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La crisis italiana, la negociación colectiva y el modelo chileno

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Silvio Berlusconi, sus escándalos y roterías han momentáneamente cedido el paso. Il Cavaliere dejó su cargo de primer ministro italiano. En su lugar llega un gobierno técnico de unidad nacional encabezado por Mario Monti, economista y personalidad que cuenta con un amplio apoyo y con la confianza de los poderes internacionales sobre su capacidad de solucionar la complicada situación económica italiana. ¿Todo bien entonces para Italia?

En realidad hay que leer los recientes acontecimientos políticos italianos a la luz del más amplio contexto europeo. En particular, el caso de Italia y Grecia son índice de un fenómeno que Fundación SOL viene denunciando hace tiempo. Estamos viviendo una preocupante crisis de la política, ahogada por la presión de los mercados y por la hegemonía del pensamiento neoliberal: en este contexto, Chile es el ejemplo al cual apunta Europa, y los vientos neoliberales empujan hacia su modelo privatizador y desigual. 

El marco común es la terrible crisis económica en que se encuentran los 2 países, con una deuda pública que llega al 120% del PIB en el caso italiano y 140% en Grecia y la necesidad de implementar medidas urgentes y “drásticas” para que los países mantengan su solvencia y no caigan en el abismo de la quiebra. En este escenario, la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) (la llamada “troika”) monitorean y controlan estrictamente la situación, impartiendo clases sobre austeridad e indicaciones sobre cuáles soluciones tomar.

El pasado 5 de agosto, el BCE envió una carta secreta al gobierno italiano en la cual indicaba las medidas necesarias para aumentar el potencial de crecimiento del país y de esa forma asegurar la estabilidad de la cuenta pública. De forma muy explícita y directa el BCE fijaba los puntos ineludibles de un verdadero programa neoliberal, solicitando al gobierno italiano fuertes reformas de los sistemas previsional y de relaciones laborales del país. Por un lado invitaba a subir la edad necesaria de las mujeres para jubilarse, poniendo al mismo tiempo criterios más estrictos para acceder a la jubilación; por otro lado, junto a despidos y recortes salariales para los empleados públicos, invitaba a facilitar los mecanismos de despido en el sector privado y favorecer una negociación colectiva en la empresa, debilitando y rompiendo el tradicional esquema basado en el contrato colectivo nacional por rama productiva. 

Esta materia parece importar particularmente al BCE al ocupar el primer punto de la carta. Específicamente se pide revisar las normas existentes sobre contratación y despido, flexibilizándolas y acompañándolas con políticas pasivas y activas del mercado laboral para redestinar los recursos (los trabajadores) hacia empresas y sectores más competitivos. Asimismo, se aconseja revisar el sistema de negociación colectiva salarial, permitiendo acuerdos a nivel de empresa para “adaptar” salarios y condiciones laborales a las exigencias de las empresas, otorgando a estos acuerdos mayor relevancia respecto de los otros niveles de negociación. Las órdenes del BCE se acompañan, finalmente, a la urgente recomendación de una radical estrategia de reformas orientadas a liberalizar y privatizar los servicios públicos.

La carta fue descubierta y publicada por el diario “Il Corriere della Sera” en septiembre, influyó en el debate contingente sobre la ley de presupuesto del país, y la aceptación de sus recomendaciones ha constituido la última medida de Silvio Berlusconi antes de su renuncia. “In cauda venenum”, decían los latinos, es decir: el veneno está en la cola. ¿Qué harán ahora Mario Monti y su gobierno técnico con estas recomendaciones?

La pregunta no es retórica al revisar su perfil personal. Mario Monti es un destacado economista y actualmente “international advisor” de Coca Cola; es decir, uno de los expertos que asesoran al gigante multinacional del rubro de las bebidas sobre cómo aumentar sus ya gigantes ganancias y fortalecer su posición dominante en los mercados globales. Al mismo tiempo, Monti es “international advisor” de Goldman&Sachs,  uno de los bancos de inversión más grandes del mundo y responsable directo de las crisis “subprime” en EE.UU. en 2008, que ha afectado y afecta los ahorros, las inversiones y los salarios de millones de personas en todo el mundo. ¿Qué hará entonces ahora Mario Monti que, además, ha expresado su total aprobación de las políticas de FIAT, que apuntan a instaurar un sistema autoritario de relaciones laborales basado en la negociación en la empresa y en la marginalización de los sindicatos “incómodos”?

