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Elecciones 2013 y el espíritu del Bicentenario

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Puesta en un símbolo, quizás nuestra histórica institucionalidad no sea muy diferente de aquellas banderas salvadas del tsunami de 27 de febrero de 2010, que más que flameando en un campo elíseo, eran meramente sostenidas en un paisaje catastrófico de desolación y muerte, y que más que hondeando soplada por los vientos inexorables del curso de la Historia, solamente se mueve por la fe de ese Chile ninguneado, roto y popular, que aún cree que es posible forjarse un destino más dignamente.

“…Las ‘masacres de trabajadores’, ‘el predominio de los comerciantes extranjeros’, etc., todos los cuales devinieron en temas obligados de discusión y reflexión, induciendo en todas partes la politización (en el sentido de referencia crítica o propositiva hacia lo estatal) de la mayoría de los grupos y redes sociales afectados y/o preocupados por la situación. Con ello, la sociedad civil entera –puede decirse—entró en una etapa de reflexión y deliberación (…) En ese ánimo, fue aumentando cada vez más la desconfianza de las bases populares y ciudadanas respecto a las clases dirigentes que habían ‘privatizado’ el Estado. Claramente se fue configurando una ‘crisis de representatividad’; es decir, una pérdida grave de credibilidad y confiabilidad en la oligarquía que había gobernado el país…”

Interesantes conceptos, ¿no? ¿Le parecen a usted extraídos de alguna columna de opinión reciente de El Mostrador, o de alguna entrada de algún “colega columnista” aquí en elquintopoder?, pues no, son fragmentos escritos por nuestro Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar,[1] y para su mayor sorpresa le agrego que con dichas líneas no se refiere al Chile de los últimos años, sino que a través de ellas retrata el contexto político y “espiritual” con que nuestro país encaraba el 1er Centenario de nuestra nación.

Es interesante, pero la narración parece evidenciar que existen continuidades significativas entre los contextos histórico y biográfico vividos a principios del siglo XX y los que actualmente experimenta nuestro país: el agotamiento del modelo económico (el liberalismo decimonónico del siglo XIX y el neoliberalismo nuestro de cada día), y su expresión política (el parlamentarismo oligárquico del 19, y el añejo binominalismo actual), y el desarrollo inversamente proporcional de la conciencia crítica ciudadana y su capacidad deliberativo-propositiva., tanto en aquellos lejanos días (en que surgieron figuras monumentales como Recabarren) como en éstos, en que interesantes nuevos liderazgos han aparecido y probablemente seguirán haciéndolo.

Algún lector perspicaz podrá criticarme por la falta de rigurosidad histórica al invocar la figura del bicentenario a tres años ya de extinguida la última brasa de aquello que pareció no ser más que una tomatera monumental de algunos compatriotas y el pretexto para vendernos una bandera “King (Kong) Size”, pero lo cierto es que los procesos histórico-biográficos, no siempre (o mejor dicho casi nunca), se ajustan sincronizadamente a las manecillas del reloj y a las hojas del calendario. Por ejemplo, a nivel mundial a juicio del gran historiador, Eric Hobsbawn, el largo siglo XIX (cuyo comienzo se sitúa en 1789, año de la Revolución Francesa) recién finalizó en 1914 (con el estallido de la 1era Guerra Mundial), y como contraparte, el breve siglo XX sólo duró hasta 1991 (año de la caída de la URSS). Aunque el situar el principio o fin de los referido siglos en nuestra historia nacional excede mis conocimientos y las posibilidades de este escrito, es muy probable que dadas las particularidades de nuestra idiosincrasia, los orígenes y fines de cada siglo referido, y en consecuencia también la fecha de nuestro centenario y bicentenario “espiritual” no calcen exactamente con las dataciones oficiales.

