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Propuesta en tiempo de pandemia

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Durante estos días en que el Covid-19 ha sido protagonista en nuestros pensamientos, conversaciones y comportamientos, inevitablemente surge la reflexión crítica sobre cómo cada uno lleva su vida y cómo la estamos llevando como humanidad. Más allá de las distinciones que cada uno hace para explicar el fenómeno del coronavirus, es posible apreciar que la mayoría presagia cambios sustantivos para sí mismo y para el mundo como consecuencia de su aparición. La disrupción en nuestros hábitos de la vida cotidiana que está produciendo su presencia, no pasará sin provocar un nuevo encaje en la dinámica personal y social. Existe la impresión que el Covid-19 viene a representar la gota que rebalsó el vaso. El sistema (el vaso), ya estaba hasta el tope con las tensiones producidas por los flagelos de la desigualdad, corrupción y violencia. El coronavirus nos vino a mostrar la inminencia del peligro que tenemos como humanidad. En este contexto, como era de esperar, diversos intelectuales y científicos de todo el mundo han compartido sus reflexiones sobre la aparición de esta pandemia y sus consecuencias en el devenir de la humanidad y el mundo. El comienzo de una nueva era, señala el filósofo Byung-Chul Han; Naomi Klein nos recuerda que se cumple el dicho de que los momentos de crisis son también una oportunidad para avanzar hacia la sociedad que queremos; por su parte, Yuval Noah Harari manifiesta que las elecciones que estamos tomando para combatir el Covid-19 darán forma a nuestro mundo en los años venideros. En nuestro país, Agustín Squella cree que el mundo en algo cambiará, tan estúpidos no somos, señala. Carlos Peña dice que no cabe duda que estamos en presencia de un momento excepcional, pero que ya se disipará y que vendrá otro que lo sustituya.


Al reflexionar sobre el coronavirus y sus efectos en nuestras vidas personales y colectiva, me di cuenta que con frecuencia aparecía el prefijo re. Así, en las ideas que les he compartido aparecen los verbos repensar, revisar, reinterpretar, reorientar, reconocer y reformular entre otros

Si bien la mayoría de las personas prevemos cambios, las diferencias se manifiestan en el alcance y la profundidad. Los hay más optimistas y otros más pesimistas, incluidos los matices intermedios. Al igual que el paleontólogo español Juan Luis Arsuaga, en la disyuntiva entre imaginar un mundo horrible o uno delicioso, yo también pienso que deberíamos apostar por el delicioso. Por supuesto, hay fundadas razones para una expectativa más cercana al pesimismo, pero como dice Arsuaga, el optimista es el que cambia las cosas. Me inclino a pensar que la gran mayoría de las personas quiere cambios significativos, conscientes de que, de seguir así como vamos, nada bueno depara el futuro.

Es probable que aún estemos sorprendidos e incluso estupefactos con el impacto del coronavirus. El miedo y la incertidumbre acaparan nuestra atención, buscamos asegurar la sobrevivencia. Pero a la vez, tomamos conciencia de que no basta con lo bien que lo haga cada uno, sino que se requiere ser efectivos en dar una respuesta colectiva y esperamos ser capaces de lograrlo.

El Covid-19, si una gracia tiene, es que nos vino a reflejar el mundo en que cada uno vive y el mundo en que vivimos todos. Nos ha permitido tomar conciencia de cómo el miedo y la incertidumbre orientan nuestras energías hacia la sobrevivencia y cómo se desvanece el sentido de la buena vida y el placer. Por ello, el Covid-19 tiene el potencial de impulsar una reflexión tanto individual como colectiva que nos lleve a repensar, reinterpretar y reformular los acuerdos que tenemos cada uno consigo mismo y los acuerdos que tenemos como sociedad, esos acuerdos que determinan nuestras conductas, prácticas y actitudes personales y colectivas.

