En vista de la actual situación de los trabajadores, que ni siquiera cumple con el concepto de trabajo decente de la OIT, es imprescindible cuestionarse si la nueva candidatura presidencial presentada por la Alianza, tiene los méritos ético-morales y cuantitativos (a la luz de los datos actuales) para ofrecer una alternativa creíble en la reestructuración de las relaciones sociales inmanentes del mundo laboral chileno, teniendo en retrospectiva que en su cuenta personal, la candidata Evelyn Matthei tiene una gran deuda pendiente con los trabajadores del país.
“Soy candidata y comienzo a trabajar desde mañana” señaló la ex Ministra del Trabajo, quien es la nueva carta presidencial de la Alianza tras la dimisión de Golborne, Longueira y la derrota en primarias de Allamand. Pero ante tanto ahínco con que ha recibido la noticia de su candidatura, es imperante dar a conocer su deuda con los trabajadores desde que asumió su cargo ministerial.
Su figura está marcada por varias polémicas relacionadas a sus dichos, pero lo importante es que las cifras y condiciones laborales no han presentado una mejora sustancial, y han tendido hacia un modelo de relaciones laborales que opera bajo las lógicas neoliberales, basado en un incremento de la desvalorización del factor trabajo. Dicha situación conduce a que el empleo en Chile sea de mala calidad, por su tendencia a la inestabilidad, flexibilidad, informalidad, inseguridad y desprotección, por lo que la candidata Matthei tiene una gran deuda con los trabajadores de Chile.
Es más, en el Chile actual no se cumple siquiera las condiciones mínimas de ‘Trabajo Decente‘ que promueven como mínimo organismos internacionales de gran relevancia como la OIT. En ese sentido nuestro país presenta grandes debilidades en áreas como:
a) Condiciones del trabajo, donde se enmarca la seguridad y salud del trabajador, ya que según datos de Fundación Sol el “Índice de Empleo Protegido”, a nivel nacional es sólo un 41% del total de ocupados.
b) Discriminación, en Chile hay una vehemente discriminación laboral por género, donde en el último tiempo las mujeres se han integrado al mundo laboral de manera precaria accediendo a puestos de trabajo en modalidades de subcontratación, suministro de personal o enganche según consigna la misma fundación.
c) Posibilidades de empleo, si bien la ocupación ha demostrado aumentos (que no necesariamente pueden depender de políticas fiscales) contrasta con el porcentaje de subempleados que ronda las 633 mil personas. Además de esto, sucede que el hecho de tener un empleo remunerado, cumpliendo incluso con las normativas legales, no implica salir de la situación de pobreza, un flagelo que indica la terrible precariedad del empleo en Chile, llegando incluso a omitir metodológicamente en las mediciones las reales dimensiones de la desocupación pudiendo llegar hasta un 11%, mucho más que el vanagloriado pleno empleo de las cifras gubernamentales. Esta situación podría ser peor incluso si se tomara en cuenta la realidad precaria que viven, por ejemplo, los trabajadores a honorarios, quienes están excomulgados de protecciones vitales, como el Código del Trabajo.
En vista de la actual situación de los trabajadores, que ni siquiera cumple con el concepto de trabajo decente de la OIT, es imprescindible cuestionarse si la nueva candidatura presidencial presentada por la Alianza, tiene los méritos ético-morales y cuantitativos (a la luz de los datos actuales) para ofrecer una alternativa creíble en la reestructuración de las relaciones sociales inmanentes del mundo laboral chileno, teniendo en retrospectiva que en su cuenta personal, la candidata Evelyn Matthei tiene una gran deuda pendiente con los trabajadores del país.
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