Como ciudadana adherente a las demandas principales del Movimiento Estudiantil, quise profundizar en “la otra cara de la moneda” en esta eterna discusión que al parecer no tiene buen pronóstico, o mejor dicho, quise explorar algunas razones del mundo legislativo sordo y falto de voluntad para impulsar tales demandas respaldadas por una considerable parte de nuestro país. Pero desde una perspectiva diferente, me preguntaba mientras caminaba por Valparaíso y vislumbraba a lo lejos esa imponente estructura, de líneas rectas, llamada Congreso, quiénes las habitaban, y cómo siguen perpetuando su letargo.
Es fácil criticar desde la ignorancia, por ello advierto que mis apreciaciones son personales. Creo que una de las múltiples razones por la cual es muy difícil llegar a consensos entre el poder legislativo, y los estudiantes, radica en una diferencia generacional. El pánico al desacuerdo, a la diferencia, es el motor del impedimento hacia reformas profundas en materias tan relevantes como la educación en Chile.
Este argumento toma sentido con la siguiente apreciación; las generaciones anteriores a las nacidas en la década de los 80 y que vivieron casi la totalidad del Chile en dictadura o como en algunos manuales de historia se refieren a “Gobierno de Facto”, y que en su mayoría ocupan los escaños de este poder, vivieron en un Estado totalitario y polarizado, a tal punto que, para no generar más violencia, la censura jugó un rol importante. Hay que tener en consideración que el mundo estaba envuelto en un conflicto llamado, Guerra Fría, varios estudiantes desconocen en profundidad las aristas de este conflicto, tampoco es mi intención describir monográficamente cómo se desarrolló, siempre está la opción de investigar, un solo hecho me atrevo a dar como ejemplo, la imposición hegemónica de “occidente” mediante el uso de armas de destrucción masiva deja bastante que desear.
Retomando el punto anterior, al hablar de censura, ¿a qué nos referimos exactamente? Me atrevo a señalar que coincidimos con la siguiente premisa; En las familias chilenas “promedio” existían temas vedados, como política o religión, para evitar cualquier desajuste en la armonía doméstica. Aquella forma de enfrentar los problemas, por omisión, fue fruto del miedo infundido mediante la doctrina del shock.
Este cambio cultural, fomentado por la desinformación, la tragedia desmembradora en contra el que pensaba distinto, la existencia en la clandestinidad de casas de tortura, y todo el aparataje de inteligencia que rodeaba la articulación de tal plan, fomentó la idea de que, mediante el terrorismo de Estado, se reinstauraría la Ley y el Orden en nuestro caótico país. Creo que el movimiento estudiantil ayudó a visibilizar la acumulación de este conocimiento latente, producto de experiencias históricas traumáticas, y que sirve como base para la reflexión actual y para repensar soluciones en colectivo, no se trata de destituir esta clase política temerosa mediante el mismo mecanismo, la violencia, se trata de intentar enmendar mediante el aprendizaje colectivo estos errores, ya que el poder, acostumbrado a imponerse mediante la coacción y no el debate participativo, perdió el respeto de los ciudadanos, en la calle existe una dolencia, suprimirla mediante el silencio sólo aumenta la fuerza de aquella.
El miedo expiró, y hay que enfrentar conflictos, es la belleza de madurar. Aún no pierdo la esperanza de que sea posible iniciar la reconstrucción de una política justa, donde solidaridad y principios de coexistencia primen por sobre el individualismo enaltecido ayudado en gran parte por este modelo neoliberal soberbio y antipático, paradojalmente, con nuestras individualidades pensantes.
El miedo expiró, y hay que enfrentar conflictos, es la belleza de madurar. Aún no pierdo la esperanza de que sea posible iniciar la reconstrucción de una política justa, donde solidaridad y principios de coexistencia primen por sobre el individualismo enaltecido ayudado en gran parte por este modelo neoliberal soberbio y antipático, paradojalmente, con nuestras individualidades pensantes.