Aprovechemos que el coronavirus nos interpela más allá de su alcance, que nos emplaza a que una vez superada su urgencia, nos centremos en lo importante, que como humanidad decidamos qué podemos hacer y qué no podemos hacer para darnos una convivencia solidaria, sana y provechosa, buena para cada uno y para todos a la vez.

No es fácil partir, cuesta ponerse en acción. Podemos estar claros y convencidos de que es totalmente necesario hacer algo o dejar de hacer algo, podemos tener miles de ideas de posibles acciones que pensamos que apuntan en la dirección correcta, pero muchas veces quedan solo en el plano de las ideas. En esta especial ocasión que nos trae el coronavirus, para facilitar el ponernos en acción, partamos por diferenciar los ámbitos de intervención, distinguiendo el personal y el colectivo. En el ámbito personal, el que nos es propio, donde tenemos mayor poder de decisión y acción, considera la siguiente pregunta ¿Qué quiero y puedo aportar en lo personal para lograr una mejor vida y convivencia, buena para mí y para todos a la vez?

En el ámbito colectivo, en la plaza pública, lo más efectivo es circunscribirlo al espacio político, es tiempo de recuperar la buena política, aquella que busca ordenar y organizar los múltiples intereses en conflicto, la que busca lograr la armonía social, que vigila y nos resguarda de la corrupción, de la desigualdad, de la violencia y del maltrato de nuestro ecosistema. Para guiar la reflexión, las decisiones y acciones en este espacio, considera la siguiente pregunta ¿Qué pienso, creo, confío en que es una buena regla para la vida en común y que estoy dispuesto a sostener y actuar en coherencia con ella?

 Consideraciones previas

Antes de iniciar la búsqueda de respuestas a ambas preguntas, tengamos en cuenta un par de consideraciones que nos pueden ayudar a ser efectivos para lograr el propósito de darnos una mejor vida para nosotros mismos y para la comunidad como un todo.

Primero, reconocer que para partir bien es bueno saber desde dónde se parte. En este sentido, es importante tomar conciencia de la visión que tenemos de la condición humana, de la comunidad en que vivimos, de nuestras historias personales y de la particular circunstancia en que estamos y estoy ahora en el presente. Esa es nuestra línea base. Desde ahí, cada uno inicia su propio camino. Desde ahí partimos todos, cada uno desde su particular posición. Algunos con ventaja, otros con handicap. Cada uno asume la responsabilidad de su accionar en función del poder y autoridad que posee, guiados por el principio de que, a mayor poder y autoridad, mayor es la responsabilidad en el devenir de las comunidades en que se participa. Aceptar este punto de partida permite que la acción emprendida adquiera realidad, que podamos observar nuestro comportamiento, hace posible percibir el aporte de cada uno. Dado este punto de partida, la clave es estar siempre dispuesto a hacer lo mejor que puedas, ni más ni menos. Una manera de darse cuenta de que se está dando lo mejor de uno, es que finalmente lo disfrutas. Y si te caes o te equivocas, no te juzgues, simplemente te paras y nuevamente haces lo mejor que puedas.

La segunda consideración es aceptar nuestras dicotomías internas. Los humanos somos así, conviven en nosotros el valiente y el cobarde, el solidario y el egoísta, el generoso y el avaro, el conservador y el liberal, y así todas las dicotomías que en cada uno resuenan como parte de la identidad que soy, que somos. Aceptar esta condición no solo nos abre hacia el autoconocimiento, sino también hace posible que podamos empatizar con los otros, hace posible concebir que puesto uno en el pellejo del otro, tal vez actuaría del mismo modo. Así, evitamos caer en el juicio descalificatorio y nos permite comprender cómo las circunstancias facilitan la expresión de una u otra cara de la dicotomía. Podemos entender, por ejemplo, que, puestos en la historia de vida de un privilegiado que defiende sus privilegios, probablemente actuaríamos del mismo modo, y, de la misma manera, puesto en el lugar de un desposeído que lucha por cambiar su condición, tal vez haríamos lo mismo. En ambos casos, considerando todos los matices, desde quienes defienden sus privilegios desde la legalidad establecida, hasta los otros que lo hacen con artimañas y abusos; desde quienes luchan por cambiar su condición de desventaja con esfuerzo y trabajo, hasta quienes lo hacen con rebeldía frente al orden establecido. Reconocer nuestras dicotomías hace posible que nos centremos en el aporte que cada uno hace para una mejor convivencia, en vez de juzgar lo que el otro hace o no hace. Hace posible que nos centremos en dar lo mejor de cada uno. Se trata en definitiva de qué hace cada uno para darnos una vida en comunidad mejor para todos.

