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El Juego del Ultimatum y el Instituto Nacional

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El Juego del Ultimátum es un experimento utilizado en la economía experimental del  economista estadounidense Vernon Smith, donde 2 oponentes deben repartirse dinero en una única oferta. Generalmente, la repartición cumple el principio de igualdad, en donde cada uno se lleva el 50% del dinero en juego. Lo extraordinario, descubierto por Smith, que le valió el Premio Nobel (2002), fue que en contextos de jerarquía social la repartición no es equitativa. Sólo por el hecho de que uno de los oponentes fuera concebido con mayor estatus  la repartición comenzaba a ser desproporcional.  Si, en un contexto social, ambos asumían que uno tenía mejor derecho que el otro, debería recibir un monto superior de dinero.

Smith, los hacía competir en un juego de conocimientos básicos y quien ganaba tenía el derecho de ofrecer el dinero y generalmente se llevaba el 60% o más dólares en juego, con el beneplácito del contrincante, que comprendía que existía justicia en ello –mayor conocimiento–, poseía mayor jerarquía. Pero, lo más notable, es que Smith fue más lejos aún y en una variante del Juego , para asegurar la percepción de más jerarquía, arbitrariamente le asignaba una estrella de cartón en la solapa a uno y al otro no, dando la explicación de que significaba mejor derecho y superioridad, por motivos y argumentos francamente arbitrarios.

Quiere decir, entonces, que en las transacciones económicas los de que se perciben con mayor jerarquía tienden a ser favorecidos desproporcionadamente sobre aquellos que se sienten inferiores en la escala social. Es fácil imaginar qué ocurre en una sociedad donde abunda la discriminación racial, social, educacional o sexual. Quien queda ubicado más bajo en la pirámide, sólo por arbitrio, es desfavorecido en cualquier juego económico con alguien de mayor estatus. Por tanto, se crea una sociedad de alta desigualdad social y económica. Se puede decir que la discriminación, de por sí siempre arbitraria, es un buen negocio para los que están arriba, ya que les permite una mayor asimetría en la transacción económica, por medio del fomento de la concientización, usando argumentos de todo tipo que justifiquen el derecho de tener mayor ascendencia social, frente aquellos que no se han “ganado” ese derecho, que obviamente deben aceptarlo, si no se generaría una obvia rebelión.

En la cuestión del fin de la selección en los liceos emblemáticos, se entendería muy bien el conflicto aplicando los descubrimientos del Juego del Ultimátum. Los estudiantes que dan la prueba de conocimientos y quedan seleccionados en el Instituto Nacional se han ganado ese derecho, que finalmente los llevará a entrar con mucha seguridad a una carrera universitaria que les permitirá tener mayores recursos económicos a futuro.

Pero, ¿qué ocurre con la parte más escabrosa del experimento de Smith? El asegurar un buen retorno económico , no por talento, sino por imposición arbitraria de status social.

Ya es reconocido en el debate público chileno que la desigualdad de calidad en la educación escolar es arbitraria, que lleva a la inequidad. Que el estatus social es fundamental en una sociedad estratificada en clases sociales. Que las escuelas cumplen el papel de un trampolín para saltar a un mayor estatus social, a falta de talento. Las redes sociales y laberintos del poder aseguran estar arriba de la pirámide social, ese rol lo cumplen los colegios de la “elite”.

Las familias chilenas comprenden muy bien esto y es por ello que necesitan de esa estrella de cartón en la solapa, esa estrella de ascendencia social, escalar en la pirámide lo más que les permita su capacidad de endeudamiento.

 Para empeorar las cosas, los alumnos y alumnas de estos liceos públicos han sido punta de lanza de las movilizaciones estudiantiles desde el 2006.Aplicados, estudiosos, críticos y politizados, más aún, activistas, en donde se encuentra la mayor densidad de conspiradores por metro cuadrado.

extracto del libro » La Crisis educacional chilena la caida del paradigma darwniniano» 2011.-