En ese marco, es bueno recordar que la fiestas patrias (¿o patrioteras?) que solemos celebrar en Chile, corresponden a la de la “Refundación Portaliana” del país, que buscaba eliminar todo vestigio histórico en que O’Higgins hubiese tenido participación alguna, pues en estricto rigor debiésemos conmemorar la “chilenidad” cada 12 de febrero., y por ende, nuestro real bicentenario sería recién el próximo 2018, año en que se celebran los 2 siglos de la firma del Acta de Independencia en febrero de ese año. Desafortunadamente, la Refundación Portaliana no se limitó al legado del chillanejo, sino que se hizo sentir durante todo el siglo XIX en lo referente a la creación un Estado centralista en lo político, y al diseño de un modelo mercantil-importador en lo económico… Sí, estimado lector, sorpréndase: el proyecto político del estanquero claramente tiene bastante continuidad hasta nuestros días.

En ese sentido, es muy posible que el espíritu y conciencia de pueblo que comenzó generándose en las salitreras pampinas y bajó hacia los puertos a principios del siglo XX, tenga un relativo correlato en las movilizaciones estudiantiles y regionalistas que en los últimos años hemos visto desarrollar en nuestro país, pues, pese a que los primeros ponían el acento en demandas relacionadas a lo que se denominó “la cuestión social” (vivienda digna, un salario no sometido a la compra en la pulpería del yacimiento, una jornada laboral menos embrutecedora, etc.), no es menos cierto que los movimientos sociales de la actualidad también luchan por motivos relativamente similares: la reconquista de derechos sociales alienados (educación y salud) y por políticas serias desde/para las regiones, por ejemplo. En resumidas cuentas, tanto ayer como hoy las luchas se relacionaban con el derecho a la dignidad, para lo cual el liberalismo original, su nueva versión, y sus correspondientes formas políticas, no tenían respuestas más creativas que la cooptación o la metralla (actualmente esto último, solamente mediado por la aplicación de leyes como la Anti-Terrorista).

Por tanto, es muy posible que a lo menos desde inicios del siglo XX, “un fantasma recorra” nuestra historia, un fantasma que es más bien un espíritu, el espíritu de una aspiración, de un problema no resuelto, de una expectativa o promesa aún no realizada, y que en dicho contexto sea crucial la forma en cómo se resuelva, (o al menos comience a resolverse), dicho problema histórico, en el hito más importante de nuestro futuro próximo: las elecciones presidenciales del próximo domingo 17 de noviembre. Para ello hay opciones claras y variadas (quizás demasiadas, sobre todo en lo referente a los candidatos de izquierda), pero antes de votar también considere el aprendizaje que nos dejó el mismo proceso que se vivió con posterioridad al centenario y que confluye en la creación de la Constitución del ’25

Puestos en perspectiva, los problemas que eclosionan en el centenario de Chile se suscitan, como ya dijimos, en el siglo XIX: la constitución portaliana y su imposición a hachazos (literalmente se eliminó a golpes de hacha al ejército constitucional vencido en Lircay), y el orden político económico que funda (centralista, librecambista, mercadista-importadora, etc.), y cuyas contradicciones históricas llevaron al quiebre conocido como la Revolución del ’91. De la misma manera, en el siglo XX, ni Barros Luco (electo con la venia de todos los partidos de la época) pese a su aparente carácter bonachón y a sus intentos reformistas, ni Sanfuentes, no obstante su experiencia y muñeca política, pudieron contrarrestar la crisis sobre la cual se movían sus gobiernos., qué decir de Alessandri que, llevado prácticamente en andas por el bajo pueblo hasta La Moneda, traicionó el clamor constituyente de quienes decía representar, y elaboró una constitución entre cuatro paredes, y a la medida de sus aspiraciones y proyecciones megalómanas. Dicha constitución es precisamente la Carta Magna que no poseía los mecanismos adecuados para dirimir controversias institucionales, como la que a la postre desembocó en el golpe de Estado del ’73.

Quizás sea triste reconocerlo, pero nuestra institucionalidad está contaminada desde su origen en el pecado original de ilegitimidad y fuerza con la que fue impuesta., y esa crisis (de legitimidad) es la que poco a poco hizo también zozobrar, primeramente los gobiernos de Balmaceda, Barros Luco y Sanfuentes, así como también con posterioridad a los de Frei y Allende.