 Los focos de acción

Teniendo en cuenta estas dos consideraciones, somos más efectivos si se parte por un solo foco de acción en cada ámbito en vez de querer abarcar un amplio espectro de acciones posibles. Mientras más específico es tu foco de acción y visible en sus efectos, mejor. Reflexiona y decide en qué, cómo y cuándo ponerte en acción. Establece las prioridades de acuerdo a tus posibilidades, lo importante es mantener viva la decisión de producir un cambio tanto personal como colectivo para darnos una mejor vida, lograr un nuevo encaje, una forma más armoniosa de acoplarnos como comunidad, encontrarnos con la buena vida, el placer de vivir, y poner en su justa dimensión el miedo y la incertidumbre que nos llevan a una vida de sobrevivencia.

Puesto personalmente en el proceso de reflexionar y decidir, hay un par de focos de acción, uno en cada ámbito, que pienso pueden servir de ejemplo para iniciar el camino del cambio. En el ámbito personal, abordar los hábitos de consumo. En el ámbito colectivo, es decir, el espacio político, la limitación de la acumulación de riqueza. Los avances que logremos en ambos casos, que se retroalimentan entre sí, tendrán sin duda un efecto significativo en el mejoramiento de nuestras vidas personales y la vida en común. Les comparto las razones que sustentan el ponerse en acción en cada uno de estos focos.

Hábitos de consumo

Para vivir, necesitamos consumir. Es tan evidente esta vivencia que solemos resolverla en forma automática. Tomar consciencia del modo en que estamos satisfaciendo nuestras necesidades es clave pues nos permitirá dar el siguiente paso que es precisar cuál es el consumo que necesitamos realmente para darnos una vida sana y nutritiva. Lograr reconocer ese consumo que necesitamos en cada ámbito de nuestra vida (alimentación, abrigo, etc.) nos permitirá también, tomar conciencia de las veces que nos excedemos. Por supuesto, que no todas las personas nos enfrentamos del mismo modo frente al consumo. Hay quienes no tienen acceso ni recursos siquiera para satisfacer sus necesidades básicas, mientras que para otros el acceso y los recursos no son un problema. No obstante, para una gran mayoría de la población, revisar sus hábitos de consumo, es un espacio en el cual puede hacer significativos cambios que contribuyan a su bienestar y con repercusiones positivas para la vida en común. Podemos aprender a distinguir entre el consumo necesario y el consumismo, esa tendencia al consumo excesivo e innecesario de bienes y productos. Podemos darnos cuenta que hemos sido presa fácil de la creencia, de la ilusión, que la felicidad y la buena vida se logra con el acceso creciente al consumo de bienes y servicios. Casi sin darnos cuenta hemos entrado en una escalada de consumo sin fin, guiados por esta ilusión. Al hacer una revisión consciente de nuestros hábitos de consumo podemos distinguir lo que nos gusta y nos sirve de lo que no nos gusta y no nos sirve, lo que tenemos demás, lo que desperdiciamos. Podemos aprender a diferenciar el consumo necesario del consumo excesivo e innecesario.

