"No me interesa". Esa fue la respuesta que un ciudadano me entregó hace un par de días cuando, tras comprobar que su perro defecó en la calle y él no recogió el residuo, le consulté qué haría. Andaba con prisas yo, por lo que no tenía tiempo para enfrascarme en una larga discusión (que de seguro sería algo violenta) sobre su irresponsable conducta. Pero me quedé pensando en su respuesta.
Cerca de mi casa hay una plaza. Los fines de semana suelo ir a ella con mis hijos, sea para montar en bicicleta, sea para jugar a la pelota. Es frecuente que al regresar a casa, el olor en el ascensor delate que algún integrante de la familia ha pisado caca de perro. Deambulan en el barrio algunos perros callejeros; a esos se los puedo perdonar. Pero a los que no puedo excusar es a los otros perros, esos que con correa y dueño detrás, ensucian la plaza en la que juegan mis hijos.
"No me interesa" escucho decir a todos esos ciudadanos. ¿Qué no les interesa? ¿Cuidar el espacio público? ¿Mancharse las manos con la caca de su perro? ¿Contribuir a una mejor convivencia urbana? Finalmente, llego a la conclusión que lo que a esos ciudadanos no les interesa es respetar mis derechos. Mi derecho a gozar de un medio ambiente saludable, mi derecho a un entorno habitable, mi derecho a una ciudad limpia.
El diccionario de la Real Academía de la Lengua entrega cinco acepciones para el verbo cagar, y en este caso, la primera, la segunda y la cuarta se fusionan. La evacuación de vientre, que mancha y desluce el espacio público, en última instancia expresa desprecio. Desprecio por la convivencia ciudadana, desprecio por el otro. Cuando estaba pensando en publicar esta entrada, no sabía si hacerlo en la categoría Ciudad, Salud o Medio Ambiente, hasta que me di cuenta de que debía hacerlo en Ciudadanía. Porque éste es un problema de derechos y deberes ciudadanos.
No tengo plena certeza, pero parece que en Chile no existe una norma legal de carácter nacional que regule esta situación. En algunas comunas, sus municipalidades han establecido multas para los dueños de animales que caguen en plazas y otros espacios públicos. Sin embargo, que deba existir una ley o un reglamento local para normar esta conducta, llama la atención.
Cada cierto tiempo, leo sesudos análisis sobre cómo los chilenos no cuidamos lo público. Para cada manifestación, paraderos de transporte público son destrozados. Las murallas de las grandes ciudades viven una permanente batalla contra el graffiti. Ambas, se dice, manifestaciones de cómo el debilitamiento de nuestro tejido social, termina impactando en cómo nos apropiamos de lo público. La caca de perro parece, no obstante, estar en un nivel más bajo de esa escala: ¿cuántos analistas de lo humano y lo divino, que pontifican sobre lo público, tienen perros que hacen caca en la calle?
Siempre he creído que lo público es una extensión de lo privado (no voté por Piñera, para que no sospechen de mis palabras). El espacio público es un espacio que nos pertenece a todos y por ello me comporto en él (o debiera) como lo hago en mi casa. Si el perro de ese ciudadano no defeca en su cocina o en su sala, ¿por qué deja que lo haga en la plaza o en la calle? ¿Entenderá ese ciudadano que su perro, finalmente, se está cagando en mis derechos?
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