Puesta en un símbolo, quizás nuestra histórica institucionalidad no sea muy diferente de aquellas banderas salvadas del tsunami de 27 de febrero de 2010, que más que flameando en un campo elíseo, eran meramente sostenidas en un paisaje catastrófico de desolación y muerte, y que más que hondeando soplada por los vientos inexorables del curso de la Historia, solamente se mueve por la fe de ese Chile ninguneado, roto y popular, que aún cree que es posible forjarse un destino más dignamente.

Lo que Chile necesita hoy, lo que siempre quizás ha necesitado, esa expectativa, ese espíritu que quizás comience a hacerse carne en este bicentenario, es construir un nuevo Contrato Social que sea hijo de cada uno de nosotros (es decir no entelequias como aquello que llaman “asamblea ciudadana”), en el cual podamos delinear en qué país queremos vivir: cómo deseamos relacionarnos con nuestros recursos naturales (es decir, ni el mar para 7 familias, ni el cobre para las corporaciones trasnacionales); qué tipo de relación deseamos entre nuestras regiones y la “metrópoli” (para no re-vivir la depredación/abandono de todo lo que no sea Santiago); del Código de Aguas (para que nunca más en localidades como Petorca los paltos florezcan a costa del agua de las comunidades); y, para que una/o no vea cercenada su nacionalidad (y su derecho a voto) por el mero hecho de estar en el extranjero. Es decir, un país en el que su primera institución no sea la Presidencia de la República, sino la Ciudadanía que le da fundamento.

En fin, una serie de cambios (no modificaciones ni maquilleos) que si bien es cierto son de largo aliento (la doctrina del shock inaugurada en nuestro país y la “Refundación Guzmanista” ha calado hondo en diversos terrenos) pueden comenzar, qué duda cabe, en un área tan minúscula como su papeleta de votación y en un tiempo tan cercano como lo es el próximo domingo. En esta ocasión como nunca hay gran cantidad de postulantes, pero no se pierda y aprenda de lo que nos dejó la “cosmetología política” en el siglo XX desde Barros Luco hasta Alessandri Palma: la esperanza de nuestro país, el espíritu del bicentenario no puede hacerse carne con aquellos que impusieron el actual orden a sangre y a fuego, ni con quienes nutrieron sus cuentas corrientes al alero de ello. Elija bien, hay más de un postulante con convicción y coraje para ello.

Como proféticamente dijo el Chicho, “no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza”, pero para eso es necesario que usted, vaya a votar y que lo haga de manera sabia, pues también de usted, depende “que la Historia sea nuestra y que la haga el Pueblo”.

Fotografía: La Tercera

[1] Del Poder Constituyente de Asalariados e Intelectuales. Santiago. 2009. LOM. págs., 124-125.

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Comentarios

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jorge

15 de noviembre

Eres grande amigo mio excelente macrovicion de la actualida saludos y un abrazo.

15 de noviembre

Gracias mi buen amigo.
Me honran tus palabras.

Giannina Maria Tamborino

15 de noviembre

Gran aporte critico de nuestra realidad, una buena columna para reflexionar en aquellos cambios profundos que Chile sin duda necesita, porque todo es «a medias» o» en la manera de lo posible»…en fin imaginar o pensar en las transformaciones en donde cada uno de nosotros este representado, siempre es alentador. (incluyendo el voto para nosotros los que vivimos fuera) Junto con mi abrazo vayan mis felicitaciones por tu columna.

15 de noviembre

Muchisimas gracias, Giannina. Me siento honrado por tus palabras.
🙂
Un abrazo!

15 de noviembre

Muchas gracias por tu columna, Gustavo, aunque diferimos en el llamado a votar. Votar es votar por el sistema binominal aunque sólo se vote en la presidencial.

De hecho, el sistema binominal contamina estructuralmente al ejecutivo, a pesar de que éste es de elección uninominal / unipersonal.

El resultado final es que se termina votando por el conjunto del sistema –un sistema de origen ilegítimo, estructuralmente antidemocrático y funcionalmente corrupto, tal como ha demostrado la historia política del país desde 1980, particularmente desde cuando la dictadura le traspasó el poder a la clase política dominante a fin de que lo administre.

Como cierras tu columna con una cita del último discurso de Allende, también quisiera cerrar este breve comentario diciendo que mi confianza no está en el sistema sino que en las grandes alamedas que él invocó: la calle.

