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Mujeres y ciudadanas de la Revolución Francesa

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En la historia de las mujeres por la igualdad de derechos y la obtención de la ciudadanía, la Revolución Francesa de 1789 representa un antes y  después.

La Revolución Francesa se recuerda como el movimiento que difundió por el mundo los ideales de libertad, igualdad y fraternidad; que invitó a las mujeres a formar parte tanto de los clubes como de las filas revolucionarias; que reconoció y divulgó la Declaración  de los Derechos Fundamentales del Hombre y del Ciudadano; que reconoció que la soberanía nacional radica en el pueblo.

Un poco de Historia


En la historia de las mujeres por la igualdad de derechos y la obtención de la ciudadanía, la Revolución Francesa de 1789 representa un antes y  después. Grandes avances y reconocimientos que no perduraron del todo.

Hasta ese momento, Francia era gobernada por una monarquía absoluta con un poder ilimitado, el rey se creía era designado por Dios para gobernar, procedía en forma arbitraria, no daba cuenta de sus actos a nadie; gastaba como y cuando quería las rentas del Estado; nombraba los funcionarios; declaraba la guerra y firmaba la paz; dictaba leyes; creaba impuestos y hasta podía disponer de los bienes de sus súbditos, cuando así lo estimaba convenientemente.

No había libertad individual, pues el soberano podía ordenar la detención de cualquier persona sin causa justificada; tampoco existía libertad de conciencia y ningún libro ni periódico podía publicarse hasta después de ser estudiado por la censura. Por otra parte, las leyes no se aplicaban por igual ni con el mismo rigor: así tenemos que por un mismo delito la pena no era la misma tratándose de un noble o de un labriego.

La organización social de Francia estaba basada en la desigualdad y los privilegios. Se distinguían tres clases sociales: El Clero, la Nobleza y el Estado Llano o Tercer Estado, siendo las dos primeras privilegiadas.

En 1789 Francia era gobernada por el rey Luis XVI (nieto de Luis IV, El Rey Sol y estaba casado con una princesa de origen Austriaco, María Antonieta), quien convoca a Los Estados Generales ante la gran crisis que vive la Nación.

Los Estados Generales, (una especie de asamblea o parlamento integrada por 1200 diputados: 300 por el clero, 300 por la nobleza y 600 por el Tercer Estado o Estado Llano), se reunieron en Versalles el 5 de abril de 1789. El Tercer Estado quiso aprovechar la asamblea para presentar peticiones favorables al pueblo; el rey y la nobleza rechazan estas reformas.

El 17 de junio de 1789 se crea la Asamblea Nacional, la cual ocupó la Sala del Juego de la Pelota en la que los diputados juraron no separarse hasta haber dado una constitución a Francia.

A petición del rey, la Asamblea Nacional se Transforma en Asamblea Constituyente (que va a existir de 1789 -1791) y en la participan las tres clases sociales.

El 14 de julio 1789 se da La Toma de la Bastilla (símbolo del abuso) por el pueblo de París, ante este escenario el soberano cede y la monarquía absoluta llega a su fin.

El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Constituyente promulga “La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, previamente se habían abolidos los derechos feudales, el 4 de agosto de 1789.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano consta de 17 artículos que refieren principalmente que todos los hombres son iguales; que la soberanía reside en la Nación; que los derechos naturales, como la libertad, la igualdad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión no deben ser violados, como tampoco la libertad de pensamiento y creencia.

En este contexto, preguntémonos, ¿cuál es el papel de las mujeres en la Revolución Francesa de 1789? Primero, entendamos que hasta momentos previos de la revolución, las mujeres no eran tomadas en cuenta en ninguna toma de decisiones, la gran mayoría vivía en condiciones de pobreza y no se tiene registro de la asistencia de alguna como diputada a la sesión de los Tres Estados Generales.

Lo que sí se ha documentado que si participaron mujeres tanto en la Toma de la Bastilla, como en la Marcha a Versalles que se lleva a cabo el 5 y 6 de octubre de 1789, cuando una multitud, compuesta en su mayor parte por mujeres, que protestan por el alto precio y la escasez de pan. Las mujeres salen de París el 5 llegando a Versalles de madrugada, invadiendo el Palacio. Al final de la mañana la familia real deja Versalles, regresando  a París.

