmente hablando- son manifestaciones del ser humano que adquieren sentido al ser compartidos con otros y se vuelven útiles, ya que permiten generar vinculación, hacen sentir –desde el individuo para desembocar en un colectivo- parte de algo, es lo que muchas veces conceptualizamos como identidad. Para el caso de Chile –al igual que en cualquier otro sitio- se han desarrollado desde nuestros ancestros quienes llevaron a cabo procesos socio-culturales a través de los cuáles legaron “diversidad cultural” en el espacio que hoy configura nuestro territorio nacional.Si antes pertenecer a “ arriba de Plaza Italia” o “abajo de Plaza Italia” daba cuenta del lugar socio-económico desde el que se observaba la realidad nacional, hoy el límite que propone esta re-nombramiento, parece sumar diferencias en torno al carácter ético
Sin embargo, para la visión extranjera que llegó a nuestras tierras, dichas expresiones no se correspondían con sus formas de ver, actuar e interpretar su existencia, tanto individual como colectiva, en el mundo. Por lo tanto, la “norma” y la necesidad de orden y unificación social – desde el Estado Moderno – que traían consigo, no concordaba con lo descubierto.
Es así que en el largo siglo XIX en Chile, se continúa con la tarea europeizante, pero esta vez asumida como Estado independiente y moderno, que dice relación con la implementación de estándares que dieran cuenta del grado civilizatorio de estas tierras.
Bajo el contexto anterior, surge la idea del diseño y planificación, de lo que conocíamos hace unos meses atrás como Plaza Italia, en base a imagen y semejanza de las técnicas urbanísticas europeas. Si bien, a lo largo del siglo XIX y XX, no se constituyó en un espacio de reunión o congregación de reclamación social destacado, sí ha formado parte del ideario colectivo de la capital a través de la popular frase: “De Plaza Italia hacia arriba y de Plaza Italia hacia abajo”, constituyéndose en un símbolo de segregación urbana.
Es así, que al producirse el reciente cambio de denominación a “Plaza Dignidad” o “Plaza de la Dignidad”, se manifiesta –producto de las movilizaciones iniciadas en octubre del 2019- la activación de procesos socio-culturales que permitan construir y consensuar elementos vinculantes, esto quiere decir, definir lo que enlaza o unifica a la sociedad capitalina. Pero esta vez, la particularidad es que no nacen desde un escenario local o regionalista, sino visibilizando el hastío del abuso sistemático que ha desarrollado el Estado de manera nacional.
Por lo tanto, si antes pertenecer a “ arriba de Plaza Italia” o “abajo de Plaza Italia” daba cuenta del lugar socio-económico desde el que se observaba la realidad nacional, hoy el límite que propone esta re-nombramiento, parece sumar diferencias en torno al carácter ético, en cuanto a la concepción del valor de la existencia del ser humano y las condiciones de las que debe gozar para su desarrollo, excluyendo de esto la mirada religiosa. De esta manera, propongo sumar a la discusión un prisma para estudiar el contexto que nos rodea, elevando la “crisis social” de una mera –no insignificante pero tampoco exclusiva- discusión económica y de ineficacia política.
Comentarios
08 de enero
Entonces…
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08 de enero
Claro! Cambiando nombres de arregla todo!
Después van a ser los que viven de Plaza de la dignidad para arriba o para abajo….ah! Pero el nombre es más bonito…con eso se acaban las diferencias. Súper fácil, no se entiende como a nadie se le había ocurrido algo tan útil y rapido.
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