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Mujer, pobre y mapuche. Esto es Chile

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Hace un tiempo en una notaría, una señora muy pobre se acercó a hablarme. Digo «pobre» por la vestimenta, su sonrisa desdentada y su rostro con una alergia insoportable que le tiene la piel completamente herida; y porque no hay suficiente acceso a atención de salud para esos detalles que en el servicio público son nada frente a la enorme necesidad médica de la región.


Cómo puedes pasar por la vida indiferente al sufrimiento de otro, de otra como yo. Fue una bofetada a mi conciencia.

Me ofreció huevos de sus gallinas, de una comunidad mapuche cercana a Cajón, a $ 3.200; preciosos, de colores. Mientras esperaba a mi hijo, alcanzó a contarme de su vida y observé la expresión que ponían los habituales del local, incluyendo a las dependientas, y hasta el Notario, que abrió la puerta de la oficina para ver.

La reticencia era por la pobreza, sencillamente eso; lo otro era que la mujer apenas hablaba castellano, y se hacía entender con palabras mezcladas o cruzadas, que alguien ignorante y prejuicioso puede pensar que es deficiencia intelectual.

Sus padres fallecieron y ella, hija única, madre soltera, tenía su hijo estudiando en un liceo de Temuco; interno, para evitarse los viajes diarios al campo. El joven le pidió dinero para cargar el celular, para comer algo en la colación, un completo que vale mil pesos, porque queda con hambre con el alimento del establecimiento educacional. Mucho dinero para ella que debe caminar toda la ciudad para vender algunas docenas de huevos, pagar locomoción y comer alguna cosa, mientras en el campo los tíos y la familia paterna abusan de sus bienes porque ella tiene que salir a trabajar. Le tiraron la cerca, el portón, y los animales salieron; tuvo que buscar sus ovejas, vacas, gallinas, una por una; son su riqueza, y con lo que cuenta para vivir. Siembra su huerta y cuando hay producto también los vende. Me preguntó a dónde puede recurrir para denunciar su caso; pensé en el Sernam, tal vez la Conadi…

No sólo enfrenta el frío, el riesgo de ser mujer que camina sola por las calles en una sociedad machista empedernida, sino que debe sortear la vigilancia de Carabineros porque no cuenta con permiso municipal, que la echen de las oficinas por su apariencia que recuerda el desgarro de la necesidad de la que la mayoría olvida, pero de donde procedemos.

Alcancé a mirar sus pantimedias, de las gruesas, como las que usaba mi abuelita, con los puntos corridos; los zapatos rotos y muy delgados, plásticos, de tienda china. Pensé en la cantidad de zapatos que tengo guardados y que no uso, en la vanidad y desvalorización de lo realmente importante en la vida; cuántas chaquetas que cuelgan en mi closet y nunca me pongo. Me sentí vanidosa y superficial, insultada por la realidad de una mujer de mi edad, madre soltera igual que muchas de chilenas descritas por Sonia Montecino en su análisis antropológico Madres y huachos, alegorías del mestizaje chileno; sacrificada hasta el desprecio ciudadano más obvio para educar a su hijo, su esperanza, y que tampoco significa que asegure una buena vejez, menos ahora que la colusión supraneoliberal pretende aumentar la edad de jubilación para el caso de los asalariados (el que trabaja por un sueldo), o como vi en el caso del anciano que llevé a su casa hace un tiempo, maltratado por la nieta enfermera, y lo que he visto entre los hijos cuidadores de postrados por el caso de mi padre (fallecido hace un año), que después los sacan los propios hermanos de la casa para apropiarse de la herencia.

Y si el hijo después se avergüenza de la madre; nunca se sabe. Los hay, lo he visto también.

Cuando me llamaron al mesón  le pedí a la lamien que me espere. Mientras llenaban los formularios le dije a mi hijo que le lleve un papel donde anoté los datos de cómo llegar a la oficina de Conadi (ahora que escribo me doy cuenta que si apenas habla castellano, seguramente tampoco sabe leer), y algo de dinero para que almuerce, con ese frío de Temuco que era insoportable. Cuando terminamos nuestra gestión ya no la encontramos; lo que debí hacer es preguntarle cómo la ubico para llevarle ropa y zapatos, o hacer una forma de trafkin con ella, para que no se ofenda (el/la mapuche es siempre digno, no acepta limosnas, hay que se cuidadoso/a en ofrecer ayuda). Algo.