Revisar y reorientar nuestros hábitos de consumo hacia lo que es necesario para llevar una buena vida también nos permite reencontrarnos con vivencias con alto poder gratificante sin ningún costo, como contemplar un bello paisaje o como la brisa mueve las hojas de los árboles, una grata conversación, escuchar la música que nos gusta, en fin, la lista que podemos descubrir puede ser rica y amplia para cada uno de nosotros. Reencontrarnos con estas gratas sensaciones nos ayudarán a salir del adictivo sistema que nos lanza en la escalada del consumo con la zanahoria de la felicidad por delante. Avanzar paso a paso y decididamente en la dirección de un consumo consciente y recuperar la capacidad de disfrutar de las cosas simples de la vida y que no tienen costo, nos brindará una mejor calidad de vida personal y colectiva. Su impacto en la oferta y demanda de productos y servicios sería notable, produciría un cambio significativo en la dinámica social.

Limitación de la acumulación de riqueza

La desigualdad, es decir, el acceso dispar a los recursos, bienes y servicios ha crecido peligrosamente y está poniendo en serio riesgo la convivencia ciudadana. La excesiva acumulación de riqueza en cada vez menos manos es un hecho irrefutable, es cosa de navegar por internet y fácilmente se encuentran estudios de organizaciones expertas nacionales e internacionales que aportan cifras que dan cuenta de ello. Es insostenible y poco realista aceptar la creciente desigualdad y la acumulación de riqueza ilimitada en manos de pocos. Se hace totalmente necesario limitar la acumulación de riqueza.

¿Pero cómo hemos llegado a esta situación que a todas luces es contraria a los intereses de la gran mayoría? Bueno, básicamente porque la ideología neoliberal ha logrado seducir nuestras mentes y corazones. Nos hemos comprado la idea que, si le ponemos empeño y sacamos lo mejor de nosotros, podremos llegar a entrar al olimpo de los millonarios. Y así, movidos por esta ilusión hemos llegado a la situación actual, naturalizando peligrosamente una sociedad donde conviven una gran mayoría empobrecida y endeudada, con unos pocos que logran un buen pasar y unos muy pocos con riqueza excesiva. Y esta es la perversión del neoliberalismo. Mientras pone todo el estímulo en la ambición personal, descuida el resultado colectivo.

Por el bien de la humanidad y de la vida en nuestro planeta, se hace indispensable limitar la acumulación de riqueza personal. Nos es saludable para la vida en comunidad y tampoco lo es siquiera para los propios híper ricos.

El argumento de que, si se limita la acumulación de riqueza, se limita también la ambición personal por emprender, es una falacia. Eso es asunto de acuerdos respecto a qué le asignamos valor, tanto personal como colectivamente. Si detectamos que estimular la ambición personal sin límites en su capacidad de acumular riqueza, tiene como consecuencia la desigualdad que tenemos, entonces, necesitamos limitar la riqueza y reorientar los estímulos para el desarrollo del talento emprendedor. Necesitamos renovar nuestros acuerdos.

Cuál es el límite que le ponemos a la riqueza individual, es un asunto de acuerdos. En democracia, este acuerdo se canaliza a través de la política. Poner límites a las libertades forma parte esencial de las reglas que rigen la vida en común. Qué mejor ejemplo de ello las cuarentenas en que estamos actualmente producto del coronavirus. Para evitar su contagio restringimos las libertades individuales movidos por el bien superior de la comunidad toda y el propio bien de las personas. Del mismo modo, podemos restringir la libertad de acumular riqueza ilimitadamente para evitar el virus social de la desigualdad.

Para fijar un límite. Tengamos presente el siguiente ejercicio. Pensemos qué diferencias tendrían en el nivel de vida una persona con patrimonio de 10 millones de dólares con otra que tiene 100 o más millones de dólares. La verdad es que la diferencia es muy poca o casi nada. Pensemos ahora qué le agrega al nivel de vida de una persona que su fortuna pase de 100 a 200 millones de dólares. Nada. Lo que devela este ejercicio es que una vez satisfecho el nivel de vida logrado, lo que moviliza a los súper ricos a seguir acumulando riqueza a límites obscenos es una insana codicia y competencia de egos. Vale entonces que, para resguardarlos de ellos mismos, es bueno también limitar sus riquezas.

