Una persona espera el próximo bus que la lleve a su destino. De repente, un conductor ebrio pierde el control de su vehículo y se sale del camino estrellándose violentamente contra el paradero. En medio de la noche una niña pequeña que duerme serena en su cama es atacada sexualmente por un hombre adulto que es familiar suyo. Un bloque de cemento se desprende de una cornisa impactando de lleno en el cráneo a un transeúnte que iba pasando por el lugar. A quienes sufrieron esta suerte cabe llamarlos con justa propiedad “víctimas”. Según la definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, víctima es la “persona que padece daño o ha muerto por causa ajena o fortuita”. En este mismo sentido, en su Tipología Victimal, Benjamín Mendelshon amplía el significado precisando que no sólo son víctimas propiamente tales, sino que además víctimas inocentes quienes “no tuvieron ninguna culpa del suceso o hecho y no aportaron nada para desencadenar la situación.” Ambas definiciones implican de manera tácita que existe una categoría de víctimas que no son del todo inocentes.
El reciente caso de la ex sargento de Carabineros hallada muerta en Colombia es un buen ejemplo para ilustrar esta idea. El asunto inicia cuando Ilse Ojeda emprende una seguidilla de acciones irracionales que “aportaron”, y mucho, al triste final que tuvo su vida. Primero se embarca en una relación sentimental con un hombre 23 años menor. Cándida ella, creía en la mentira ampliamente aceptada de que el amor no tiene edad, pero la porfiada realidad nos demuestra que sí la tiene, como también tiene limitaciones socioeconómicas y culturales. El único ámbito donde en apariencia no la tiene es en las películas o en la literatura de amores prohibidos que son pura ficción y siempre terminan de la misma forma que terminan las historias que intentan emular la hazaña en la vida real: en tragedia. Involucrarse amorosamente con alguien que no sólo puede ser tu hijo sino que tu nieto es una de una indecencia y una torpeza inexcusables, incluso si nadie va a parar al cementerio. Bien pudo haber escogido una alternativa intermedia privilegiando el sexo, una actividad que entre adultos y de mutuo acuerdo está libre de trabas convencionales. Todos los días, a cualquier hora, en cualquier parte del mundo gente vieja copula con gente joven y nadie resulta lastimado, pero todo indica que el romance sigue siendo la opción de culto.Los medios se han referido a este caso como una historia de amor con desenlace fatal. Para mí se trata de otro crimen a sangre fría perpetrado por una mente enferma contra una persona que debido a sus pobres decisiones fue “aportando” lenta pero inexorablemente a su propia muerte.
El segundo acto irracional fue mantener financieramente a su novio transfiriendo con frecuencia importantes sumas con las que éste se compró un auto Mazda 6, una moto de alta gama y una propiedad mientras que ella “pasaba necesidades por enviarle mayor cantidad de dinero a él”, como afirmó su hermana Alejandra en una entrevista. A esas alturas, hasta el más tonto se habría dado cuenta que el tipo era un cafiche y que, por lo tanto, sólo estaba con ella por su dinero, y que cuando la codicia es desmesurada no puede haber final feliz. La ex sargento, sin embargo, pasó por alto esta bandera roja. Posteriormente, se retira de Carabineros y con los 20 millones de pesos que recibe de indemnización decide partir a Colombia donde su amor le había prometido que con ese dinero iban a instalar un local de comida típica chilena que sería grito y plata. La misma Alejandra cuenta que Ilse Ojeda siempre pensó en comprarse una parcela en el sur y una camioneta cuando se jubilara de la institución. Entre un plan sensato y uno descabellado, ella eligió el segundo. Esa fue su tercera fatídica jugada irracional. Por último, ya instalada en Colombia, contrata un seguro de vida por 30 mil dólares cuyo beneficiario exclusivo era su novio joven. Voy a ser terriblemente majadero con esto: ¿a quién que quisiera seguir con vida se le ocurriría hacer algo semejante?
Los medios se han referido a este caso como una historia de amor con desenlace fatal. Para mí se trata de otro crimen a sangre fría perpetrado por una mente enferma contra una persona que debido a sus pobres decisiones fue “aportando” lenta pero inexorablemente a su propia muerte. Sé que suena feo escribirlo, pero me interesa más la verdad que la corrección: ella tuvo lo que se merecía. Ilse Ojeda es una víctima, pero no una inocente.
Comentarios
04 de mayo
Me parece muy acertada tu columna; alguna vez escuche que generamos las cosas que nos pasa de una u otra forma y por tal razón es mejor hacerse responsable y no víctima, está última es la actitud más cómoda para muchos, ya que hacerse responsable implica reflexionar sobre nuestros actos y aceptar que las decisiones que tomamos no fueron las mejores.
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