La realidad de Temuco, a la que me gusta denominar la capital del Wallmapu, ciudad con una identidad difusa, contradictoria, clasista, empecinada en el blanqueamiento la mayoría, o en la morenidad mapuche los menos, siempre en oposición, nunca reconociendo las mixturas y las propias contradicciones de la transculturación y el rescate sociocultural obligadamente mestizo.  Mientras tanto, la mujer sola, pobre, mapuche por añadidura ante este racismo no tan solapado que hay acá, sin red de protección por desconocimiento o por desidia familiar, es sometida por su necesidad a deambular por las calles vendiendo huevos de su propia producción para la vida del hijo, como hacemos las madres, todo lo necesario por ellos.

Cómo puedes pasar por la vida indiferente al sufrimiento de otro, de otra como yo. Fue una bofetada a mi conciencia.

TAGS: #Mapuche #Mujer #Pobreza

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Eduardo Trucco

09 de junio

Dos comentarios: 1) No es raro que nadie haya comentado; el artículo es un espejo para que muchos se vean a sí mismos y se den cuenta de lo mezquinos que son, de los prejuicios absurdos que llevan como poncho; ¿qué van a decir? ¿Que no? ¿Que no es cierto que haya gente que vive así? 2) El artículo hiere de dos maneras (a lo menos): primera, porque hace sentir un dolor solidario con esa mujer pobre y mapuche; segunda, porque son tantas las situaciones y vivencias como ésta o similares, en una sociedad frívola, hipócrita, descarnadamente superficial y mezquina, como la nuestra.
Celebro el artículo; ojalá mucha gente lo lea, y lo sienta.
Además, como hombre de provincia, sé lo que puede sufrir una persona que vive bastante marginada, en silencio mucho tiempo, sin apoyo, casi sin esperanza. Una vida de dolor, que pese a todo, la mujer sigue con ella, hasta que pueda…
Si hubiera cómo ubicar a esa mujer, para ayudarla y acompañarla un poco, sería bueno.
Gracias…

Litmu Patricia

09 de junio

Saludos, Eduardo Trucco, gracias por comentar. Personalmente no me extraña que nadie más comente este texto, porque se trata de una mujer mapuche. Sin realizar ningún análisis sociológico, sino sólo por simple observación en los medios sociales, produce más empatía un haitiano o cualquier otro extranjero que los mapuche, y lógicamente tiene que ver con el imaginario divisionista que la historia enseñada en el país desde el poder, como por el temor que los poderes fácticos que desean sus tierras siguen cimentando. De hecho, menciono en el texto que uno no puede ir a llevar una limosna o una ayuda sólo porque sí; hay que procurar un tipo de negocio, un trafkin, un intercambio, de manera de no ofender su dignidad. Desde los años que llevo en Temuco y he conocido la realidad de La Araucanía me confieso admiradora de nuestra raíz ancestral, parte de nuestros genes mestizos en la gran mayoría nacional. Y claro, hay cientos de situaciones similares; sin ir más lejos, ahora procuramos con LITMU conseguir vehículo para visitar una familia en Labranza que se encuentra en condiciones de absoluta pobreza y con problemas de cuidado impresionante (madre jefa de hogar anciana, hija con problemas mentales con hijo pequeño con retraso mental). No es mucho lo que podemos hacer por nuestra escasez , manteniendo el resguardo cultural, es decir, con conocimiento de que se trata de mapuche y no de otra cultura -perdón que lo diga: ajena, por muy cosmopolita que una se diga-.

Javi-Al

13 de junio

A propósito de la extrañeza por los escasos comentarios, comento, si, tiene razón, es uno de los escenarios en que muchos chilenos viven sus vidas, y ese es el problema, no sólo la mujer mapuche la pasa mal, muchisimos otros compatriotas también, y vemos que los diseños de programas , proyectos y politicas sólo tienen un sólo foco, Santiago, el resto del país se debate en pensamientos fatalistas, en la resignación y el paso de los días, los meses y los años. Lo más trágico de estos es que esas carencias, ésos “ olvidos” , ese “ninguneo” del resto de Chile es aprovechado por grupos interesados, por grupúsculos ideológicos violentos que usan para sus fines problemas que ni siquiera conocen, pero se adueñan de ellos para crear y mantener vivo el odio entre los chilenos.

Julieta

16 de junio

Chile lindo y desigual. Hago talleres de arte en liceos y escuelas «vulnerables» como los llaman hoy, realidades tremendas que no creo que ni las conozcan o simplemente no las ven , soledades, padres que llegan tarde y cansados luego de largas jornadas de trabajo, chicos que salen muy temprano de sus hogares, caminan y cruzan en botes para llegar a estudiar, los establecimientos no son precisamente motivadores, chicos sin proyecciones, con baja estima, sin mucho futuro y que en su gran mayoría solo logran replicar la vida que han tenido…. Somos una sociedad indolente, egoísta…. La moderna esclavitud!!
Conversando con los alumnos de los colores de piel sobre un trabajo, la gran mayoría no valora su tez morena era «mejor tenerla clara»…….