De lo que sí se tiene registro es que en 1789, las mujeres francesas ejercieron una gran influencia mediante los “Clubes Femeninos” y los “Clubes Fraternales o Mixtos”, los cuales eran foros, donde mujeres y hombres, en igualdad de condiciones, discutían los problemas naciones, entre ellos la educación de las mujeres.

Eso con respecto a la partición de las mujeres en general, que siempre hay mujeres que sobresalen por su acciones, por su participación. Mujeres que destacan sobre todo porque se rebelan a los dictados sociales (lo que hoy conocemos como estereotipos de género) de lo que deben hacer las mujeres, y hoy vamos a compartir la historia de tres destacadísimas mujeres de la Revolución Francesa: Olympe de Gouges, Madame Roland y Théroigne de Méricourt.

 Olympe de Gouges

Olympe de Gouges, nació el 7 de mayo de 1748 en Montauban, en el sur de Francia, en el con el nombre de Marie Gouze. Su madre fue hija de un negociante de telas, y ella fue una hija bastarda del Marqués de Pompignan. Posteriormente su madre se casa con un carnicero.

De niña no tuvo más formación que saber leer y escribir. El occitano, lengua de su región fue su por mucho tiempo su única idioma, su francés contenía errores de ortografía y de estructura. Ella misma aludía en sus escritos su falta de cultura, pero eso no le impidió convertirse en autora de más de treinta obras de teatro, novelas y un sinfín de panfletos patrióticos.

En 1765 la obligan  a casarse con un hombre mayor, quedando al poco tiempo viuda y con un hijo pequeño, Pierre Aubry. Muy decepcionada del matrimonio lo calificó como: «la tumba de la confianza y del amor», nunca se volvió a casar.

Como viuda rechaza el apellido del difunto, y obtiene una especie de pensión de por vida, lo cual le permite vivir en París con su hijo. Recordemos que en ese momento a las mujeres, sobre todo las solteras o viudas, no se les permitía montar negocios, ni ejercer cargos oficiales y mucho menos dedicarse a la política ni votar.

A principios de 1770, Olympe se traslada a París para que su hijo recibiera una muy buena educación. Llevaba una existencia relativamente cómoda  y frecuenta los salones literarios parisinos donde conoce a la élite intelectual.

Para 1774, su nombre figuraba en el Almanaque de París, el «Quién es quién».  Decide emprender una carrera literaria al igual que su padrino, el poeta Jean-Jacques Lefranc de Pompignan. Empieza a firmar con el nombre de Marie-Olympe u Olympe, segundo nombre de su madre, añadiendo la preposición «de» a su apellido oficial Gouze, que es una variación de su apellido de soltera.

Escribió obras de teatro y otras más para una compañía teatral itinerante que recorría la región. Rápidamente sus obras empezaron a ser representadas en teatros de toda Francia. Una de sus obra más conocida es: La esclavitud de los negros (L’esclavage des noirs), publicada en 1792.

Esta obra atrevida pretendía llamar la atención sobre la condición de los esclavos negros. Fue encarcelada en la Bastilla por medio de una lettre de cachet (una orden directa del rey), pero fue liberada al poco tiempo gracias a la intervención de sus amigos.

Estos escritos fueron seguidos de folletos que dirigía periódicamente a los representantes de las tres primeras legislaturas de la Revolución, a los Clubes Patrióticos y a diversas personalidades. Se calcula que escribió cerca de 300 panfletos y fundó varias Sociedades Fraternas para ambos sexos.

Claramente decepcionada con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por no incluir a las mujeres, un mes después, el 5 de septiembre 1791 presenta su famosa Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana.

Es muy importante destacar lo relevante que es esta Declaración en el  aspecto jurídico, es que este documento iguala jurídica y legalmente  a las mujeres en relación con los varones.

La Declaración fue presentada en la Asamblea Legislativa el 28 de octubre de 1791. Y es profundamente significativo porque además de otorgar los mismos derechos a las mujeres de los que ya gozaban los hombres, también hace un llamado a ellas para ejercer y  defender sus derechos.

Pero, ¿qué pasa con Olympe, su autora?,  pues que la Revolución va a seguir y disuelta la Asamblea Legislativa se forma la Convención Nacional, cuyos principales actos fueron: Decreto la Abolición de la Monarquía y la Proclamación de la República, el otorgamiento del Sufragio Universal (derecho a voto para todo ciudadano) y el proceso y condena a muerte a Luis XVI. La ejecución se lleva a cabo en enero de 1793.

