Al final de la década de los setenta, bajo la dictadura militar, los sectores neoliberales llamados «Chicago boys» preparaban el zarpazo final a fin de colocar a la economía nacional al servicio de los grandes intereses del capitalismo transnacional. José Piñera Echeñique, ministro del Trabajo implementó el llamado «Plan Laboral» que consistía en primer lugar implementar la sindicalización por empresa en vez de ramas de producción como era hasta ese momento, y permitir que hubiese tantos sindicatos en una misma empresa como cantidad de trabajadores existiese, pero para constituir un sindicato debía existir un mínimo de no menos de 25 trabajadores quedando así sin pertenecer a un sindicato una gran cantidad de trabajadores de empresas medianas o pequeñas.
Posteriormente se permitió la llamada «libertad sindical» que no obligaba a un trabajador pertenecer a un sindicato pero que podían recibir los mismos beneficios de una negociación colectiva que tuviesen los trabajadores que estaban afiliados a un sindicato, incentivando así la no sindicalización y el individualismo en contraposición a lo colectivo, permitió también que dentro una misma rama de producción tener RUTs distintos, lo que permitía que existiesen «pequeñas empresas» o sub contratistas dentro de una más grande y con esto dividir a los trabajadores para que su poder de negociación colectiva se debilitase frente al poder patronal, el cual si estaba fuertemente unido corporativamente.El gran golpe al sindicalismo fue el asesinato y degollamiento el 25 de Febrero de 1982 de Tucapel Jiménez Alfaro -dirigente de la ANEF- por parte de agentes del Estado quienes hoy están en la cárcel cumpliendo cadena perpetua.
La otra parte de este «Plan Laboral» o «Ley Piñera» fue la llamada Reforma Previsional que a mí juicio fue la contrarreforma a lo que ya existía hasta entonces en materia de Seguridad Social, transformando el sistema de reparto en un sistema de capitalización individual eliminando las cajas previsionales que eran administradas por un directorio tripartito con representantes de los empleadores, trabajadores y gobierno; porque estas estaban financiadas con aportes de empleadores, trabajadores y estatal con una característica esencial, que los activos financiaban a los pasivos al momento de jubilar -esto era por años de servicio-. Y se sustituyó este sistema por el llamado sistema de «AFP»-Administradoras de Fondos de Pensiones- cambiando el financiamiento por el individual a cargo de cada trabajador y eliminándose los aportes patronales y estatal, sustituyendo el tiempo de jubilar por edad -las mujeres a los 60 y los hombres a los 65 años- además este sistema permitió la incorporación de la administración unilateral del gran capital financiero sin ninguna participación de sus cotizantes y a merced de mercado bursátil especulativo.
Todo esto se logró tras una fuerte represión y persecución a la dirigencia sindical existente antes del 11 de Septiembre de 1973, quienes tenían una gran capacidad política, de clase y negociadora. Se canceló la existencia legal de la otrora Central Unitaria de Trabajadores -CUT- y otras grandes confederaciones, federaciones y sindicatos nacionales. A sus dirigentes se les detuvo, se envió al exilio y otros están en la lista de asesinados y detenidos desaparecidos. El gran golpe al sindicalismo fue el asesinato y degollamiento el 25 de Febrero de 1982 de Tucapel Jiménez Alfaro -dirigente de la ANEF- por parte de agentes del Estado quienes hoy están en la cárcel cumpliendo cadena perpetua.
Tras las manifestaciones sociales surgidas a mediados de la década de los ’80s, lograr la derrota política del régimen militar y recuperar la democracia han transcurrido a la fecha 26 años, de los cuales 22 han sido de gobierno centro izquierda -Concertación por la Democracia y Nueva Mayoría, incluido Partido Comunista- y cuatro años de gobierno de la centro derecha -Alianza para el cambio-. El sindicalismo chileno ha seguido prácticamente igual con avances paupérrimos, con una tasa de sindicalización de entre un 10% a un 13% del total de la fuerza laboral que alcanzaba al 2011 a 7.580.000 trabajadores, –comparándose con otros países de la OCDE como Dinamarca, Finlandia o Noruega en donde la sindicalización llega al 80% de la fuerza laboral– es insignificante, con un poder y acceso acotado a la negociación colectiva, con una escasa convocatoria social, con una falta de democracia interna evidente en la generación de nuevos liderazgos, prueba de ello es la «nueva CUT» post dictadura que adolece de este mal, permitiendo la división en vez de la unión de los trabajadores, los cuales -a mí juicio excepto escasas excepciones- tienen o mantienen el otrora sentimiento o conciencia de clase.
Hoy, nuevamente el sindicalismo cupular está pasando por una crisis de legitimación al presentarse acusaciones mutuas de fraude electoral en la última elección, donde reaparece el otrora y oscuro dirigente sindical socialista Arturo Martínez, cuando se esperaba que la derrotada dirigente comunista Bárbara Figueroa iba a marcar una diferencia en la conducción. Es una verdadera pena, ya que los niveles de sindicalización en Chile se mantienen intactos como hace 26 años. La legislación laboral instaurada en dictadura en vez de progresar ha retrocedido, cuando la ciudadanía se moviliza masivamente no por los dirigentes de la CUT, CAT o como se llamen sino lo hace a través de convocatorias de organizaciones intermedias del sindicalismo Confederaciones, Federaciones, Coordinadoras sociales, por RR.SS. porque desconfían de estos dirigentes que de lo único que se han preocupado es cuidar su parcela político partidista. Se necesita urgente refundar estas organizaciones estableciendo un marco democrático, transparente y ético de administración a fin de reencantar el ya largamente atomizado sindicalismo chileno.
Comentarios
09 de septiembre
Para el puro título, seguro que está en crisis, porque hace tiempo que hace marchas cada vez que llega la fecha de la marcha, sin embargo, nada cambia y, más aún, todavía no se da cuenta que puede reunirse con el resto del pueblo insatisfecho y tomar el poder con él, organizadamente.
Será un problema de sus dirigentes ?.
En anterior tenía pinta de vendido.
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09 de septiembre
El drama del sindicalismo chileno tal como lo indica su columna, es que pertenece a esas dos colectividades políticas que señala, quienes se turnan en su cabeza ejecutiva, no sé si será igual en Dinamarca o Finlandia por ejemplo, pero aquí es una herramienta política. Cuando uno se asocia a un sindicato sabe que al final será otro soldado de esas colectividades políticas, las cuales no buscan mejores condiciones laborales para sus asociados, sino que buscan imponer mediante la presión social un modelo de sociedad que quizás los trabajadores no quieren.
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