A pesar de que a nivel gubernamental se indica que Chile es un país seguro, hay hechos que al común de los ciudadanos nos preocupan. Existe en el país un relajo evidente de las autoridades en lo que entendemos como seguridad ciudadana. Es por todos conocido las formas de delincuencia que nos está afectando. Esas encuestas ciudadanas con el famoso índice de victimización, no reflejan lo que sucede a diario en la calle, en los barrios y, en general, en la sociedad chilena.
Nos hemos acostumbrado a vivir protegiéndonos de un ambiente inseguro donde un sector de la población considera normal salir todos los días a “trabajar”, nombre que le dan a la actividad de robar o hurtar. Ha crecido la cantidad de compatriotas que maneja una escala de valores desvirtuada. Un grupo no menor de padres no sólo no ha entregado valores y virtudes a sus hijos, sino al contrario, manifiestan e incentivan dentro de su grupo familiar actitudes reñidas con las normas básicas de convivencia de cualquier sociedad civilizada.Un grupo no menor de padres no sólo no ha entregado valores y virtudes a sus hijos, sino al contrario, manifiestan e incentivan dentro de su grupo familiar actitudes reñidas con las normas básicas de convivencia de cualquier sociedad civilizada.
Este grupo de personas no recibió de su entorno valores como el respeto, no se le entregó ese empuje vital llamado esfuerzo, dedicación, disciplina y, lo más grave, no valoran su vida ni la del prójimo. Al momento de reaccionar no dudan en quitarle la vida a una persona o a un policía con tal de concretar su intenciones.
Ante esta realidad, lo que cualquier ciudadano que paga sus impuestos, que ha trabajado toda su vida para tener lo necesario para vivir, que ha transmitido a sus hijos esa energía inicial que todo ser humano necesita para enfrentar la vida con optimismo, trabajo y respeto por los demás, las personas que usan el transporte público, que circulan por las calles para llegar a su trabajo o al colegio, merecen que el estado les brinde seguridad. Los hogares no pueden ser vulnerados y la propiedad privada violentada, ni siquiera con el pretexto de una reivindicación social, cultural o étnica.
Las autoridades no están cumpliendo con uno de sus roles fundamentales. Nadie se atreve a decir con todas sus letras, que la policía no está haciendo su trabajo en forma eficiente, que los legisladores no endurecen las penas, que el poder judicial debe corregir sus procesos aunque tenga que proponerle al Ejecutivo o al Legislativo modificaciones al sistema procesal vigente, y no quedarse en el hecho de que ellos se apegan a la ley.
Llegó el momento de evaluar la función de las autoridades fiscales. Sr. Ministro del Interior, adopte las medidas necesarias para frenar esta situación con imaginación. Srs. Intendentes, organicen sus regiones, háganle saber al alto mando de las policías que no lo están haciendo bien. La ciudadanía debiéramos tener la posibilidad de evaluar una vez al año las funciones de las autoridades en un proceso administrado por el Ministerio del Interior donde se realice una consulta ciudadana con preguntas como por ejemplo: ¿ está usted conforme con las rondas policiales en su barrio ?
Comentarios
01 de noviembre
A propósito, creo que en nuestros tiempos hay dos tipos de delincuencia:
1. La de los barrios bajos, en las que gente que ha nacido y se ha criado en los márgenes de la sociedad hace del delito su fuente de ingresos. La llamaré «hija de la injusticia».
2. La que llamamos de cuello blanco, en las que gentes nacidas y criadas en sectores altos o medios y que generalmente han accedido a educación universitaria, delinque para tener más dinero y poder. La llamo hija de la codicia»
Para la primera estoy de acuerdo a lo afirmado por Confucio, el gran sabio chino: «Los que gozan siempre de lo suficiente para mantenerse, disfrutan de paz interior. Quienes se ven sumidos en la miseria pierden esta paz interior y no hay maldad de la que no sean capaces: violarán las leyes, pervertirán las costumbres, eliminarán de su corazón todo buen sentimiento, se entregarán a todos los vicios. Si se espera a que el pueblo llegue a esta situación para reprimirle con castigos, no se hace más que prepararle una trampa. Un príncipe lleno de virtud y bondad no puede preparar trampas a su propio pueblo».
Para la segunda mi explicación es que en la sociedad capitalista el dinero representa poder y cada cual queremos ser más poderosos y para ello se trata de escalar muchas veces a como de lugar.
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