Surge la época del Terror, bajo la dirección de Robespierre, un gobierno revolucionario que implanto el terror y envió al patíbulo a miles de detenidos y sospechosos.

El gobierno estuvo conformado por tres comités: el de la Salvación Pública, el de Seguridad General y el Tribunal Revolucionario. Olympe denunció los abusos del Terror y de Robespierre le que valió ser detenida en agosto de 1793, bajo la acusación de ser la autora de un panfleto en contra del gobierno.

Enferma a causa de una herida que se ha infectado, Olympe fue transferida a una enfermería carcelaria. Para que su detención le fuera más soportable, empeñó sus joyas consiguiendo ser trasladara a una prisión de detenidos enfermos de la alta sociedad.

Olympe reclamó sin descanso ser juzgara para poder defenderse de las acusaciones y del expeditivo Tribunal Revolucionario. Con este fin, compuso dos panfletos que logró sacar de su lugar de reclusión y que tuvieron una amplia difusión, «Olympe de Gouges en el Tribunal Revolucionario» y «Una patriota perseguida». Fueron sus últimos textos.

El 2 de noviembre de 1793, Olympe es llevada ante el Tribunal Revolucionario sin abogado. Se defendió con valor e inteligencia en un juicio sumario que la condenó a muerte.

Fue guillotinada el día siguiente, 3 de noviembre de 1793. Según la declaración de un inspector de la policía y el periódico contrarrevolucionario Le Journal del editor Perlet, Olympe de Gouges subió al cadalso con valor y dignidad. Su único hijo, Pierre Aubry, renegó de ella públicamente poco después de su ejecución, por temor a ser detenido.

Sin embargo el tiempo ha permitido la reivindicación de Olympe, hoy en Francia diversas escuelas, calles, parques, plazas y un teatro municipal, llevan su nombre.

 

Marie-Jeanne Roland

La siguiente mujer es Marie-Jeanne Roland de la Platiere, que nació el 17 de marzo de 1754, fue hija de Gratien Phlipon, un grabador de París ambicioso, especulador y casi siempre pobre. Desde muy temprana edad mostró una gran capacidad para el estudio y un talento indiscutible.

Fue en gran medida autodidacta y apasionada de la lectura. A medida que desarrollaba sus lecturas abandonó la idea de ingresar en un convento.

En 1781 se casó con Jean Marie Roland, con quien compartía la misma inteligencia y el mismo carácter, a pesar de ser él 20 años mayor. En los primeros días de su matrimonio, Madame Roland escribió artículos políticos para el Courrier de Lyon, su lugar de residencia.

En 1791, la pareja se muda a París y ella empieza a desempeñar un papel político más activo. Su salón, en la calle Guénégaud, se convirtió en el punto de encuentro de personalidades como Brissot, Pétion, Robespierre y de otros líderes del movimiento popular.

Madame Roland se encuentra en el centro de toda una serie de aspiraciones políticas, y en la compañía de los hombres con miras al  progreso y de mayor talento de su época. De ella se sabe que “sus ideas eran claras y con amplitud de miras, sus modales tranquilos y contaba con una aguda capacidad de observación”.

La pareja comenzó a hacerse impopular cuando el señor Roland expuso públicamente los peores excesos de la Revolución. Madame Roland llegó a acudir a la Asamblea para refutar las falsedades de un acusador, donde su tranquilidad y dignidad provocó entusiasmo pero las acusaciones continuaron.

En la mañana del 1 de junio de 1793, fue arrestada e ingresada en la prisión de l’Abbaye. Su marido huyó entonces a Ruan con la hija de ambos. Después de ser liberada durante una hora, es arrestada de nuevo y trasladada a Sainte-Pélagie.

Acaba recluida en La Conciergerie, París. En prisión fue respetada por los guardias y se le permitió el privilegio de poder escribir y recibir visitas ocasionales.

El 8 de noviembre de 1793 fue conducida a la guillotina. Antes de colocar su cabeza en el cepo, se inclinó ante la estatua de arcilla de la Libertad situada en la Plaza de la Revolución (actual Plaza de la Concordia) y pronunció la famosa cita por la que es recordada: “¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. Dos días después de su ejecución, su marido se suicidó en su refugio en las afueras de Lyon.

