Uno de los temas que ha debido desarrollar el Frente Amplio, para pensar un país y una alternativa al modelo económico actual es el trabajo.
Desde nuestra perspectiva tercermundista, el desarrollo de las fuerzas productivas, -es de decir, los recursos naturales más los medios de producción que nos permiten transformar estos recursos mediante el trabajo en artículos de consumo- se vuelve fundamental a la hora de generar transformaciones que beneficien a las mayorías.
Para que la participación de los trabajadores sea real, además de la incorporación de dirigentes sindicales del sector privado en las filas del Frente Amplio, será necesario que las fuerzas políticas que componen el FA generen definiciones ideológicas y definan las tareas democráticas.
Debido a la gran desigualdad en los niveles de desarrollo que se observan, incluso dentro del mismo sector productivo, se evidencia la necesidad en los países atrasados de un prólogo en la revolución democrática, la cual configura, de acuerdo a las condiciones nacionales e internacionales de cada proceso, un camino de transición al socialismo que, en algunos casos, puede ser muy largo. Aunque el avance de las fuerzas progresistas y de izquierda sea favorable para el FA, es indispensable realizar estas tareas, que van desde el impulso y articulación de reformas, hasta la profundización de la democracia dentro del mismo FA. En este sentido, mucho hemos aprendido de los procesos latinoamericanos sobre la importancia que tiene la transformación de las revoluciones políticas en revoluciones sociales.Si desde los primeros pasos somos capaces de organizar un sistema político realmente democrático, basado en la activa participación y control popular sobre todo el proceso, estaremos en condiciones de construir y realizar un modelo acertado, eficiente y democrático para Chile.
Si desde el comienzo se acierta en lo fundamental de la configuración de las estructuras económicas, políticas y jurídicas; si somos capaces de evitar los errores del verticalismo y nos mantenemos fieles a la idea de que el impulso fundamental debe venir desde abajo, y al principio de que la vanguardia o minoría activa al conducir no debe sustituir a las masas; al pueblo, sin que la vanguardia se transforme en un aparato de Estado que impone desde arriba su voluntad; si desde los primeros pasos somos capaces de organizar un sistema político realmente democrático, basado en la activa participación y control popular sobre todo el proceso, estaremos en condiciones de construir y realizar un modelo acertado, eficiente y democrático para Chile.
El trabajo crea la riqueza.
Hoy en día, las fuerzas productivas alcanzan un nivel de desarrollo tal que la producción adquiere un carácter social, colectivo; cada producto es el resultado de diversos colectivos de trabajadores, agrupados en empresas y, a menudo, en empresas de distintas ramas de la producción situadas, incluso, en distintos países. Sin embargo, la propiedad de los medios de producción y la apropiación de los productos sigue siendo privada. Socializar los medios de producción en estos casos, es una tarea madura. Los países del Tercer Mundo, por estar insertos dentro del sistema capitalista mundial, tienen un desarrollo capitalista muy desigual, es decir, poseen áreas que son perfectamente susceptibles de ser colectivizadas, otras que, por el contrario, por el retraso en el desarrollo de las fuerzas productivas, o por el carácter mismo de su actividad, difícilmente pueden ser gestionadas eficientemente en forma colectiva y finalmente otras que, a pesar de poseer grados considerados de desarrollo, no conviene socializar para hacer viable y eficiente el consenso, en función de la estrategia para el período.
Para esto deberemos lograr que los sindicatos vayan superando los diferentes niveles de sindicalismo: desde el que se remite estrictamente a las condiciones salariales, que se mira el ombligo en la negociación colectiva de empresa, el cual es predominante en Chile. Por otra parte, un segundo nivel de sindicalismo, que además de aspirar a las mejoras salariales, se preocupa por las condiciones laborales: sobre el trato y las condiciones materiales que ayuden al clima laboral. También, existe el sindicalismo que, además de preocuparse de estos temas básicos, accede a información sobre la empresa y es considerado como un referente consultivo mucho más empoderado. Y en mucho menor número existe un nivel superior de sindicalismo, donde los dirigentes del directorio participan en la gestión de la empresa, como ocurre en Alemania o en Codelco, donde la directiva sindical, es parte del Directorio de la cuprífera estatal, generándose una co-gestión, que puede lograr grandes aprendizajes de cómo funciona una empresa, estando a un paso de la autogestión de la producción por parte de los trabajadores.
Cuando los trabajadores son considerados e involucrados en la producción de la empresa, no solo como un simple operario, sino, como parte fundamental de ésta, cuya ganancia será más equitativa, generaremos un salto en los niveles de conciencia del poder que posee la clase trabajadora para forjar su destino.
Samuel Silva
Izquierda Libertaria – Vocero Unión del Agro
Comentarios
06 de diciembre
Totalmente de acuerdo..
+1
25 de marzo
Estimado, ¿camino al socialismo?, y si a nuestro país no le gusta el socialismo ¿cómo lo va a obligar Ud?, y si cualquier hijo de vecino esta sacándole punta al lápiz para fabricar muebles, en parte porque le carga tener jefe, ¿cómo lo va a obligar a ser un asalariado estatal dependiente de un sindicato?. Si hay algo que tiene este país, desde nuestros ancestros mapuches, y no va a cambiar a menos que se haga en forma violenta es que le gusta la libertad, emprender, aunque sea vendiendo sopaipillas, Marx nunca conoció a esta gente, gente soberbia, gente linda, gente libre.
0