Los números y los estudios son para los entendidos. Para nosotros, trabajadores, queda claro que ninguno de los que debaten el salario mínimo en el gobierno, el congreso y el empresariado, saben lo que es mantener una familia con 172.000 pesos.
Por más que nos expliquen que la inflación, el desempleo y bla bla bla, impiden fijar un monto mayor para el sueldo mínimo, yo no me trago ese cuento. Tampoco le puedo creer a Cencosud que su renta se ajusta al mercado y que la gran cantidad de trabajadores que tiene le impide ajustar de mejor manera los sueldos. ¿Es pura verborrea, mentiras piadosas o consuelo de tontos? Tontos no somos y sí, sabemos perfectamente, sin ser economistas ni especialistas, que a Cencosud sólo le importa aumentar día a día su capital e inversiones y no está ni un poco preocupado de sus “colaboradores“, pues en los hechos no ha demostrado lo contrario.
No es posible que una empresa como Cencosud pague sueldos miserables a sus trabajadores y no puede ser que cada cierto tiempo se reajusten los sueldos 2 o 3 lucas por sobre el sueldo mínimo para conservar las apariencias.
Cuando se nos dice: “Cada uno de ustedes forma parte esencial del motor que mueve a Supermercados Chile”, no es más que un eslogan publicitario que se quieren vender a los trabajadores, porque día a día se despide por necesidad de la empresa para contratar personal part time o peak time. Esto no es más que una manera de abaratar costos para aumentar las ganancias, contratando personas por 20 o 30 horas con sueldos aún más bajos que el mínimo.
Por el contrario: a lo que aspiramos los trabajadores es que de una vez por todas la empresa deje de vernos como meros números, objetos productores de ganancia, y nos vea como personas. Como padres y madres, jefes(as) de hogar que hacen un enorme esfuerzo para hacer bien su trabajo, tener estabilidad, un sueldo digno y ético. Si de una vez entendieran este concepto y se respetara a las personas, pagándose un sueldo decente, se revertiría en gran medida este clima de odiosidad y poca identificación con la empresa a la cual prestan servicios y se entregaría aun más para mejorar la calidad del trabajo.
Ahora bien, ¿qué debemos hacer los dirigentes? Dejar los discursos encendidos para después tirar cada uno agua a su caudal, debemos hacer que los trabajadores sientan realmente que tenemos la fuerza para revertir esta situación, que si todos juntos levantamos la voz, nos movilizamos con coraje y disposición, tendrán que oírnos. Debemos hacernos partícipes de las decisiones y parte de los beneficios del crecimiento económico y de las ganancias de este gigante egoísta.
Debemos hacer entender a los trabajadores que este sistema económico es perverso y totalmente pro empresa, que el código laboral no defiende de manera efectiva a los trabajadores y sus organizaciones sindicales, que no basta con llorar y resignarse, que hay que salir a la calle y manifestar nuestra molestia como lo hacen los Indignados de España. Sólo una gran fuerza movilizada les puede mover el piso a los acomodados en sus sillones legislativos, empresariales y gobernantes.
Las familias chilenas no dan más. Ya no aguantamos más la tremenda mochila que nos carga el sistema económico. En nuestros hogares no queda nadie en casa, porque trabaja el papá, la mamá, los hijos y no hay quien vea al hermano menor. Sólo falta mandarlo a trabajar también y con suerte conseguirle un pituto al perro para que aporte con algo al pobre presupuesto familiar. ¡Ganando menos del mínimo, por supuesto!
* Isidro González es presidente del Sindicato Nacional Cencosud Santa Isabel
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