Por un periodo de siglo y medio, entre 1700 y 1851, se condensó en la ribera norte del Biobío especiales formas de asentamientos y doblamientos que surgían de los procesos intensivos de crecimiento de la población, producto de la ofensiva de Pelantarus y de los mestizajes que se estabilizan como relaciones sociales legitimadas por la necesidad. No hay institucionalidad colonial que pueda establecer normas de gobernabilidad en contrario o formas de discriminación que impidan que el bajo pueblo español pueda mezclarse con la población indígena mapuche. Tierra adentro, las mujeres y hombres españoles estarán desarrollando una mezcla no buscada, pero con profundas consecuencias para el propio mestizaje de lo que mas adelante será el pueblo mapuche.
El mestizo españolizado se asienta en los territorios que quedan desiertos por la presión del asentamiento español. Tal proceso se desarrolla mediante corridas de cercos, violencia y negociación. En otras ocasiones, la propia relación familiar con los linajes mapuches de Perquilauquén, Cobquecura o Tomeco o Itata posibilitan acuerdos informales para el establecimiento de nuevos familiares que se establecen con las mujeres del linaje. Ello, por cierto, en medio de la lucha por los recursos y por las tierras como lo muestra, por ejemplo, esta reclamación del “cacique general “del partido del Itata en 1796:
La tierra se hace escasa. El campesinado que pugna por establecerse lo hace en detrimento de las tierras indígenas. En el próximo siglo, ese proceso avanzará por sobre toda la “Tierra Adentro” de los mapuches.
Don Andrés Chuqueta: cacique general del partido de Itata, ante V.S. parezco y digo; que habiendo traído de la Real Audiencia, dos reales prohibiciones, a efecto de que se me restituyese mi pueblo, nombrado Ranquilcahue, y por consiguiente se me paguen mis sembrados y los de mis vasallos, con multa de doscientos pesos la primera; y la segunda al mismo tenor, y habiéndoselas hecho saber al delegado, Don Francisco Gonzáles Palma, son el juez diputado de aquel partido nada ha resuelto, … pues absolutamente no tienen donde acogerse mis vasallos, o yo; teniendo mis tierras donde mantenía mis animales, hoy día es potreros, tanto de dicho individuos, como de su suegro, y demás vecinos: por lo que se ha de servir V.S. mandan al referido, que tanto él, como los demás saquen sus animales de mis tierras, pues con tenerlos absolutamente me ha dejado sin arbólenos, que era de donde hacia algunos medios para mantenerme, y mantener quince hijos que tengo… [1]
La tierra se hace escasa. El campesinado que pugna por establecerse lo hace en detrimento de las tierras indígenas. En el próximo siglo, ese proceso avanzará por sobre toda la “Tierra Adentro” de los mapuches. Ahora, es el último signo de la desaparición de los vestigios mapuches en la región del norte del Biobío. Solo la toponimia estará presente de ahora en adelante. La reclamación de Chuqueta, evidencia que ya a fines del siglo XVIII, que existen procesos de reconfiguración colonial interna, que dan cuenta de un proceso de arrinconamiento de los linajes mapuches La tierra se hace escasa. El campesinado que pugna por establecerse lo hace en detrimento de las tierras indígenas. En el próximo siglo, ese proceso avanzará por sobre toda la “Tierra Adentro” de los mapuches.
Ahora, es el último signo de la desaparición de los vestigios mapuches en la región del norte del Biobío. Solo la toponimia estará presente de ahora en adelante. La reclamación de Chuqueta, evidencia que ya a fines del siglo XVIII, que existen procesos de reconfiguración colonial interna, que dan cuenta de un proceso de arrinconamiento de los linajes mapuches.