Madame Roldan es un claro ejemplo como por algunos años las mujeres participaron en los debates de los asuntos nacionales.

Théroigne de Méricourt

Por ultimo tenemos a Théroigne de Méricourt, que nació el 13 de agosto de 1762 en Marcaurt, antiguo Principado de Lieja y hoy provincia belga de Luxemburgo, como Anne-Josèphe Terwagne de Marcourt.

Hija de Pierre Theroigne, agricultor acomodado en Xhoris y de Élisabeth Lahaye, de Marcourt, ambos en el Principado de Lieja, después se le conocerá como “La bella Liejesa”.

Fue la mayor de tres hermanos. La muerte de su madre, el 22 de diciembre de 1767, al nacer su tercer hijo, la deja huérfana a los cinco años. Queda al cuidado de su padre junto con sus hermanos, Pierre-Josèphe y Josèphe.

Poco tiempo después es confiada a una tía en Lieja y asiste a un colegio religioso de la ciudad. Cuando su tía se casa, deja de pagar el colegio y vuelve con doce años a la casa de su padre, quien se había vuelto a casar.

A los 14 años, tras desavenencias con su madrastra se marcha a cuidar vacas a una casa en la zona. Al año siguiente vuelve a Lieja donde trabaja como costurera, en otras labores algunos con familiares y cuidando niñas.

A los 17 años es requerida por la Señora Colbert, una mujer de mundo y de origen inglés, quien la hace su dama de compañía en Anvers durante cuatro años.

Es en esto años aprenderá a leer, escribir, cantar, cantara, tocar algún instrumento. También cuidará de los hijos de la señora Colbert.

Tras vivir un tiempo en París, prueba a hacer carrera como cantante en Londres, donde es seducida por un oficial inglés y con el cual tendrá una hija, Françoise-Louise,​ que falleció por viruela en 1786.

Posteriormente se traslada a Italia, donde contrae sífilis, enfermedad que le es tratada con mercurio, según las indicaciones médicos de la época.

​Estando en Roma, se enterara de la convocatoria de los Estados Generales por parte del rey Luis XVI y decide volver a Francia.

Llega a Francia el 11 de mayo de 1789, se trasladaba a Versalles para ser la única mujer en las tribunas de la Asamblea. Solía vestir ropa de hombre o ropa de amazona, tenía tres trajes: uno blanco, otro rojo y el tercero negro.

Su primera participación registrada fue el 17 de julio de 1789, mientras el rey Luis XVI estaba en el Ayuntamiento de París, vistiendo una escarapela tricolor. Su llamativa presencia y vestimenta la hará destacar y al mismo tiempo la volverá blanco de ataques y calumnias en la prensa.

Frustrada por las pocas oportunidades para las mujeres en la Asamblea, trabajó para la creación de clubes y sociedades patrióticas de mujeres o mixtos. En enero de 1790 funda, junto a Charles-Gilbert Romme, la Sociedad de Amigos de la Ley, un club que fomentaba el trabajo patriótico en las provincias, informando al pueblo de las actividades de la Asamblea.​

A comienzos de noviembre de 1789, la prensa realista comenzó a publicar artículos en los que ridiculizaba, se convierte en el objetivo de panfletos, se dice de ella que había asaltado de Bastilla y dirigido las protestas de la Marcha sobre Versalles, lo cual es falso; que luchó contra los soldados, y que siempre estaba donde había más protestas vistiendo su traje escarlata y su penacho negro. Fue blanco de una campaña de calumnias, para 1791 se le presenta de modo frecuente como mujer sulfurosa, peleonera y libertina.

Tras las jornadas de la Marcha sobre Versalles, es denunciada  por lo que a fines de agosto de 1790, abandona París y regresa a Lieja.

En febrero de 1791 intenta volver a París para cobrar unas deudas, siendo detenida y entregada a los austriacos, encerrándola en la fortaleza de Kufstein, en Tirol, Bélgica.

