La votación en el Senado respecto a la propuesta del Presidente de la República en orden a que la abogada Ángela Vivanco integre la Corte Suprema, ha sido una ocasión inigualable para ver las fisuras ignoradas de las fuerzas de oposición. Y, en particular, para develar las debilidades institucionales al interior del PPD.
El nombramiento de jueces en la Suprema tiene una relevancia de primer orden, algunos han tratado de disminuir aquello diciendo que en el último tiempo son pocas las oportunidades en que esa instancia debió pronunciarse sobre materias valóricas. En el debate se llegó a decir que el máximo tribunal era más bien un ente técnico. Como si los jueces no tuvieran su corazoncito.
El debate no es aislado, estos días nada más está al rojo una polémica en EE.UU. por la idea de Trump de instalar en la Suprema Corte de ese país un juez antiabortista y ultra conservador. Incluso hay críticas de los republicanos, por tensionar la política con tal sugerencia y entre los demócratas Bernie Sanders ha terciado en el debate recalcando la importancia de tomar muy en serio la posibilidad de instalar conservadores en la Suprema Corte.El resultado de esta combinación de intereses es un desatre porque el olor a componenda, el secretismo en las decisiones, la opacidad de los procedimientos sólo agudizan las justificadas suspicacioas que se tiene sobre la forma de hacer la política
La integración de la judicatura por abogados integrantes, como es el caso de la Sra. Vivanco, es una materia de suyo delicado porque si bien podría ser apreciado como un factor de renovación también implica un menosprecio de la propia carrera judicial y ello debe ser objeto de un análisis de largo plazo.
Pero los análisis en este caso, ni de largo ni corto plazo, han sido materia de escrutinio público. Nuestros senadores parecen, es estas materias, hablar con códigos ajenos a los que usan para obtener votos en cada elección. Se enreda todo, se oculta, se mantiene en sigilo, se acuerdan votaciones; con argumentos desconocidos para la opinión pública, porque es posible que los senadores piensen que somos incapaces de entender materias de la alta política. En fin.
Súmese a esto las declaraciones recientes del Ministro de Justicia en una reunión interna de su partido, la UDI, en donde coincidió con la concurrencia respecto a la izquierdización de la judicatura y se comprometió a “netear” esta situación.
El resultado de esta combinación de intereses es un desastre porque el olor a componenda, el secretismo en las decisiones, la opacidad de los procedimientos sólo agudizan las justificadas suspicacioas que se tiene sobre la forma de hacer la política.
En el PPD el asunto es aún más grave. Aun cuando el hecho de que no se haya votado en bloque es esperanzador da cuenta de la falta de coherencia en los objetivos de la bancada de Senadores del partido. Esa falencia radica en una lógica de los liderazgos individuales, que son el principal problema del PPD. Liderazgos que finalmente se presentan como muy contradictorios pero que en estas circunstancias se igualan y mimetizan. Porque a la hora de entender mal las cosas y facilitar la llegada de una ultra conservadora a la Suprema, no hay diferencia sino similitud entre Harboe, Girardi y Quintana.
En la campaña interna apuntamos a esta situación. La falta de institucionalidad democrática y deliberante al interior del PPD y el exceso de proyectos personales. Esto ya no es un campanazo sino una constatación. Tal como lo dijimos en campaña esperamos que la nueva Mesa, presidida por Heraldo Muñoz, pueda avanzar en el fortalecimiento de las institucionalidad partidaria, garantizando los derechos de todos los que formamos parte del PPD.
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