Los paralelos con el caso griego son tan evidentes como inquietantes. El 9 de noviembre el primer ministro socialdemócrata Papandreu renunció a su cargo, dejando el paso a un gobierno técnico de unidad nacional encabezado por Lukas Papadimos, destacado economista y ex vicepresidente del BCE. El pasaje de consignas acaece en el contexto de las recomendaciones de la “troika” que vinculan las ayudas financieras y el rescate del país a durísimas reformas en el gasto social y en el sistema de relaciones laborales. Junto a recortes en las pensiones, en el sector público se recomienda despidos y la prohibición de acuerdos colectivos salariales, introduciendo una escala salarial fija que disminuirá las remuneraciones de los empleados estatales. En el sector privado, paralelamente, se recomienda suspender las negociaciones y los contratos colectivos sectoriales para fortalecer la prioridad absoluta del nivel de empresa. Adicionalmente, se introduce la posibilidad que “asociaciones de personas” externas a los sindicatos, puedan negociar convenios colectivos de empresa, vulnerando así la representación colectiva de los sindicatos y creando un peligroso paralelo con los grupos negociadores previstos por el código del trabajo chileno.

Si en el pasado las recetas de los Chicago boys y del FMI se aplicaban a los países de América Latina (junto con Chile, cómo no recordar al México de Salinas de Gortari, al Brasil de Cardozo, a la Argentina de Menem), ahora las mismas recetas provienen de Paris, Berlín y Bruselas y se aplican en Europa, empezando por sus anillos más débiles. Siguiendo los patrones de una verdadera “teoría del shock” utilizan a la actual crisis financiera de esos países para reformar, a través de gobiernos supuestamente “técnicos”, el entramado político-institucional y garantizar el libre despliegue de las lógicas de mercado. A este propósito, el filosofo francés Etienne Balibar afirma que lo que está pasando en Europa es la “construcción de un nuevo modelo de gobierno político” de matriz neoliberal capaz de afirmarse dentro y más allá de la crisis. 

Objetivo privilegiado de este proceso son los mecanismos democráticos que históricamente las sociedades europeas habían construido para limitar y contener las lógicas de mercado y las desigualdades sociales, en primer lugar, los sindicatos y la negociación colectiva sectorial.

El modelo que se está dibujando en Europa recuerda entonces a Chile y en particular a su desastroso sistema de relaciones laborales que limita la acción sindical al ámbito de la empresa e impide un efectivo derecho a huelga, generando sindicatos débiles y baja cobertura de la negociación colectiva. Los efectos sociales de estas dinámicas y paralelismos son ya evidentes. Numerosos estudios destacan como, a pasos de gigante, “el viejo continente” estaría encaminándose hacia un escenario progresivamente caracterizado por bajos salarios, inexistente redistribución de los ingresos y explotación, elementos que caracterizan profundamente nuestra realidad chilena.

Tendremos que recordar lo que está pasando en Italia y Grecia, cuando en Chile hablemos de reformas laborales y desigualdad: encerrar a los sindicatos y a la negociación colectiva en la empresa es un instrumento que el pensamiento neoliberal utiliza para favorecer a un pequeño sector social e impedir un redistribución justa e igualitaria de las riquezas y del poder. Para poner en marcha mecanismos de solidaridad y redistribución más eficaces, al contrario, lo que necesitamos son sindicatos que negocien por sobre de la empresa y un efectivo derecho a huelga.

Por Patrizio Tonelli, historiador e investigador de Fundación SOL

@lafundacionsol

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25 de noviembre

Probablemente el equilibrio entre el extremo liberalismo chileno y la excesiva protección social europea sea el camino a seguir por todos. Un modelo sustentable, que incentive la acción, pero que permita a cualquiera progresar, asegurandole un piso mínimo de salud y educación que sea lo suficientemente efectivo para hacerlo despegar.

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