Pero no queremos afectar su ambición, su pasión emprendedora. Por el bien colectivo es deseable que su talento se desarrolle en su máxima expresión. Por ello, junto con ponerle un límite a su riqueza, -un límite que los deje igualmente con el calificativo de rico-, se necesitan nuevos incentivos para mantener encendida su energía emprendedora. Un incentivo poderoso es el reconocimiento social, el de la comunidad entera. Premiemos a quienes habiendo logrado hacerse de una fortuna que les permite darse un alto nivel de vida, continúan emprendiendo para beneficio de la comunidad. Distingámoslos con nuestro aprecio, respeto y admiración. Incluyámoslos en la galería de las personas notables de nuestra comunidad. Hacia allá debemos canalizar los incentivos. Podemos encontrar diversas formas creativas de darle realidad a estos incentivos. Lo importante es lograr el resultado, darnos una convivencia sana y productiva, donde la dignidad de cada uno esté resguardada.

Para ser realista y factible la idea de acotar la riqueza, un límite que me parece razonable son 10 millones de dólares. Una estimulante y desafiante meta para las personas que buscan darse un alto nivel de vida. La mayoría de ellas no alcanzará la meta, pero se mantendrán estimuladas por lograrla. Unas muy pocas la superarán, las menos con creces. ¿Qué se hace entonces con la riqueza que se genere una vez superado el límite? Las necesidades son múltiples y no faltarán proyectos al respecto. De nuevo, lo que está en juego es lograr acuerdos. Una propuesta puede ser crear fondos públicos orientados a resolver problemas sociales y al desarrollo de áreas específicas de interés colectivo, donde la persona que genera esos recursos pueda decidir libremente donde distribuirlos. Así se hace posible percibir los efectos de esos aportes y otorgar reconocimiento por ello a quienes lo hicieron posible. No es utópico pensar en que anualmente hagamos un reconocimiento público a quienes más han contribuido con sus excedentes de riqueza al bienestar de la comunidad, del mismo modo que lo hacemos en otras contribuciones, como el arte, la ciencia y la paz. En definitiva, se trata de pasar de estimular exclusivamente la ambición personal, a ponerle límite a esta y crear a la vez nuevos incentivos que faciliten el desarrollo del talento emprendedor con consecuencias positivas para la comunidad y para sí mismo. Un paso más en la dirección de tomar el camino que nos lleva a construir un mundo bueno para cada uno y todos a la vez.

En octubre próximo, iniciamos en nuestro país un proceso participativo para darnos una nueva constitución. Es un hecho inédito en nuestra historia. En las circunstancias actuales, se hace indispensable mantener activo el compromiso con este acuerdo nacional. Propuestas como limitar la acumulación de la riqueza deberían ser parte de este gran debate que busca darnos el marco constitucional que regulará las reglas de la convivencia ciudadana por las próximas décadas. Confiemos en que seremos capaces de hacerlo bien. Descartemos por esta vez el fatalismo que nos lleva a la resignación de aceptar lo que hay y encaremos con optimismo el desafío de darnos una nueva constitución democrática, legítima y justa.

Re sostenido

Al reflexionar sobre el coronavirus y sus efectos en nuestras vidas personales y colectiva, me di cuenta que con frecuencia aparecía el prefijo re. Así, en las ideas que les he compartido aparecen los verbos repensar, revisar, reinterpretar, reorientar, reconocer y reformular entre otros. Pensé en la imagen de un Re sostenido. Poco y nada sé de música, pero despertó en mi la curiosidad por averiguar el significado del Re sostenido para el mundo de la música. Sin mucho ahondar, me quedó la impresión de que las obras escritas en Re sostenido son muy difíciles de interpretar. Como muestra de ello, los invito a escuchar y ver en YouTube la Rapsodia Húngara Nº 2 de Franz Liszt interpretada por Valentina Lisitsa.

