Cuando el Ministro de Economía Juan Andrés Fontaine nos invitó a levantarnos más temprano para dirigirnos a nuestros trabajos, y devolvernos más tarde a nuestras casas, con el propósito de disminuir el gasto por concepto de locomoción pública (Metro), a partir de las medidas que toma/avala el ejecutivo para la mayoría de chilenas y chilenos, asegurándole vialidad al sistema de transporte público, no queda más que, o decepcionarse, o indignarse de nuestra indolente clase política. Ni uno, pero es que ni uno de los representantes hizo un sentido reclamo contra tal medida y razonamiento del ministro. Por otra parte, Felipe Larraín, Ministro de Hacienda nos sugiere comprar rosas, por su baja en el precio, y que con el ahorro en los pasajes… era ¡posible!
Permitirse estas sugerencias, desde el equipo económico del gobierno, es la evidencia de que no serán sancionados ni reprendidos por nadie, pero más complejo que eso, no tienen ni meridiana cercanía, ni siquiera por ‘fantasía’ de qué significa vivir en la periferia de la ciudad, en condición de segregación urbana y desigualdad social, política, económica y territorial, con sueldos, que con suerte se encuentran un poco más arriba del mínimo, recibidos, por la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de Chile, que por descontado deben sostener a una familia de a lo menos cuatro personas[1].
En el fondo, se subió la tarifa del metro, alza que se suma a otras permanentes, sea en medicamentos, agua potable, luz eléctrica, en carreteras concesionadas por concepto de peajes, y así otras que no hacen más que aumentar significativamente los niveles de ganancias de las empresas que se encuentran detrás y ‘estresar-endeudar’ a la mayoría de la población, circunstancia que extrañamente no deriva en mayores resistencias desde las personas, sea manifestándose, o bien, declarando más articuladamente su rechazo a tales y cuales medidas (exceptuando los escolares en el metro).Permitirse estas sugerencias, desde el equipo económico del gobierno, es la evidencia de que no serán sancionados ni reprendidos por nadie, pero más complejo que eso, no tienen ni meridiana cercanía, ni siquiera por ‘fantasía’ de qué significa vivir en la periferia de la ciudad
A los anteriores, que pueden entenderse como abusos sistemáticos, se suman pensiones, salud y educación, agregándose y, a buena hora, los referidos a los ambientales, cuando se evidencia la vulneración del derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación. Serán los conflictos socioambientales los que lo evidenciarán, donde la COP 25, que se organiza en nuestro país, los pueden relevar con mayor estridencia.
Somos una sociedad vulnerada de forma sistemática y diversificada, que ‘muy cuando en vez’, se revela para decir… ¡no más!, como ocurrió en su momento con el movimiento estudiantil, a propósito del lucro en la educación, su mala calidad y permanente segregación, o bien, el movimiento NO + AFP, que ha avanzado en instalar y reinstalar la improcedencia del actual sistema de pensiones, el cual se defiende ‘como gato de espalda’ para no disminuir significativamente sus tasas de rentabilidad y acumulación transnacional financiera en la que se mueven, movieron y seguirán moviendo. Ya casi olvidado está el caso de los pollos, el papel confort, pañuelos y otros papeles de uso personal, donde la colusión de las empresas fue denunciada desde la sociedad civil (CONADECUS), ni siquiera desde la representación política[2]. Bueno, aquí hay una justificada razón de disociación entre el sistema político y las personas. La gente dice y siente una cosa y el sistema político entiende otra, discutiendo desde lo que quieren entender/discutir, y no desde las necesidades de las gentes, como es el alza en el precio del metro y varias otras más[3]. Qué decir de las ciudades Justas e Integradas… ¡una quimera!
Es indignante observar cómo no se avanza resueltamente en impedir el abuso desde aquellos y aquellas que dicen representar a las personas (siempre hay excepciones)… oigan, subieron el precio del pasaje del metro, las autopistas, el agua, la luz eléctrica… ¿qué esperan?… un Ecuador movilizado, una Argentina quemando los vagones de metro, las movilizaciones bolivianas… ¿Qué quieren? ¿Diluir más esta democracia hija de la transición, sepultar la idea de República inconclusa?, o ¿buscan una nueva constitución democrática?, quizás van detrás de esto último, y no nos dimos cuenta.
[1] Ver más en https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/07/29/desarrollo-humano-y-sueldo-minimo/
[2] Ver más en https://www.eldesconcierto.cl/new/2017/01/29/conadecus-y-odecus-heroes-ciudadanos-y-el-sistema-politico/
[3] 2.- ver más en https://www.eldesconcierto.cl/2017/01/07/la-contrademocracia-los-gobiernos-y-los-proyectos-politicos/
Comentarios
19 de octubre
Hice un ejercicio simple en mi hogar, tome el sueldo de mi madre hace 30 años, y le aplique el IPC acumulado en estos 30 años (que indica la calculadora del INE), y comprobé que el sueldo de entonces de mi madre con suerte equivale a unos 200 mil de hoy, ni cerca del mínimo. Mi madre no era pobre, es profesional. No me encaja como que la inflación no la reflejan los números, no hay correlación
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