16 de junio

Así es, Julieta; es la realidad de Chile. Pero hay esperanza, una pequeña luz coin la que cada uno de nosotros puede contribuir, porque hemos visto resultados en la Escuela Millantú de Rengalil, que es de las denominadas «deprivadas», donde a los niños les hemos realizado talleres de literatura que abarca el rescate de su propia historia familiar y valores identitarios, dondeles decimos que ellos con esfuerzo y lucha pueden ser lo que quieran ser, hasta ser Presidente o preseidenta de Chile. Que lo que escriben y hacen, las familias de donde proceden, sus historias de lucha social y racial -estamos en Chile, y en La Araucanía- es valiosa, que son sobrevivientes culturales, etc. Y constamos que los niños aumentaron 41 puntos en la prueba de lenguaje Simce, mejoraron su rendimiento escolar, y se ven a sí mismos como personas importantes capaces de generar cambios sustantivos en sus vidas y generaciones si se esfuerzan. A veces, y es nuestra convicción, falta la palabra de aliento, la ayuda espiritual a tiempo; el reconocimiento y la validación como sujetos, como seres humanos, donde todos somos importantes. Postulamos a cuánto proyecto encontramos para generarnos recursos que nos permitan seguir implementando este trabajo. Ahora mismo tenemos un Taller de Literatura en una JJVV de un sector «deprivado» de Temuco, y es posible que asistamos sólo nosotros, pero insistiremos hasta romper la maldición de los malos hábitos culturales propios del resentimiento y la pobreza.

Sara Valentina

08 de marzo

Recién leí este artículo con un nudo en la garganta. Pensar que esa mujer podría ser mi madre, pude haber sido yo, pero claro no lo soy. Me lo recordó por su vestimenta y aspecto físico, mi madre que vivió una vida de sacrificio para darles algo mejor a sus hijas (a mi). Recuerdo con nostalgia y orgullo mi niñez pobre y esforzada, ayudé en lo que pude, vendiendo ensaladas que mi madre preparaba luego de llegar de la corta de pencas, toda llena de heridas en sus manos y piernas ocasionadas por las gruesas y puntiagudas espinas de las matas de pencas, sus manitos negras y ensangrentadas, sus piernas chorriando una que otra de sangre, todas rasguñadas, heridas. Mi vieja linda, mi vieja india, mi vieja esforzada, ella que en medio de la pobreza trataba de salir adelante aunque eso significara pasar frío, hambre, cansancio, sueño, y todo esto es literal. Hoy mi viejita sigue trabajando porque su pensión no alcanza porque con lo que yo NO gano por estar en casa cuidando de mis hijos y la ayuda economica de mi parte no es suficiente, hoy ella a sus 71 años aún trabaja. Pero ya no con esa pobreza entrometida ni con el hambre ni el frio colandose por su puerta sino porque el trabajo la nantiene activa «dice ella» lo demas es solo excusa porque «si le alcanza» pero a ella le parece razon perfecta para seguir trabajando. Mi querida vieja fue, es y será, esa misma mujer pobre y mapuche, pero hoy con orgullo y tranquilidad de haber superado esa pobreza indolente que a muchos incomoda.SL

10 de marzo

Gracias por comentar, Sara Valentina. Nosotros como organización social, cultural y educacional queremos realizar este año una antología de historias familiares que relaten precisamente estas realidades que son acalladas, y que es preciso dar a conocer para que no se nos olvide como región y como país, el costo que ha significado lo poco que tenemos la mayoría ciudadana.
Igualmente provengo de familia proletaria, pobrísima, que a costa de enorme esfuerzo de hombres y mujeres, nosotros, generaciones posteriores, podemos contar con alguna facilidad social para vivir. Y debo decir que si el esfuerzo de los hombres fue giganteso, el de las mujeres fue mucho más complejo, precisamente por las características culturales que cada época.
Sería muy interesante que hicieras un relato de la realidad que tú misma viviste con tu madre, para adjuntarla a la antología de la que te comento. No es una propuesta de literatura para competencias académicas, sino contar la realidad de este país desde personas reales. Nuestro correo es [email protected], para que nos comuniquemos y conversemos más al respecto.
Saludos, abrazos a tu madre, un ejemplo para todas nosotras.

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