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kithylu
Es muy compleja tu pregunta, debo reconocer que no soy experta en materia de leyes que posibiliten tal acción. Desde mi perspectiva, pensar en el financiamiento sólo desde la nacionalización de nuestros recursos naturales no es la solución. En ese sentido, apoyo la discusión con altura de miras para fomentar el acceso a la educación de una forma equitativa. Por ejemplo, tu dices, y efectivamente es cierto, una de nuestras riquezas más lucrativas es el cobre. Pero qué pasa con el agua, litio, semillas, carreteras, instalaciones portuarias, tierras, comunicaciones etc, etc. Mi intención es exponer que para que haya una democratización interna, se debe consultar a la ciudadanía y llamar a plesbicito la oportunidad de cambiar la constitución instalada en dictadura, asamblea constituyente suena fuerte en las discusiones que se dan en la vía pública, no quiero caer en generalizaciones, pero un gran problema es que a la ciudadanía, se le infantiliza, restándole por ello, valor a sus demandas. Es un proceso difícil, con muchas aristas que recorrer, pero creo que no es imposible si alcanzamos la madurez como sociedad y reunimos valor, perdiendo el miedo, respetando nuestra diversidad, para llevar a cabo tales reformas.
Casi todo está en manos de privados. El revertir este error, a mi juicio, requiere de una revolución cultural donde los valores morales de justicia, equidad y empatía, superen a los de lucro, crecimiento desigual económico, y prolongación de la idea de imperio. Saludos!
peon
Tengo la impresión que el Estado, ya sea de parte de sus legisladores o de parte de la Presidencia, ha venido haciendo un esfuerzo sostenido y de importancia mayor para mejorar la educación; no siempre con las mejores herramientas o metodologías, o satisfaciendo en grado zumo o a cabalidad a los estudiantes, pero, le recuerdo que en el análisis de curvas de desempeño de sistemas, más bien en los que involucran una realidad compleja, «lo importante es el delta», esto es, cuánto cambia el resultado que se pueda observar (usualmente en un eje «Y») ante aumentos incrementales de una unidad «de recurso X».
Si lo piensa un poco, en medio de la guerra fría hubo gente que pudo estudiar de forma gratuíta en el país, pero, de forma posterior al Golpe de Estado, la realidad chilena cambió del cielo a la tierra, ante el nuevo orden impuesto por todos sabemos quién, en el que se contempló al país con una mirada estrujadora del pueblo y privatizadora de empresas de recursos nacionales que proveían a las necesidades de la educación.
Así, entre este tiempo y el día de hoy, hemos pasado por una etapa breve de tiempo, comparada con alrededor de 150 años de institucionalidad, en la que desde el inicio de la dictadura de la Concertación hasta este momento se han producido inversiones estatales en educación de importante cuantía y en las que se sigue insistiendo para mejorar la realidad educacional del país.
Las demandas estudiantiles ahora apuntan hacia el camino que debe emprender la patria en pro de la nacionalización del cobre, porque de su mano debieran provenir cantidades mayores de recursos y esto me parece acertado, siempre y cuando exista la disponibilidad política para dar acceso abierto al debate de este tema, cosa prácticamente infactible, dado el poder de la mafia transnacional que, habiéndose adueñado del cobre una vez más, comprando a los políticos de la mafia de la Concertación, sigue colocando la pauta acerca de qué es lo que se puede hacer en el país, con su consentimiento, y que cosa está vedada…
Si usted es de «naturaleza contestataria», me pregunto qué responde al tema relativo a un imposible, o supuesto imposible, como lo es nacionalziar el cobre, con el que, haciendo un usufructo soberano del mismo, la nación pueda ingresar al desarrollo de un proceso que haga realidad las palabras del último párrafo de su artículo…
Como futura licenciada en historia, ¿¿de qué forma recomendaría usted que se nacionalizace el cobre, dado lo que sabemos que sucedió «la última vez que se nacionalizó»??…