El camino que tenemos que recorrer para lograr nuestros propósitos individuales y colectivos tendrá un nivel de dificultad como el de una obra en Re sostenido. Requerirá nuestra atención, dedicación, perseverancia, apoyo mutuo, en definitiva, sacar lo mejor de cada uno. Que la falta o lentitud de logros en los propósitos colectivos no mermen tu avance en tus objetivos individuales, así, por ejemplo, no dejes de revisar y mejorar tus hábitos de consumo. Los logros que alcances, tendrán efectos positivos también en la comunidad.

Lograr un consumo responsable y limitar la acumulación de riqueza son dos propósitos nobles por los cuales vale la pena jugársela para lograr un mundo mejor para cada uno y todos a la vez.

 

TAGS: #Coronavirus #Sentido Comunidad Relaciones humanas

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Comentarios

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Gastón Suárez

25 de junio

Muchas gracias, Jorge por la dos grandes preguntas:
1. El cambio personal que quiero y puedo aportar
2. La regla social que estoy dispuesto a sostener con mi actitud

Me gusta sobretodo esta pregunta: ¿Pero cómo hemos llegado a esta situación que a todas luces es contraria a los intereses de la gran mayoría?
A mi me parece que es una pregunta sobre los vericuetos de nuestra inconsciencia. Sobre un bien formado entramado conceptual que nos desactiva ante esa pregunta, que nos adormece ante ella. Por ejemplo las ideas de que no podemos hacer nada al respecto, de que siempre ha sido y será así, de que lo único que corresponde es aperrar o incluso, para algunos, de que es bueno que sea así. Como sea, la pregunta entra por un oído y sale soplada por el otro.
También me gusta el atrevimiento que tienes de preguntarte por el destino de la acumulación de capital en una sola mano. También más allá de todo lo comprensible y sin dudas más allá de todo lo sano.

Me atrevo a agregar dos cosas: una es que a palo limpio no vamos a hacer ningún cambio que realmente valga la pena y, dos, que el único lugar por el que pasan los verdaderos cambios es la conciencia personal (que no es lo mismo que «convicción»). Yo diría que hay que forjar otro nivel de conciencia. Estudio y meditación diarios, mes a mes, año tras año, sin parar, ni un día, hasta «ver», con la misma claridad que el rostro de un hijo, que otra forma de entender y organizar la sociedad es posible y urgente.

26 de junio

De acuerdo Gastón, a palo limpio nada bueno se puede esperar y es razonable pensar que nadie quiere cambios a punta de palos. De ahí la importancia de lograr acuerdos tanto consigo mismo como colectivamente, de mirarnos y reflexionar sobre los acuerdos con los cuales funcionamos, de tomar conciencia de cuan necesarios, útiles o deseados son, en definitiva, si los acuerdos con los cuales funcionamos nos sirven y los queremos.
Coincido contigo que el trabajo consigo mismo, el desarrollo personal, es el punto de partida del camino hacia una vida mejor para cada uno y todos a la vez. Vivimos con muchos automatismos, algunos de los cuales ya no nos sirven no nos son funcionales, pero ahí siguen presente, incomodando, frustrando. Tomar conciencia de estos automatismos, es clave para hacer cambios y generar nuevos acuerdos consigo mismo. Ahora, el desarrollo personal incluye necesariamente la relación con el otro, la comunidad, el entorno. Ambas cosas van de la mano y se retroalimentan mutuamente. Al final, podemos decir que ser mejores personas nos hará mejores ciudadanos.

07 de julio

Jorge,

Muy interesante tus propuestas y análisis. Creo que un logro de la cultura que nos tocó vivir a todos nosotros, cómo civilización judeocristiana es hacer natural aquello que no lo es, como la moral, el desnaturalizado modo de producción , la acumulación, los valores conservadores etc. Es decir, lo que define este sistema.

Creo que esa naturalización hace muy difícil consciente y responsablemente un acuerdo entre las partes, salvo que se produzca una catástrofe mayor o bien haya una intervención masiva y lamentablemente violenta para cambiar las cosas.

