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La nueva confianza

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Mucho escuchamos y leímos sobre la necesidad de recuperar la normalidad perdida, también de la necesidad de una nueva normalidad y ahora último, de recuperar la confianza. Si, la normalidad y la confianza que teníamos, que nos teníamos, en la cual vivíamos y convivíamos. Sin embargo, hay malas noticias: a pesar de todos los esfuerzos que se realicen editorializando sobre aquello, no recuperaremos lo que antes teníamos y hemos perdido, porque lo que antes existía y denominábamos como normalidad y confianza, nunca fueron aceptadas como tales sino con altos niveles de imposición; nunca gozaron de la salud suficiente como para ahora extrañar su ausencia y desear su vuelta tal como eran. Así es, la nueva normalidad que por estos días se promueve y profetiza, como la confianza que se espera recuperar, requieren necesariamente de nuevos términos que precisamente den nacimiento a una nueva confianza.


No recuperaremos lo que antes teníamos y hemos perdido, porque lo que antes existía y denominábamos como normalidad y confianza, nunca fueron aceptadas como tales sino con altos niveles de imposición

Muchas investigaciones nos han estado señalando que la confianza institucional tiene una estrecha relación con el buen desempeño que se espera de las propias instituciones para satisfacer las demandas de los ciudadanos (Baker, 2008González de la Vega et al., 2010Hiskey & Seligson, 2003Morales Quiroga, 2008Price & Romantan, 2004). Pero también, que la baja confianza institucional se encuentra asociada con la ineficacia del gasto público (Baker, 2008) y con la corrupción, y como un círculo vicioso, fortalece la mala evaluación de la gestión institucional (González de la Vega et al., 2010).

Nada de promisorio para los llamados que se realicen para recuperar las confianzas perdidas si a la vez la ciudadanía no cambia su evaluación de las instituciones que se espera que con su desempeño eficiente, generen confianza e instalen una nueva realidad fundada precisamente en ella. Esto es sumamente importante considerar como condición para la nueva normalidad, pues la confianza es una variable que explica una variedad de fenómenos, como el orden social justo, el orden político participativo, la transparencia de los mercados y de la gestión pública, la equidad en las relaciones laborales, hasta la satisfacción en las relaciones personales. Entonces, si queremos una democracia con instituciones valoradas por la ciudadanía, tenemos que establecer nuevos estándares que nos permitan una evaluación a la luz del grado de satisfacción de las demandas ciudadanas.

Al mismo tiempo, la confianza social es indispensable para el desarrollo de cualquier sociedad ya que posibilita la cohesión social, los procesos de interdependencia, la cooperación, la conexión social, la acción colectiva y la tolerancia entre los ciudadanos (Bakker & Dekker, 2012Delhey, Newton & Welzelc, 2011Reeskens, 2007Rousseau et al., 1998You, 2012). Además, se la concibe como un indicador de desarrollo cívico y se la asocia al crecimiento económico y a una buena gestión gubernamental del país (Bjørnskov, 2012Dingemans, 2010Ferullo, 2004).

Entonces, una nueva confianza se fundará en la contribución para la construcción de relaciones predecibles con uno mismo, con los demás y con las instituciones políticas y sociales, lo cual repercutirá directamente en la calidad de nuestra vida, ya que cuando aprendemos a confiar, al mismo tiempo adquirimos esperanza, lo cual incrementa o disminuye nuestra percepción de vulnerabilidad, constituyendo un indicador emocional del grado de fragilidad con que nos percibimos y de las instituciones y sociedad en que vivimos. A nivel social, la confianza en las instituciones cumple un rol fundamental, ya que condiciona la confianza social de los ciudadanos; cuando las instituciones propician un marco de legalidad, políticas de equidad social y justicia las personas se sienten seguras en sus intercambios con los demás y sus políticas institucionales generan la percepción de que los actores institucionales son capaces de minimizar el oportunismo y fomentan la creencia y la expectativa de que los demás son confiables.

Si las empresas quisieran construir una nueva confianza con los consumidores, deberán hacerlo eliminando la letra chica y el abuso característico en los tiempos de normalidad; si los políticos quisieran una nueva confianza con sus electores, tendrán que hacerlo con transparencia y coherencia entre su discurso y sus actuaciones; si los empleadores quisieran  una nueva confianza de sus trabajadores, deberán compartir los riesgos y beneficios de la gestión empresarial. El mejor ejemplo de esa nueva confianza nos la están dando los profesionales de la salud durante estos días: cuando concurren a salvar a quienes se han contagiado, comparten el riesgo con sus pacientes, cuando los salvan de morir les aplaudimos y agradecemos, pero cuando no lo logran, también valoramos el esfuerzo que realizan para evitar el contagio y la muerte, porque antes se han comprometido en lograrlo.