Allí es interrogada sobre sus actividades revolucionarias, tomándola por una espía subversiva. El gobierno de la Asamblea Nacional negocia con el emperador Leopoldo II su libertad, que se produce en julio de 1791. Esta detención aumenta su popularidad en París, donde vuelve a fines del año 1791.​

El 26 de enero de 1792, hace una entrada triunfal en La Sociedad de Amigos de la Constitución o Club de los Jacobinos. Se coloca al lado de Brissot y afirma ser totalmente republicana y contraria de los realistas, a los que llama «partido de los aristócratas». También se manifiesta en contra de la burguesía, que quiere que las mujeres se queden en casa, lo cual le ganó enemigos incluso del lado de la Revolución.

En la primavera de 1792 intenta crear un batallón de mujeres dispuestas a luchar para defender la ciudad, medida que resulta impopular es denunciada por causar inquietud en el Barrio de San Antonio de París.

Más tarde invita a las ciudadanas a organizarse como cuerpos armados declarando: «Rompamos nuestras cadenas, es el tiempo al fin de que las mujeres salgan de su vergonzosa nulidad, donde la ignorancia, el orgullo y la injusticia de los hombres, que las han esclavizado durante tanto tiempo». Reclama la igualdad política para las mujeres, pasando por la demanda de poder llevar armas.

La violencia y agresiones hacia ella continúan, es objeto de burla por parte de la prensa, y empieza a sufrir de problemas mentales.

El 13 de mayo de 1793, la Asamblea Nacional Constituyente la acusa de apoyar a Brissot, jefe del grupo de los Girondinos, es atrapada y llevada aparte por un grupo de mujeres jacobinas que la tratan de brissotiana, de girondina, la desnudan y la azotan públicamente.

La violencia de este ataque y agresión fue minimizada, y la hace nuevamente objeto de burlas por parte de la prensa.

Para algunos estudiosos, ​la humillación de esta agresión será el origen de su locura, también pudo influir el avance de la sífilis y los efectos del mercurio en el organismo.

En la primavera de 1794, su hermano solicita su tutela y la hace internar en el asilo de Faubourg Marceau, consiguiendo de esta forma evitar una acusación política y la guillotina, aunque los primeros informes la declararon sana.

Se produjeron diversos internamientos en centros mentales en los siguientes años. Se entrega a ritos de purificación, viviendo en su casa desnuda y vertiendo cubos de agua helada sobre ella.

Al final, en 1807 fue ingresada en el Hospital de la Pitié-Salpêtrière, donde permaneció hasta su muerte el 23 de junio de 1817.

Théroigne asegura que para ella, las mujeres «tienen los mismos derechos naturales que los hombres, de suerte que es extremadamente injusto que no tengamos los mismos derechos en la sociedad«.

Este discurso provoca la cólera de la prensa contrarrevolucionaria, siendo objeto de mofas, burlas y comentarios despectivos, tratándola como una libertina, contraria a la feminidad. «Puta patriota con 100 amantes cada día, pagando cada uno 100 sueldos en contribución a la Revolución, ganados con el sudor de su cuerpo».

Pero su estilo, su ropa y sus opiniones políticas la hacen impopular entre las mujeres del pueblo, ya que no su mentalidad no estaba preparada para tantos cambios. Sus proclamas eran adelantadas a muchas de las mujeres de su época. En vano escribió apasionados panfletos instando a la elección de mujeres como representantes, con «el honroso deber de unir a los ciudadanos e inculcarles el respeto de la libertad de opinión».

 Y después, ¿qué pasa con las mujeres?

La Revolución concluye y busca nuevas formas de gobierno, para 1793 las luminosas esperanzas de la Revolución se habían apagado, ya se había desechado la idea de la igualdad para las mujeres en la educación. Algunas destacadas mujeres habían sido condenadas a muerte. Ya se habían clausurado los “Clubes Femeninos”, y se negaba a las mujeres el derecho a reunirse en la calles.

Luego de la Revolución y pese a su participación, las mujeres son obligadas a regresar a sus casas, a los espacios domésticos y privados, por considerarse que no tienen ningún tipo de derecho, y que deben estar sometidas a los varones como son su padre, esposo, hermano, suegro, hijos, y un largo etc.

Sin embargo, la Revolución Francesa y en particular Olympe de Gouges, nos han dejado la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, una muestra clara de que la igual es posible.

TAGS: #DerechosDeLaMujer Historia Igualdad de Derechos Revolución Francesa

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