Es cierto que individualmente podemos esforzarnos por cambiar nuestros hábitos, pero me parece que en términos colectivos no hay mucho futuro.

En otras palabras, el poder no se entrega fácilmente. Eso nos ha enseñado la historia.

Ricardo Neno

26 de junio

Muy interesante su texto, una buena muestra de su intencionalidad altruista.
Surge por cierto la pregunta asociada: cómo se llevaría a la práctica. Sus dos propuestas: el consumo consciente y la limitación de las ganancias de los ultra ricos, parecen estar en conflicto con la naturaleza del capitalismo.
Cómo, en efecto, se puede disuadir al ciudadano de consumir con desenfreno si toda la maquinaria publicitaria y el sentido común dominante lo conmina a ello; y si muchos de aquellos dirigentes que peroraron por el cambio social y el hombre nuevo terminaron de adalides del estatus quo, mostrando en la práctica que el dinero y el consumo que este permite ostentar son los valores máximos.
Cómo, también, persuadir a los súper ricos de dejar parte de sus ganancias y privilegios para ser redistribuidos entre los que menos tienen, considerando que son ellos los que condicionan en gran parte las conductas de la clase política llamada a hacer los cambios legislativos que concreten su propuesta.
¿Es dable imaginar campañas masivas para difundir sus loables propuestas, y que ellas sean incorporadas en la educación y la conversación pública?
Es cierto que la pandemia ha producido un disloque del sistema, pero el poder sigue estando donde históricamente ha estado. No solo en Chile sino en todo el globo.
Es cierto también que la pandemia está lejos de superarse, no solo en nuestro país sino en todo el mundo. Y que su persistencia puede llevar a revisar y reformular nuestro modo de vida.

26 de junio

Estimado Ricardo, gracias por tu comentario sobre la intencionalidad altruista, pues me permite precisar que no es desde esa intención que comparto la Propuesta, en cuanto que no me mueve ser diligente en procurar el bien ajeno aun a costa del mío propio. Yo busco mi bien también. Un motivo por el cual he compartido la propuesta es ver como el miedo y la incertidumbre copan nuestra atención poniendo en riesgo el sentido de la vida buena y el placer de vivir.
Quisiera que ocurriera lo que preguntas, es decir, que la propuesta abriera un debate público sobre los dos focos de acción que propongo: consumo consciente y limitación de la acumulación de la riqueza. Sobre ambos focos he planteado una aproximación general, por cierto hay mucho por explorar y descubrir, escuchar a los expertos, dialogar, en fin, crear las condiciones para tomar buenas decisiones y llegar a buenos acuerdos. Cada paso que demos en esa dirección es un paso bien dado, por ejemplo, este intercambio entre nosotros es un paso que suma.
La limitación de la acumulación de la riqueza es un tema complejo, conflictivo, que genera resistencias. Son los debates que hay que dar, nada será fácil. Con gracia y fundamentos se puede construir una gran mayoría que esté de acuerdo con la idea de limitar la acumulación de riqueza, y será en el campo de la política, con las reglas de la democracia donde se diriman asuntos como este. El proceso constituyente que tenemos por delante es clave en este sentido.

J.A.

28 de junio

Su visión sinceramente es un aporte en estos tiempos de conflicto y sufrimiento, comparto su análisis porque nos permite repensar cosas, sobre todo repensar nuestras propias dicotomías internas, y de qué lado estamos ante ciertas circunstancias. Sobre el consumismo, comparto su preocupación, pienso que la austeridad es un tema del espíritu, desde allí se expande a nuestros actos, es bueno lo que Ud. hace, ponerlo en evidencia. Sobre el límite a la riqueza es un asunto complejo, pero creo que la solución son los impuestos. Finalmente me dejo algo que no comparto, su visión del neoliberalismo, desde mi óptica esto es un invento de las ciencias sociales a partir de unos antiguos conceptos económicos, en realidad la perversión es nuestra, es como el caso de satanás, nosotros somos los ambiciosos, los que hacemos el mal al ecosistema, los que practicamos el abuso, de esa forma pareciera que nos colgamos de una filosofía concertada, pero que es una quimera nacida de un paper.