Así, dice “atendiendo a que tengo todos mis vasallos dispersos por no tener donde darles para que hagan sus casas y sembrados”[2] con lo cual esta planteando que su propia valía como cacique esta en entredicho. Los “vasallos de Chuqueta” desintegrados al perder el acceso a la tierra, que se observa ostentan una forma comunitaria de reparto, estarán en condiciones de “amancebarse” en donde las condiciones lo permitan rompiendo con la “comunidad” originaria que se desarma, con el pueblo de indios, sucesora de la recua ya disuelta en el siglo XVI o XVII
Ese movimiento señalará, que también en este territorio, la mezcla tendrá un movimiento de mapuche a mestiza españolizada o mestiza indigenizada. La dirección identitaria de la territorialidad del Biobío será inevitablemente mestiza españolizada. El pueblo de indios de Chuqueta, Ranquilcahue, estará viviendo sus últimos días a fines del siglo XVIII y con ello sus habitantes estarán integrándose a la vertiente general del mestizaje labrador en el territorio.
Esta es una vertiente que nutre el mestizaje de este territorio. Chuqueta, con su pueblo de indios pudo haber sido parte de las viejas tropas de indios amigos del siglo XVII y resiente con fuerza el estado final de su linaje y “sus vasallos”. Esta última apreciación sobre “vasallaje” evidencia esta constante que estamos señalando sobre la condición de mestizaje en la cual se encuentran las propias configuraciones indígenas que han sido parte de la colonización de este territorio.
No sabemos cual fue el destino final de Andrés Chuqueta, pero debemos suponer el rechazo a su reclamación y el asentamiento a firme de la Villa de Coelemu, que parece ser una obra de este sub delegado don Francisco Gonzáles. Chuqueta se considera vasallo del rey y reclama la restitución de su pueblo Ranquilcahue, ya que, escasamente puede otorgarle a sus vasallos las tierras necesarias. Bajo esta perspectiva, la posesión de la tierra se habrá convertido en un infierno para los últimos mapuches de la ribera norte del Biobío. ¿Por qué? Tal vez por: a). el crecimiento demográfico, propio del asentamiento posterior a Pelantarus, b). el intercambio de tierras entre españoles pobres y mapuches, sin mediar contrato y, c). Una presión en las tierras de los empresarios coloniales por la exportación del trigo al Perú, luego de 1700, en desmedro de los ya asentados labradores mestizos.
A fines del siglo XVIII los vasallos dispersos de Chuqueta, debieron desarrollar las mismas estrategias de sobrevivencia que los españoles del bajo pueblo, desertores o fugitivos de todo Chile: arrancharse en un terrenito para vivir. Y los propios labradores mestizos, que comenzaran a vivir un proceso de descampesinización, por efecto de guerra por el recurso Tierra, vivirán durante los siglos XIX y XX el mismo proceso de desarticulación de estos primeros mapuches desarraigados de la tierra.
Pero el proceso de diferenciación por estamentos y clases al interior del campesinado es un proceso que se desarrolla muy tempranamente. En el año 1734 El Capitán Pedro Vergara, vecino de la ciudad de san Bartolomé de Chillán, como apoderado del sargento mayor Don Jorge de Fuentealba demanda la restitución de ochocientos cuadras de su propiedad: “que dentro del término de diez días me legasen la estancia todas las personas que me han usurpado con grave desprecio de la real justicia de indios “[3] . Es decir la situación de tierras suscita tal conflictividad que las relaciones de indios, campesinos pobres y soldados se entreveran en disputas de largo alcance. La lucha por el recurso tierra es una variable de constitución de la sociabilidad de esta región. Tal situación es detectada por José Perfecto de Salas cuando señala que estos habitantes pleitean de manera permanente por la tierra.[4]Los últimos eslabones de estatalidad española en el fin del mundo también requieren hacerse presente y José Perfecto de Salas es su representante paradigmático. Por ello desarrolla un largo viaje en 1749 y funge funciones de asesor de Amat y Juniens y después lo seguirá al Perú. Cautelara el desarrollo de una modernidad y abominará de los mestizos flojos de este territorio.
[1] Archivo Judicial de Quirihue, Civiles. Leg. 3, Despojo de tierras y traslado de Villa Coelemu, demandante: Andrés Chuqueta (cacique), demandado: Francisco Gonzáles,1 1796
[2] Ibídem, op cit.
[3] Capitanía General Volumen 72, Pieza 6, Fojas 468-479
[4] Ricardo donoso, Jose Perfecto de Salas, Un letrado del Sigklo XVIII, Universidad de Buenos Aires, 1963, p
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