TAGS: #Normalidad Confianza instituciones políticas

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Comentarios

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Jorge Tramon Guarda

24 de junio

El autor tiene toda la razón en «lo que hay que lograr» para lograr la nueva confianza, el problema radica en el «cómo»: hemos visto cómo estos meses todo sigue igual, no cambia de actitud el gobierno ni la oposición, no cambian los empresarios, no cambian los trabajadores ni las organizaciones, ni los estudiantes. Nadie cambia. Estamos viviendo un tremendo paréntesis. Ejemplos aberrantes: la publicidad (¿han escuchado aquella que compra el cupo en dólares de las tarjetas de crédito?), el nuevo endeudamiento como ayuda para pasar la crisis (pero cuando haya que pagar lo quiero ver), siguen inmutables las AFP, las ISAPRES, los ricos y los pobres.
La «nueva confianza» está muy lejos de lograrse. Los chilenos no dialogamos (discutimos), no nos creemos (tenemos algo bajo el poncho), por lo tanto no confiamos porque «siempre nos traemos algo entre manos». La solución no estriba en buenas intenciones ni voluntades, como señala Carlos, debe ser producto de un férreo pacto social en que cada uno asuma las pérdidas de la pandemia, pero para ello «todos» debemos estar dispuesto a retroceder para que «todos» podamos avanzar, cada uno en lo que le corresponde. Eso es, en mi opinión, imposible hoy si no aparecen nuevos liderazgos (esto lo escribo a una semana de asumir el Ministro Paris y dos semanas después de que Izquia Siches sea la persona mejor evaluada en las encuestas.

06 de julio

Gracias Jorge por tu comentario, comparto contigo en que hay que avanzar en propuestas concretas, eso lo haremos todos. Saludos

Anybella Recabarren Z.

26 de junio

Para que exista realmente esta «nueva confianza», la transparencia debe ser fundamental. Esto se logra a través del diálogo con escucha profunda.Y lamentablemente mientras esto no exista, jamás podremos valorar lo que hay de positivo o de constructivo en el argumento del otro. Tanto las instituciones gubernamentales como la empresa privada deben poner el diálogo activo y profundo en práctica, y no hacerlo sólo cuando se ven avasallados por una multitud que clama por justas demandas. Gran tarea para los líderes multisectoriales! Tarea que además, debemos trabajar desde los primeros años de la edad escolar.
Cuán importante es escuchar atentos, para valorar y construir!
Saludos!

06 de julio

Gracias Anybella, claro que es un inmensa tarea generar nuevas confianzas y para ello es indispensable el desarrollo y disposiciones para la escucha. Y por supuesto, como muchas tareas y desafíos, la escuela tiene un rol relevante en provocar diálogos respetuosos y constructivos. Saludos

Milton Soto

26 de junio

Hola Carlos
Recién he leído tu columna; la
Comparto casi en su totalidad, pero, lamentablemente somos nosotros quienes generamos o no la confianza, ese generar confianza ayuda, pero, una vez más quienes deben demostrarla nunca lo hicieron y ahora quieren, un poco tarde y ojalá la logremos, de otro modo vamos a una sociedad que aún no me la imagino en su globalidad….en lo último me refiero a las instituciones y LÓGICAMENTE a los políticos que son los grandes causantes de tan grave y gran desconfianza…

06 de julio

Gracias Milton, siempre es posible enmendar rumbos. Saludos

J.A.

27 de junio

Entendiendo hacia donde se dirige la idea, pienso que la desconfianza es propia de nuestro estado civilizatorio, bastante mal por cierto, pero se funda en la evaluación de la actividad diaria de los actores más relevantes, en el caso de los políticos, en realidad no buscan el bien común mediante la construcción de confianzas, pujan por construir sus propias utopias de sociedad, y las que conocemos son totalmente opuestas, en consecuencia vemos una verdadera guerra, unos procesos destructivos siempre activos y la sospecha como parte del juego. Es verdad, no volveremos a estados anteriores, y es imposible que ocurra, han aumentado las desconfianzas, en parte porque nuevos actores están apareciendo, unos actores que ven en la descomposición social su medioambiente, y en la negación del diálogo y del otro su razón de ser.

06 de julio

Gracias J.A., si bien quienes tienen mayor autoridad tienen mayor responsabilidad, todos podemos constribuir en los espacios que nos corresponde interactuar. Saludos

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