Las esperanzas emotivas pueden nacer cubiertas de mucho plástico. Hay que meter los dedos húmedos entre sus labios para abrirlos a la máxima plenitud; y, de esa forma, tratar de gozarlos. Extasiarse en sus olores sádicos y digerir la esencia completa de tan especial situación, nos eleva como ángeles sobre las nubes de los atrios en el cielo.
He pensado mucho en ti en estos días. He meditado demasiado sobre ti cuando tuvimos sexo la primera vez en tu gran cama. Tu vestido caía sobre tu cuerpo como hojas de otoño en la pradera y el cabello lo tenías desordenado como un nido de ratones de una cloaca. Me convencía que amaba los roedores y que no sería atacado por una rata al estar tocando tus piernas.Desde la ventana de tu cuarto, oímos trinar las aves. No sé nada de pajarracos libres, solo de los que viven en jaulas. Pregúntame sobre cárceles y prisiones, pues esas las conozco muy bien en estos hermosos años
La música sonaba muy fuerte para eliminar los gemidos del ambiente. El vecino trabajaba como funcionario público y molestarlo podría acarrearnos una multa por actos inmorales. Nadie quería terminar la obra de teatro con un mal acto.
Desde la ventana de tu cuarto, oímos trinar las aves. No sé nada de pajarracos libres, solo de los que viven en jaulas. Pregúntame sobre cárceles y prisiones, pues esas las conozco muy bien en estos hermosos años.
Me miraste con tus ojos profundos e inyectados en sangre. Sonreíste con esa mueca falsa. Te paraste de la cama con tu cuerpo desnudo. Un portazo en el baño me dio la mala vibra que estaba en un lío postorgasmo.
¿Qué pude hacer para crear este caos en medio de nuestro rato de sexo? Yo había soñado con tu imagen desnuda entre velas doradas. Armé un guion con un final feliz entre tanto enojo social y mala vibra estructural, pero estaba en tu cama medio desnudo y sintiéndome indefenso.
Tu llanto saturó la habitación casi oscura y me despertó de mis letanías. Me reclamaste duramente la rapidez del acto y de lo poco satisfecha que estabas. Que eras una aventurera insaciable de los placeres y que el “revolcón” no te gustó en lo absoluto.
Algunas ofensas se dejan pasar de lado, ignorándolas como un chiste cruel. Pero esta crítica me cayó como una patada en el trasero y la paciencia se desvaneció como las cenizas del cigarro entre mis dedos.
No era un revolcón para mí. Te di amor sincero y partiste mi corazón en mil pedazos. Todavía recuerdo su sonido al caer sobre el piso repleto de papel higiénico. Entre tus cacareos y rebuznos sin significado y significante, observé un reflejo en el espejo del techo. Una luz llamó mi atención y capté que venía de una camarita sobre la computadora.
Tú seguías gritando sobre el orgasmo y otra sandeces de feminista de revista Cosmopolitan, cuando me puse de pie y apreté el teclado del ordenador. Estos tiempos virtuales rebasan la imaginación hasta para el más letrado sobre el sexo y sus desviaciones. Oh sí, como no pude notar que nuestra escena de amor, estaba siendo transmitida al aire por el “messenger”. Lo poético murió y mis ojos se llenaron de lágrimas de rabia y celos. Faltaron versos y prosas para todos los reclamos que te solté en medio de ese momento tan insano. Recordé a Nietzsche o Kant sobre que todo lo profundo ama la máscara o algo por el estilo.
La idiotez la podemos cubrir de falsa profundidad en pos de argumentar nuestras emociones por una realidad totalmente común y corriente. Sin nada de esencia, absolutamente calcada a miles de situaciones fuera de la mínima racionalidad. Basura vendida en cualquier prostíbulo y menos complicada como la que enfrentaba en este momento.
Sentí lástima por el tipo que miraba, seguramente era tu novio cibernético o real y querías celarlo de la forma más sucia y baja. Sigamos la corriente. Solo es sexo ahora y nada más.
Te tomé por los brazos con fuerza, acerqué mi boca a tus senos de plástico, metí mis manos entre tus pantis y las bajé de un tirón. Puse cerca mis labios a tu ombligo y murmuré: No hay como un par de silicones para comprender que la vida puede ser tan plástica frente a una cámara encendida.
Comentarios