30 de junio

Gracias J.A. por tu comentario que, más allá de valorar el texto, contribuye al debate sobre lo expuesto. De eso se trata, como mediante el dialogo, el debate de ideas, vamos construyendo una fuente común de conocimiento y entendimiento sobre la condición humana y la vida en comunidad.
El impuesto ha sido hasta ahora el modo de rectificar las desigualdades. Es cierto, tal vez la solución sea hacer reformas al sistema actual de impuestos. Podríamos lograr avances significativos por esta vía. Pero es interesante señalar que aún en los casos de países que lo han hecho mejor, igualmente se produce el hecho de que unos muy pocos tengan un patrimonio desmesurado. En la gran mayoría de los países hay personas con patrimonios que superan los 100 e incluso los mil millones de dólares. ¿Es sano que en un país unos muy pocos tengan ese nivel de riqueza mientras la mayoría transite entre la pobreza y el endeudamiento? ¿Que justifica esto? Ese ha sido mi cuestionamiento sobre el cual baso la propuesta de limitar la acumulación de la riqueza.
Respecto a la ideología neoliberal, creo que la experiencia nos demuestra el poder de las ideologías, para bien o para mal, podemos observar en la historia de la humanidad el papel que han jugado. Mi visión sinóptica sobre el neoliberlaismo está expuesta en el texto, solo agregar que creo en el mercado y en la libertad de emprendimiento en el marco de un estado democrático que vela por el el bienestar de cada uno y de todos a la vez.

Andrés Urrutia

07 de julio

Señor Amigo: Siempre es bienvenido el comentario de un hombre bueno, como el que se deduce de sus reflexiones y propuestas destinadas a alcanzar el tan deseado mundo mejor. Se valora que tenga confianza en las personas y piense que compartirán ese ideal. Solo plantearse el tema y hacerse las preguntas que propone, ya es algo positivo. No obstante, es difícil que una iniciativa así pueda tener eco en la gente o hacer variar su rumbo y ritmo, incluso a nivel de los ámbitos más íntimos. Menos aún que pueda des-estructurar un sistema de vida complejo, avanzado y en crisis, o siquiera que concite a su discusión para un acuerdo de mayor alcance político y social. Sus bien intencionadas ideas podrían prosperar, quizás, si usted formara un grupo de trabajo y guiara a sus integrantes en cada paso, modelando su entendimiento y conducta para enfrentar desde ese ángulo los problemas globales que tan bien describe. Sus seguidores podrían, eventualmente, multiplicar la semilla sembrada actuando como monitores para hacer fructificar su pensamiento. Mayor éxito podría alcanzar, si los miembros que congregue fuesen todas personas que, desde la partida, hayan aceptado la idea de limitar su riqueza a la cifra sugerida y que, por supuesto, al igual que usted, ya la hayan alcanzado o estén cercanos a lograrla.

08 de julio

Estimado Andrés, entiendo tus sugerencias para hacer prosperar las ideas que planteo, como una adhesión a estas y expresión de tu deseo que se implementen. Bienvenida tú disposición a contribuir. Respecto al camino que sugieres, no es mi camino, pero ya que lo sugieres, puede ser el tuyo, así que adelante y te apoyaré en lo que pueda. Todo lo que sume será bienvenido.
Respecto a mi nivel de riqueza, estoy lejos del límite que propongo. Nunca he estado motivado por ser rico, si lo estoy por darme vida buena y disfrutar de sus placeres que, como expongo en el texto, no requiere ser rico. Si por cosas del azar llegase a tener una gran fortuna (me gusta jugar al loto), no tengas dudas que seré consecuente con lo que propongo.

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