15 de noviembre

Gracias por su comentario, estimado profesor.
Efectivamente diferimos respecto al tema del voto. En lo personal creo que para nuestra idiosincrasia, la elección presidencial es cualitativamente distinta de todas las otras, dado el peso que nuestra educación (desde los profesores normalistas) le ha adjudicado a dicha institución.
En consecuencia, un/a presidenta/e con cojones, (como no hemos tenido desde Allende) que se atreva a utilizar las mismas herramientas con que esta constitución convocó a plebiscito el 80 y 88, y a convocar/seducir/incentivcar a la ciudadanía a echar a andar el poder constituyente, bien podría ser el fin de este «gusano mordiéndose la cola» institucional, que hemos estado viviendo gracias a J. Guzmán, y quienes, no proviniendo de su mismo mundo político-cultural, terminaron engordando a su alero.

Un abrazo,
G

mafalda tamborino

15 de noviembre

Ciertamente la historia es cíclica, se repiten los porfiados hechos, pero ahora le corresponde al pueblo escoger su futuro inmediato, como siempre estimado muy certero en su análisis,muy documentado y comentarista de excepción, felicitaciones.

15 de noviembre

Muchisimas gracias, doña Mafalda.
🙂

Pablo

15 de noviembre

Chile no es un Estado Derecho, es decir no garantiza las condiciones para que sus habitantes se desarrollen en plenitud. Lamentablemente, en la mayoría de las candidaturas el discurso esta centrado en lo económico, mas no en la construcción de una sociedad nueva, con valores diferentes y con el re-conocernos como parte de una comunidad. Por otro lado, se habla de crecimiento, como si el desarrollo humano estuviera determinado sólo por lo económico. Mi buen amigo, usted señala con claridad el tema de las responsabilidad de las personas, por cuanto no podemos obviar que, aunque políticamente incorrecto, nosotros debemos ser los primeros en asumir nuestra cuota de culpa. Apuntar con el dedo a los políticos que nos han gobernado los últimos 24 años, es no asumir que hemos caído en la desidia, en la comodidad de delegar todo en estos señores que hacen del «servicio publico» una rentable profesión. La fundación de un nuevo Estado, debe ser como primera cosa, la consecuencia de la reconstrucción del tejido social, apropiándose de cada espacio de discusión a nivel local. Afortunadamente los estudiantes y las regiones (Aysen, Freirina, Tocopilla, Magallanes, entre otras), pueden ser los primeros pasos de un proceso mucho más global, esperanzador e interesante.

16 de noviembre

Concuerdo plenamente, estimado Pablo.
Muchas gracias por tu valioso comentario.
Un abrazo!

Maximus Magnanimus

16 de noviembre

Buen artículo. Sólo agregar en tu análisis que así como a comienzos del siglo XX, el sistema monetario se regía por las fichas y las pulperías, hoy en día se rige por las tarjetas de crédito y las grandes tiendas…
Esto me lleva a un punto de lo que menciona el estimado Pablo. Si bien concuerdo que el desarrollo humano no sólo está determinado por lo económico, también me gustaría precisar que hoy en día, lo económico no sólo está determinado por el sistema monetario, que es el modelo como Chicago particularmente enfoca su interpretación de la economía (y evidentemente lo expande).
La economía en su esencia es encontrar el mejor sistema de producción para las necesidades de las personas (también sujeto al enfoque de necesidades).
A modo de ejemplo, este artículo de Noruega… (si sé que ni siquiera nos acercamos de lejos a su cultura, pero eso es otro punto…)
Saludos,
http://www.lanacion.com.ar/1637298-noruega-el-unico-socialismo-del-siglo-xxi

16 de noviembre

GRacias por tu comentario, Maximus.
Mi análisis se enfoca en lo institucional e histórico, pero no deja de considerar otras variables, por ejemplo, habría que ser bastante ingenuo o derechamente ignorante, para no tener en cuenta el rol jugado por USA en el golpe de Estado, pero las posibilidades de longitud del análisis así como también, el «espíritu» de la columna, requerían de lo que aquí ha sido expuesto.
Leeré lo que nos compartes, con agradecimiento y esperanza en poder hacer mejores en el futuro.
1 abz!

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